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jueves, 19 de abril de 2012

Una noche de tango

By Pseudomona


Ella era la más linda taquera que había visto en aquella milonga, se movía seductora y graciosa de un lado al otro del salón, iba y venía siempre del brazo de un grandulón que a pesar de su envergadura, a él le pareció que más bien tenía cara de pavo.
El, en la barra la observaba detenidamente, cruzó una mirada cómplice con el Ruso, que en ése momento justo estaba empinando una Quilmes y éste que no se pierde ni un solo detalle, tampoco una chica cómo ésa, le respondió automáticamente.

-          ¡Ah no! Mejor no mirar para ése lado, esa chica no, ¿no lo has visto acaso?
-          ¿El novio? Me tiene sin cuidado.
-          Umm, hacé caso de vez en cuando.

Francisco no sabía lo que era el cuidado y aunque lo conociera igual no iba a prestar atención, enseguida se levantó de la mesa y haciendo alarde de sus facultades de conquistador acercose a la hermosa apenas la vio pasar en dirección al toilette de damas.
A ella seguramente también le habrá parecido guapo que justo cuando caminaba por su lado, le regaló una sonrisa de dientes inmaculados, bastó y sobró. Toda la noche bailaron pegados el tango caliente y se fueron abrazados cuando ya casi eran las 2 de la madrugada y en el salón sólo quedaba el novio sentado en un rincón.

Al día siguiente no se hablaba de otra cosa en el bar, era que al pobre Francisco no sólo le habían desvalijado su departamento en Recoleta sino para aumentar su vergüenza había aparecido completamente desnudo y maniatado sobre la granza de la Plaza Vicente López cuando el sol se despertaba recién en Buenos Aires.