Una noche de tango
By Pseudomona
Ella era la
más linda taquera que había visto en aquella milonga, se movía seductora y
graciosa de un lado al otro del salón, iba y venía siempre del brazo de un
grandulón que a pesar de su envergadura, a él le pareció que más bien tenía
cara de pavo.
El, en la
barra la observaba detenidamente, cruzó una mirada cómplice con el Ruso, que en
ése momento justo estaba empinando una Quilmes y éste que no se pierde ni un
solo detalle, tampoco una chica cómo ésa, le respondió automáticamente.
-
¡Ah
no! Mejor no mirar para ése lado, esa chica no, ¿no lo has visto acaso?
-
¿El
novio? Me tiene sin cuidado.
-
Umm,
hacé caso de vez en cuando.
Francisco
no sabía lo que era el cuidado y aunque lo conociera igual no iba a prestar
atención, enseguida se levantó de la mesa y haciendo alarde de sus facultades
de conquistador acercose a la hermosa apenas la vio pasar en dirección al toilette
de damas.
A ella seguramente
también le habrá parecido guapo que justo cuando caminaba por su lado, le
regaló una sonrisa de dientes inmaculados, bastó y sobró. Toda la noche
bailaron pegados el tango caliente y se fueron abrazados cuando ya casi eran
las 2 de la madrugada y en el salón sólo quedaba el novio sentado en un rincón.
Al día
siguiente no se hablaba de otra cosa en el bar, era que al pobre Francisco no
sólo le habían desvalijado su departamento en Recoleta sino para aumentar su
vergüenza había aparecido completamente desnudo y maniatado sobre la granza de
la Plaza Vicente López cuando el sol se despertaba recién en Buenos Aires.