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miércoles, 29 de enero de 2014

Station A 1

Hoy ha sido un día particularmente agotador, me duele terriblemente la espalda, quizás sea sólo el stress o yo que sé, a estas horas no hay nada mejor que prepararse para irse a casa mientras uno va pensando que si para la cena sería mejor una gran Yufka o unas piernitas de pollo con papas fritas.

Alguien golpea despacito la puerta de la Arztzimmer y enseguida asoma la cabeza, es una de las enfermeras que sonriente anuncia y me alcanza una carpeta: en unos minutos tendremos una nueva paciente que está en camino desde el aeropuerto, aquí está la historia clínica que hemos recibido por fax. Parece que no está muy bien…

La nueva historia clínica está bien ordenada, con algo que parecen ser laboratorios, resultados de imágenes, bla, bla, pero en ruso. ¿Qué diagnóstico tiene la paciente?, ni la menor sospecha. Pero ya no hay tiempo para seguirse preguntando porque dicho y hecho, ya en el pasillo, una silla de ruedas va trayendo a una pálida y delgada joven mujer que viene acompañada por un séquito ya acostumbrado de personas.

Apenas pongo un pie en la habitación, enseguida se adelantan un hombre corpulento que me saluda en un alemán con acento ruso y una pelirroja mujer, ambos se presentan como intérpretes de la paciente, la cual me ve mira con particular curiosidad y ansiedad, es un momento que me hace sentir totalmente incómoda porque debo pensar bien en las preguntas que quiero formular, que primero las digo al traductor, este lo repite a la paciente y de nuevo me trae la respuesta y así con cada nueva pregunta. Inclusive con los comandos a momento de realizar la examinación el traductor me es de infinita utilidad. Una gran ventaja es que todos los cuerpos hablan por si solos y siempre gritan el mismo idioma en cuanto se refiere al examen físico, lo cual refuerza el dicho de que la clínica es soberana.

Una hora más tarde ya le ha pasado todo por encima a la pobre paciente, nuevos análisis de sangre, cultivos, ecografía, punción pleural y tomografía con la rapidez que se puede esperar en la Station más grande del Hospital.
Frau Dr. Romero, dígame el resultado de la Tomografía, dice impaciente mi  jefe a tiempo que verifica todos los estudios y medicamentos que he indicado en el Kardex.
-    Todavía no lo tengo…pero me dijeron que en 10 minutos me llamarían…
-       Liebe Frau Dr. Romero, hay dos grandes mentiras que la gente dice y que Usted debe saber, la primera es: yo te amo y la segunda: enseguida te llamo, remarca vivaz mientras va marcando en su teléfono el número del jefe del departamento de Radiología.


Un comienzo de noche de un miércoles cualquiera en la Unidad de Oncología, donde la mayoría de la gente ya ha finalizado su jornada laboral, sólo quedamos mi jefe, que personalmente se encarga de los pacientes privados, el médico de guardia y yo, que como viene la mano, es posible que todavía permanezca aquí un rato muy largo, pero definitivamente para la cena piernitas de pollo con papas fritas.


domingo, 19 de enero de 2014

Viaje


Los ventanales amplios de aquel piso 24 dan directo al río y como ya casi ha anochecido, las luces de los grandes barcos transitan mezclándose con las de las lanchas de paseo y no faltan también en los edificios de enfrente y en el majestuoso Erasmus Brücke los destellos de colores desde lo alto del Faro.

La vista apacible manifiesta la tranquilidad de un atardecer en un inverno soleado, allá en el país de los Molinos. Una enorme suave y perfumada toalla me envuelve de pies a cabeza, cabeza que reposa en la quietud de la Hamaca y en silencio piensa. Qué lejos han quedado esos días, allá en mi pueblo olvidado. Y de repente veo a mi misma, yo todavía niña y con mi maleta, yo, dejándolo todo. Me acomodo la toalla alrededor de mi busto para tratar de desechar ese momento pero un recuerdo igual pasa por mi cabeza, volando más rápido que una saeta, sin lograr que por eso, esos días duelan menos. Es un día de escuela allá en Tupiza, yo y mis hermanos nos estamos preparando, nos lavamos la cara en un solo bañador y nos secamos todos con la misma toalla, la única que había en la casa…¿Está todo bien? ¿Necesitan Uds. algo más? Interrumpe la dulce voz de la camarera mientras acerca con gracia una pequeña mesa con dos copas de Champaña, una cesta de frutas frescas, un gran jarrón de agua y unas toallas limpias perfectamente dobladas. Enseguida nota mi sonrisa y se aleja sin hacer el menor ruido.

Las hamacas, tejidas en colores naranja y amarillo juegan a tono con las flores y velas aromáticas que también navegan como mis pensamientos en medio de delicadas fuentes cerca de las ventanas.