Viaje
Bolivia se levanta a los lados de la carretera a
poco de dejar el aeropuerto. Se hace desde el barro, las entrañas de la tierra.
Crece en una forma parecida a una casa, dibuja un techo de paja repleto de vinchucas, dibuja incluso diminutas ventanas y luego vuelve a la tierra por el mismo camino en el que
vino. Las llamas que aisladas pastan, parecen también una proyección del polvo
que baña el altiplano bajando de la montaña. A los lejos las polleras de una chola,
pico y pala se afanan, dándole con ahínco al terreno árido intentando en vano robarle
chorros de agua. A su lado, el poncho de un anciano se agita con el viento,
como una bandera desteñida de colores múltiples; vé pasar el auto y perderse,
tan rápido como sus pasados sueños.
El auto prosigue veloz, no descanza. No vamos a
entrar en Potosí, anuncia Don Luis, el chófer. Vamos a desviarnos por
Puna. Hay que apurarnos, la oposición está bloqueando la carretera principal y
puede que eso se extienda. Piden segunda vuelta..., dicen que hubo fraude... en las elecciones...
Aunque los letreros a los lados de la autopista dicen: Velocidad máxima 40
kilómetros por hora, Don Luis va tranquilamente a 90. Disminuye un poco si hay
una curva, pero al rato acelera y recupera. Va zigzagueando donde está
prohibido adelantarse. Parece gustarle ganarle el paso a los camiones,
que van también rápido con aires de grandeza.
La planicie parece hacerse eterna, alguno que otro
árbol en la lejanía erguido apenas. Arbustos de paja se agitan con viveza,
crecen porfiadas incluso por debajo de las piedras. Una delgada y pequeña figura
aparece titilando en la distancia, se trata de una niña de pollera y trenzas
largas que tiene un aguayo raquítico amarrado en la espalda. En sus manos
sostiene una honda y mira en parte a su rebaño y en parte a la carretera, ésto
último triste, sin el menor entusiasmo. Ella está ahí, pastoreando cabras y
ovejas. Entonces, si ella está ahí en éste horario. ¿Quién está en la escuela?
Como nadie me pide el cinturón de seguridad, dice Don Luis, por eso no funciona. Pero habrá notado que estoy
yendo con calma, ¿no?, para que no resienta allá atrás... con los barquinazos. Sonríe
por el espejo retrovisor y se muestra amable. Si quiere ir al baño avisa para
que se lo pare, añade aunque no hay a la vista edificación alguna.
De rato en rato la carretera hace una pausa, un
pequeño desvío. ¡Cuidado! Carretera en reparación. Y en ése sector uniformes
fluorescentes de sombreros grandes de ala ancha se mueven cansinos
resistiéndole al sol, al lado de camiones cargados de materiales y grúas de
construcción. Cholas de abultadas trenzas escapándole a los overoles, que con
igual facilidad que los varones van empujando pesadamente carretillas colmadas
de escombros.
El auto no se detiene hasta entrar en Puna, que no
es nada más que un pequeño caserío desordenado de calles estrechas. Se pasea
obligatoriamente por la plaza que es a la vez una especie de mercado, donde
señoras de polleras anchas van ofreciendo pequeñas mercancías junto con ancianos sentados
de par en par que interrumpen su conversación para observar el paso del
motorizado en un pueblo que conoce bien de burros y caballos, no
tanto de autos.
Don Juan mirando su celular anuncia, me dicen por
el What's up que el comité cívico está bloqueando el peaje de Cotagaita, le
aviso porque no estoy tan seguro de si pasaremos..., así como están las cosas
lo veo muy verde que podamos llegar hoy a Tupiza...
La mujer que está sentada en el asiento trasero
del auto no niega ni asiente. Siempre supo que Bolivia era pobre, también ella
lo era, inmensamente. Ya no lo es. Por detrás de sus anteojos oscuros simula
estar durmiendo, está quieta cuando en realidad quiere salir corriendo agitada; está llorando en silencio, cuando quisiera estar gritando a viva voz con los
brazos extendidos al viento. Reconocer que en éste momento, aún después de todos
los años que distan desde su propia niñez, hay niños bolivianos que siguen
rezando, aunque sea por un puñado de mote o pan duro, niños que siguen andando
descalzos como si andaran con abarcas de caucho, niños con parásitos comiéndoles el intestino, parásitos que les hacen crecer lentamente el corazón y las entrañas, matándolos silenciosamente, poco
a poco a diario..., le duele tanto como si ella, sólo ella fuera la culpable de todo, haciendo que hasta su propia felicidad ahora pareciera completamente obscena.
Niños que no van, que no irán a la escuela y se
quedarán prendidos, hundidos en la tierra, como una prolongación de la tierra misma, repitiendo una y otra vez,
la historia interminable de la pobreza eterna.
Vocabulario:
Vinchuca: Insecto heteróptero de la familia Reduviidae. Es hematófago y considerado uno de los vectores responsables de la transmisión de la enfermedad de Chagas.
Pollera: Falda, prenda femenina con múltiples pliegues que cae suelta desde la cintura.
Chola: En Bolivia, denominación étnica referida a las mujeres mestizas que portan polleras tradicionales amplias.
Aguayo: Tejido hecho a mano, utilizado por las mujeres del altiplano de Bolivia y Perú.
Honda: Palabra quechua que designa un instrumento indígena que es hecho de lana de oveja y sirve para controlar el pastoreo de rebaños de ovejas y cabras.
Puna, Cotagaita, Tupiza: Poblaciones del departamento de Potosí, Bolivia.
Vocabulario:
Vinchuca: Insecto heteróptero de la familia Reduviidae. Es hematófago y considerado uno de los vectores responsables de la transmisión de la enfermedad de Chagas.
Pollera: Falda, prenda femenina con múltiples pliegues que cae suelta desde la cintura.
Chola: En Bolivia, denominación étnica referida a las mujeres mestizas que portan polleras tradicionales amplias.
Aguayo: Tejido hecho a mano, utilizado por las mujeres del altiplano de Bolivia y Perú.
Honda: Palabra quechua que designa un instrumento indígena que es hecho de lana de oveja y sirve para controlar el pastoreo de rebaños de ovejas y cabras.
Puna, Cotagaita, Tupiza: Poblaciones del departamento de Potosí, Bolivia.