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domingo, 27 de octubre de 2019


Volver es imposible

Volví voluntariamente a visitar Bolivia hace pocos días. Me fuí hace más de quince años. En aquel entonces, más que irme, mi propio país me expulsó.
Me fuí huyendo de la infinita espera, del andar rogando título en brazo, del buscar a diario un anuncio imaginario de trabajo.
Me fuí, como muchos otros, pero ¡cómo hubiera preferido quedarme!
Tenía miedo, al irme. Tenía rabia, todavía tengo.
En la distancia maldije el haber tenido que marcharme. Lloré largamente la imposibilidad de volver, lloré aún más por tener que resistir. Soportar primero y acostumbrarme luego: ser extranjero de por vida. El estar ahí, pero ser de acá. Y al final no saber de dónde.
Cuando uno se vá, se vá del todo. Fotos familiares, lecciones de sus maestros, renacuajos en charcos de agua de lluvia, carcajadas de amigos en bicicleta..., tiempos ufanos de adolescencia.
Cuando uno se vá, se vá del todo. Volver es imposible. 
Puede que físicamente uno vuelva, pero las condiciones habrán cambiado. Nada estará tal cual se dejó, ni uno mismo será el que se fué.
Se podrá volver sólo en teoría, que no por serlo es indolente.