Translate

sábado, 31 de marzo de 2012


Una mujer

By Pseudomona


Camino bajo el sol 
Escuchando una sinfonía agridulce
Delante de mí va ligera
La figura de una mujer
Pequeña como yo
Con el pelo muy, muy largo
Del cual no puedo saber el color
Moviéndose paso a paso

Puedo reconocer algo en ella
Será la forma
Que tienen sus caderas
O serán sus brazos
Ella se mueve graciosa
Mientras va por la vereda
Y se detiene cada tanto
A mirar los árboles

Recortada a las 3 de la tarde
Disfruta de la brisa
No sé cuando o en qué tiempo
He crecido tanto
Es mi sombra que delata
Que me he vuelto una mujer
Aunque sienta todavía 
El tierno corazón de niña.

viernes, 30 de marzo de 2012


Guardia

By Pseudomona

El radio de urgencias comenzó a vibrar insistente entregando un mensaje que decía “código rojo en la puerta de la clínica”, sin  pensarlo dejé lo que estaba haciendo y bajé corriendo los tres pisos por escalera hasta la entrada principal, lo primero que consigo ver es a la gente del Servicio de Atención Médica de Emergencia que dificultosamente trataba de bajar una camilla desde una ambulancia rotulada: SAME, donde seguramente venía un paciente muy malherido, tanto que no podía esperar para llegar al hospital público y debía atenderse aquí.
Analía Jones, mi compañera de guardia y yo nos apuramos para ayudar, tengo la costumbre que heredé de mis días de ambulancia de llevar siempre dos guantes de látex en el bolsillo derecho de mi guardapolvo, me los calzo a tiempo que la enfermera me entrega también un barbijo. Analía es la primera que entra en contacto con el paciente, mientras yo pregunto algunos datos al médico de la ambulancia, que en realidad me explica no sabe bien de qué se trata: masculino de aproximadamente 50 años, fue encontrado en su casa con falta de aire y dolor de pecho, como no puede hablar español, fue muy poco lo que se pudo indagar. Me entrega un largo electrocardiograma que había sido realizado en domicilio que constata ritmo sinusal con un poco de taquicardia, pero nada más, ninguna onda anormal que indicara la presencia de un infarto en curso o algo parecido, por lo que el dolor de pecho debía tener otro origen, pensando en ello lo estaban trasladando al Hospital Fernández para hacerle una radiografía de tórax y todos los análisis de rutina. Súbitamente el paciente comenzó a quejarse mientras se tomaba el pecho tornándose cianótico, la saturación al aire ambiental marcaba sólo 86% al mismo tiempo que le caía la tensión arterial y le aumentaba aún más la frecuencia cardiaca, en cosa de segundos el paciente se les vino abajo, no daba tiempo para llegar al lugar establecido y había que parar aquí, que justo quedaba a mitad de camino.
Hay muy pocas enfermedades exceptuando el infarto de miocardio que pueden comprometer tan rápidamente la vida de un enfermo, una posibilidad es el tromboembolismo masivo de pulmón otra la disección de aorta, ambas situaciones son casi insalvables al momento del diagnóstico.

Mientras que junto a los camilleros lo llevábamos al shock room número 5, las enfermeras ya nos estaban esperando allí con el carro de paro abierto y el laringoscopio preparado. Fueron cosa de unos minutos entre intubarlo, conectarlo rápidamente al respirador, monitorearle la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y colocarle una vía endovenosa, sólo 2 segundos más tarde el paciente entró en el temido paro cardiorespiratorio. Protocolo de resucitación avanzada de inmediato, movilización de todo el equipo de enfermeras, auxiliares y nosotras, una vez, otra y otra más, firme masaje cardiopulmonar, adrenalina casi 5 miligramos en ciclos de 1 minuto, sin poder arrancarle un solo latido cardiaco, ni siquiera ritmo de fibrilación ventricular en el monitor, nada, línea isoeléctrica, cero de tensión arterial, ventilación efectiva pero de nada sirve si el corazón se niega a latir en forma espontánea, 35 minutos de rabiosa labor, un poco más de lo establecido porque no queríamos que se nos muriera así de fácil, no de ésa manera, sin darnos tiempo de nada, ni siquiera saber la causa.
Tuvimos que parar porque más de 25 minutos sin una buena irrigación cerebral resulta ser un doble riesgo, ya que podemos resucitar a una persona que no será jamás la misma y que probablemente no viva como tal. Hora de la muerte 18:45, que quede constancia en el certificado, causa a determinar.

Cuesta abandonar al paciente, bajar los brazos y serenarse un poco. Suele suceder que derrochar tanta energía y presenciar que una vida se escapó de nuestras manos nos deja una ácida sensación de ser inservibles y de no haber podido evitar aquello que no avisa. Después, salir del shock room y pararse frente al hijo que no entiende nada que piensa que el padre tuvo un resfrío que quizás se había enfriado en el avión, porque había venido desde la India la noche anterior a presenciar su boda con su novia argentina. Tener que poner cara de acero mientras le miras a los ojos y le vas diciendo que lo podrá ver en unos minutos, que quizás, casi seguro tengamos que hacerle una autopsia porque no sabemos el motivo del deceso, que lo siento mucho, de verdad lo siento.

Volver lentamente al estar médico para hacer la orden de autopsia y el traslado al primer subsuelo, mirar a mi compañera que está sentada con la cabeza baja y los hombros caídos, acercarme a darle un abrazo, no te pongas a llorar Analía le digo mientras trato de contener mis lágrimas, te traigo un café, ¿bueno?

jueves, 29 de marzo de 2012


Ahora

By Pseudomona


Campanita
Se acerca la noche
Pero hoy no toques
No quiero sentir
Que de nuevo llegan
Las horas sin sueño

Dormir
Esta noche yo quiero
Abrazada a su recuerdo
Escuchar su voz
Y alejarme de aquí
Navegando en sus ojos.

miércoles, 28 de marzo de 2012


Divagaciones

By Pseudomona

Me gusta caminar largamente sin rumbo y nada de apuro, acostumbro salir de casa cerca de las 8 cuando la ciudad ya está en pleno movimiento, mientras permanezco unos minutos en la puerta observo a los peatones que marchan presurosos sobre la vereda. La verdad es que no ha llegado todavía abril, pero cómo se siente que estamos cada día más lejos del verano, yo por suerte traigo mi saquito gris, y mientras me envuelvo en mi bufanda favorita, aquella que yo misma tejí, también me pongo los auriculares, ¿un poco de música? Si, la que más me gusta es la de radio. Buen día a todos y parto.

Comienzo primero en línea recta, prefiero las calles que tienen muchos árboles y casas más bien pequeñas, le escapo de alguna manera a los edificios de bloques o con mucho cemento, después de un largo rato tomo las calles perpendiculares y luego en diagonal, hasta que entre una y otra me desoriento a propósito, me agrada la sensación de estar medio perdida, de creer que de pronto estoy en otra ciudad, alguna que quizás no conozca jamás y ése es justo el momento para encontrar algún barcito en el barrio, sentarme y ordenar un cortado.
Entre un paso y otro yo voy maquinando distintas cosas, algunas razonables y otras no tanto, he descubierto que de alguna manera todos disfrutamos de  nuestros pensamientos, bueno los míos deben acompañarse casi siempre de un lindo paseo.

Por ejemplo, lo que me tenía abstraída ésta mañana era tratar de encontrar la respuesta a ¿cómo se puede llamar una palabra que no existe?

martes, 27 de marzo de 2012


¿Qué es la felicidad?

By Pseudomona


Será talvez mirarme en tus ojos y dejar que las horas pasen
Sonreír secretamente cada vez que me acuerdo de tus palabras
Esa cálida sensación que me invade de repente
Cuando alguno de nuestros amigos menciona tu nombre
Tomarte de la mano y caminar los dos en una mañana de verano
Estrecharme tanto sobre tu pecho que soy capaz de escuchar
Al caballo solitario y rebelde que habita tu corazón
Una y otra vez imaginar aquel rincón del Sugar Bar
Besándonos vos y yo sin importarnos nadie más
Sentarnos muy juntitos en la plaza y adivinar las nubes allá arriba
Cuando el manto de la noche ha caído por completo sobre Buenos Aires
Sentirte prendido a mi cintura cada vez me pongo a soñar
La increíble sensación de imaginarte de nuevo
Abrazado a la guitarra mientras cantas ésa bella canción
Tener una ilusión viviendo constante en mi interior


Sí, definitivamente la felicidad puede ser…recordarte.

lunes, 26 de marzo de 2012


Lunes de mañana

By Pseudomona

Cuando el otoño llega al señor Don Viento le gusta jugar conmigo y no me hace caso cuando le digo que hoy no puedo, que es día lunes, que tengo zapatos de tacón alto y el pelo suelto, que llevo prisa porque voy camino a entregar la tesis de fin de curso del Grupo Imagen; pero el no entiende, porfiado quiere jalarme de la falda, mientras yo me defiendo se las toma con mi cabello, de inmediato me despeina y me deja cual si fuera Medusa. Y justo en ése momento todas las hojas que llevo foliadas se escapan de mis manos formando un alegre remolino en plena esquina de Callao y Las Heras. Un amable señor corretea conmigo a ésas pequeñas traviesas y entre los dos podemos devolverlas al fin, una a una a la carpeta.

Lejos de enojarme me mato de risa, ya sé que voy tarde, que tengo el pelo erizado y salvaje, que mi falda de pronto envejeció y le salieron arrugas, ni les digo los zapatos, de tener una buena imagen ya no queda nada, pero siento el corazón alegre y satisfecho gracias a mi amigo el viento.

domingo, 25 de marzo de 2012



By Pseudomona


Cabellos de trufas
Labios de hojaldre
Dedos de manteca
Ojos de almíbar

Besos de brownie
Abrazos de café con leche
Sonrisas de media luna
Voz de mermelada de naranja.

sábado, 24 de marzo de 2012


Sixto

By Pseudomona

Ya mi instinto me avisaba que a éstas horas iba a desatarse un aguacero torrencial que complicaría aún más la vida que llevo en la calle, toda la inmundicia que hay en la plaza amenaza con pegarse de forma insistente en mis patas traseras y tengo la lengua cual si fuera lija del empeño que pongo en asearme. Extraño mi hogar en momentos como este, me acuerdo de la leche tibia que solía darme que no por carecer de crema dejaba de ser rica porque ella siempre decía que estaba a régimen aunque a la hora del postre nos bajáramos entre los dos una bolsa entera de chocolatinas que sin duda no eran para nada dietéticas. Son los mejores recuerdos de mis siete vidas y no importa que ahora viva acá afuera, probando ser salvaje trepando y maullándole afanoso a las sombras que se mueven en los árboles del gran parque Centenario, ni la tropa de compañeros fieles que me siguen a luz y sombra me hace olvidar siquiera un minuto mi primer hogar que ni toda la libertad del mundo puede comparar. Lo que más quiero esta noche es dormir en mi rincón de capullos lavanda, con ése olor tan rico que se parece a su pelo, tan irreal que creo nunca existió y hasta pude habérmelo inventado.
Yo no me quería ir tuve que hacerlo porque presentía que ya no era feliz conmigo, ya no buscaba acariciarme y jalarme de las orejas cuando se despertaba en las mañanas y a la hora de volver del trabajo casi siempre me hacía a un lado. Nuestra ruptura se precipitó cuando me ella me descubrió con aquella paloma,  yo quería explicarle pero no me entendió, debió haber pensado que yo era el culpable de que se muriera irremediablemente de ésa forma, cuando en realidad lo que yo quería era ayudarla porque se había lastimado al entrar de aquella manera tan brusca por ésa maldita ventana. Después de aquello todo se vino abajo, ella se ponía muy triste al verme merodeando y ser sólo un gato azabache nacido civilizado.

¿Qué estará haciendo ahora que diluvia? Seguro que ya no me recuerda y que las cosas han cambiado demasiado, que me he convertido en un felino sin rumbo que no le teme a nada porque ya he sentido lo que es el miedo: estar sin su cariño.

viernes, 23 de marzo de 2012


23 de marzo día del mar boliviano

By Pseudomona


A los pies de la cordillera de Los Andes
Nació un pueblo tranquilo con un extenso mar
Con grandes llanos orientales al norte
Al este una selva húmeda de frutos tropicales
Y en el medio se alza majestuoso el vasto altiplano
Donde sobrevuelan los cóndores soberanos

Un país de sangre quechua, aymará o guaraní
Que baila la cueca, morenada o el ritmo toba
Aunque cada vez que llega esta fecha
Con un dolor indecible de terrible pérdida
Todos miramos al suroeste donde está prisionera
Nuestra añorada dama azul querida.

jueves, 22 de marzo de 2012


 
    Petit déjeuner 

By Pseudomona

Los últimos días del verano pronto nos juntaron a todas aquellas que disfrutamos del buen camembert, la baguette y el café au lait.

Nos unen también las ilusiones de visitar algún día L´île de la Cité, pasear tranquilamente en los atardeceres de Les Champs-Elysées o mejor almorzar en lo alto de la Torre Eiffel, pero como estamos en la ciudad de Carlos Gardel hacemos planes para no perdernos el próximo festival de cine francés que convocará imágenes y música de ésos lugares de postal que nosotras amamos y queremos conocer.



miércoles, 21 de marzo de 2012


Still

By Pseudomona

Parece una palabra simple
Es corta si se pronuncia rápido
No dice mucho a simple vista
Y hasta a veces pasa desapercibida
Pero no importa si está sola o acompañada
Siempre nos da esperanzas
Nos hace sentirnos especiales
Y nos cuenta que hay posibilidades
Que algo puede resultar y ser
Si podemos permanecer aferrados a ella
Que seguro diciéndonos
Que aún pensamos el uno en el otro
Recordando los buenos momentos
Aún podemos conservar el calor
Y no importa que haga tanto frío
Que comience el otoño a fines de marzo
Que las hojas de los árboles caigan
Recordando que alguna vez el estuvo aquí
Siempre se podrá soportar la soledad del mundo
Si tenemos a ésa persona especial
Latiendo en el cielo infinito de Buenos Aires.

martes, 20 de marzo de 2012


Curso de cocina

By Pseudomona

Anoche tuve mi primera aproximación con esa misteriosa dama llamada hornilla, si digo que me fue bien sería faltarle a la verdad porque la experiencia fue terrible. Grupo de siete estudiantes entusiastas, cuatro chicas y tres varones todos buscando dotarse de las herramientas necesarias para no morir intoxicados con nuestras propias preparaciones. Primera clase: comida mediterránea, música de Luciano Pavarotti y a comenzar por algo simple dijo nuestro maestro y enseguida nos puso a preparar una pasta al dente con fideos italianos comprados previamente. ¿Cual puede ser el misterio de pasar por agua hervida, un poco de sal y aceite de oliva un puñado de tallarines blancos? No me lo pregunten porque desconozco la respuesta, sencillamente puede que sea una distracción total de mi parte o darle demasiada pelea a la cacerola, cual de los dos motivos no lo sé francamente, lo cierto es que se tostaron en sólo unos minutos los cien gramos de pasta fruto de mi experimento en aquel gran laboratorio llamado cocina. ¿Será talvez porque yo estaba locuaz con una compañera en el otro extremo de la estufa? Y para el colmo tener que probar e intentar comer de aquella masa amorfa que se decía ser una fina pasta importada preparada con supervisión en una clase de cocina que encima tenía un profesor, el pobre Chef quedó sorprendido al constatar mi evidente falta de habilidad que conozco de toda mi vida y creí que en una sola clase iba a cambiar. Tanto es así que aprender a cocinar me parece como entrar a un mundo muy distante y con tantas posibilidades de fallar.
No obstante, nadie en la clase pudo negar que el vino tinto que elegí maridara muy bien con aquella pasta uniforme carente de sabor pero rica en grasa. No se lo digan a mi profesor, pero les cuento que terminé yo sola al lado de aquella enorme ventana en el segundo piso del magnífico Rond Point degustando un delicioso bife al horno con patatas rústicas y salsa de mostaza remojada en repollo. Riquísimo, obviamente preparado por el muy sagaz cocinero de aquel lugar.

El miércoles prepararemos según el programa un risotto a la crema de champiñones y queso, yo ya me sé la receta de memoria lo que de ninguna manera garantiza nada, ni siquiera que pueda entenderla menos aún hacerla.


lunes, 19 de marzo de 2012


Deseos

By Pseudomona



El sol y la luna se han encontrado una treintena de veces
Desde aquel día que partiste rumbo al sur
Me haces tanta falta que no sospechas cuánto
Y no hay nada que yo pueda hacer
Excepto imaginar y vivir fantaseando
Que escucho el pulso de tu corazón latiendo frenético
Mientras ardiente me tomas de la cintura y me besas el cuello

Cómo me gustaría otra vez estar contigo
Convertirme en un diminuto ser veloz
De extensas alas de ficción y colores de invento
Ganarle a toda la extensión del mar azul
Volando incansable hasta encontrarte
Llevar un lindo vestido de hilo liviano
Verte tan sólo un ratito y después volverme.

sábado, 17 de marzo de 2012


Nosotros y el árbol

By Pseudomona

Cuando lo conocí era un día al final del verano, el estaba muy triste con sus mansos brazos ya cansados de tanto abanicarse en esos días que el sol había sido despiadado y los demás árboles de la calle también se habían burlado de su hermosa contextura y se reían a carcajadas porque era el único sauce llorón de aquel barrio.
No lleva su nombre porque es un cobarde, no, sino porque sus diminutas hojas simulan un montón de lágrimas ensartadas en grandes ramas que penden tristes en dirección del suelo.
Estaba allí en la esquina de Córdoba y Sanchez de Bustamante, sólo consigo mismo y en su tristeza sin par yo lo reconocí y el también me miró, creo que se habrá acordado de mí y de una pequeña ciudad cuando yo era niña y vivía en aquel apacible lugar, que era un gran valle de sauces como el y tenía un larguísimo río donde podía tranquilo sumergir sus ramas si tenía calor y yo simplemente me acercaba para acariciarlo cuando sentía un poco de ensueño en mi adolescente corazón.
Sin duda fue muy lindo volver a juntarnos, el con sus ramas tristes y yo con mi soledad de tanto estar sin vos, nos miramos por un momento tan lejos de casa, de nuestro hogar que en un fiel instinto reflejo de mi personalidad me acerqué para darle un abrazo sin importar que hubiera tanto gente a mi lado, porque era un domingo soleado y las caras curiosas nos miraron un rato, juntos encontrados el sauce y yo, como si aún estuviéramos en nuestra tierra querida, la bella Tupiza, joya de Bolivia.

Yo con el hice un trato, que vendría a diario y el por mí cuidaría nuestros nombres encuadrados en un lindo corazón que yo dejé calado, el tuyo y mío aunque vos estés al otro lado del mundo, estás junto a mí en su tronco de acero, aunque sea tan tierno y llore a veces por ser tan sólo un sauce boliviano en Buenos Aires de robles.


Universos
(Parte II)
By Pseudomona

¿Qué hacer cuando un personaje de una narración se revela a la orden implícita de permanecer en su función dentro de los hilvanes consentidos? ¿Y decide rebelde salir a explorar el mundo exterior y probar de tu vino para quedar tan satisfecho que ya no piensa más en volver? ¿Y encima te lo hace saber con su hermosa sonrisa de perlados dientes? Bueno, es muy difícil pensarlo porque nunca antes ha pasado o al menos yo nunca me enteré. La única idea que se me ocurría era que había que hablar con el para hacerle entrar en razón y tratar de convencerlo para empujarlo a volver, aunque conocedores de las características de su curiosa naturaleza dudamos que pudiera resultar, porque nosotros mismos le dotamos de testarudas reflexiones y mañas difíciles de olvidar y sabemos que será muy difícil persuadirlo.
Más bien es mejor ofrecerle un trato, algo conveniente a los dos, así que yo lo propuse y el lo aceptó, juntos lo acordamos: el no podría salir jamás del departamento y nunca lo haría mientras yo estuviera en él.
Nuestro tiempo quedó repartido según la conveniencia de mi horario laboral, yo por mi parte me iba cada día a realizar mi actividad como asistente en una editorial, porque uno tiene que pagar las cuentas cada mes y con sólo garabatear algunos cuentos que nunca serán publicados no alcanza y al retornar muy tarde en la noche no había ni un solo vestigio del pelirrojo y tenía el departamento nuevamente para mí aunque de todas maneras sentía que una parte de mi vida ya no me pertenecía.
Las cosas anduvieron bien así al menos durante las primeras semanas hasta que un día llegué al edificio y el encargado me dijo que había notado ruidos extraños en mi ausencia, que el vecino del 5to A había presentado una queja formal al consorcio por reiterados sonidos molestos, que por favor tuviera cuidado, que quizás pronto llegaría a oídos del dueño y ése podría ser el fin de mi estancia en mi hogar en el que yo había vivido casi cerca de 10 años.
Entonces opté por permanecer más tiempo en casa, lo cual hubiera sido imposible sin faltar al trabajo por lo cual primero agoté todos mis días libres por motivos personales luego los de enfermedad y finalmente cuando ya habían pasado como 4 meses se me acabaron las excusas y decidí renunciar porque todavía me quedaba algo de dignidad, era eso o que me mandaran la carta documento.
Es muy duro volver a comenzar, conseguir trabajo desde aquí, cada tanto recibo algún texto para corregir, fruto del anuncio que puse en El Clarín y obvio tuve que ajustarme a mi escaso presupuesto, se acabaron las medialunas y el café con leche de todos los días en aquel Martinez de la esquina.
No obstante mi frágil tranquilidad no habría de durar mucho tiempo, ésta mañana cuando el encargado me tocó el timbre yo de antemano sabía que algo extraño pasaba porque en todos los años que llevo en Rodriguez Peña esquina Vicente López jamás lo había hecho antes. Nuestra conversación sólo me deja una salida, ya que de un modo u otro el pelirrojo continúa ingeniándoselas para escaparse y ahora había optado por salir de su demarcación aún en mi presencia y empezaba a explorar el edificio donde de improviso comenzaron a suscitarse hechos de todo tipo, primero las prendas de ropa arruinadas en la azotea del 7mo B, las macetas partidas del vecino de la planta baja y finalmente anoche había muerto en extrañas circunstancias el lindo pequinés del 3ro A.

Es por ello el ruido ensordecedor de la sirena del cuerpo bomberos que trabaja incansablemente para sofocar el inexplicable incendio que arrasa con el 5to B y la presencia del Servicio de Emergencias constatando la expiración calcinada de su única solitaria ocupante, porque creo que al fin y al cabo uno debe hacerse responsable de la creación de sus universos.

viernes, 16 de marzo de 2012


Enigma

By Pseudomona

Cada vez que pienso en ti
El mundo rueda contento
De un lado al otro más pausado
¿Qué misterio encierras
En mi sentimiento
Que tiene melodía propia
Y adquiere un ritmo sin par
Cuando me acuerdo de tu voz
O las caricias de tus dedos
Que no sabe de olvido
Ni conoce distancia
Y es capaz de atajar el tiempo?

jueves, 15 de marzo de 2012


Universos

By Pseudomona

En la medida que nos permite la abrasadora imaginación o quizás la observancia de algún hecho comienzan a trazarse en nuestra mente simples esbozos de ideas primero lineales y después más curvilíneas que poco a poco van tomando forma de cosas, lugares, situaciones y hasta personajes, éstos últimos realmente muy especiales dotados de alguna habilidad o poseedores de algún conocimiento que crecen con cada letra que añadimos al proyecto y van adquiriendo un nuevo rasgo distintivo, desde una virtuosa cualidad hasta un terrible defecto a tiempo que acumulan experiencias que van desarrollando con naturalidad cual si se tratara de la vida misma. Conforme se van amontonando las hojas estos seres aman, lloran, saludan o despiden, sufren o son felices; se podría decir que subsisten obligados por el ímpetu de nuestras ideas y tuercen caprichosamente sus forzadas existencias en función a cuánto se nos cruza por la cabeza. Resultando así que sus vidas serán cortas cuando protagonizan un relato sin importar si éste tiene final abierto o cerrado y tornándose bastante longevas cuando forman parte de los hechos de una novela. Lo cierto es que de una manera u otra conviven bajo nuestro resguardo, hacen su rutina dentro de lo permitido por los lugares propicios para tal efecto: los márgenes de las hojas, se mueven en el infinito mundo literario mientras desempeñan el maravilloso oficio de ser un personaje.
Nosotros, los que ideamos sus aventuras exigimos cada vez más de ellos, los empujamos contra sus propias convicciones para rescatar alguna reacción, mientras corregimos páginas ya escritas les agregamos una serie de instrucciones para hacer de las historias más cautivantes, continuamos así hasta que nuestro plan concluye al fin y tiene vuelo propio. Jamás nos detenemos a preguntamos por ejemplo si Carlos hubiera querido enfermarse fatalmente aquel día del encuentro insectil en Tityus Trivittatus ó si la mascota negra de Azabache realmente hubiera querido actuar de aquel modo y no querer más su leche tibia y sus galletas. Aquí no hay lugar para quejas, los personajes respiran y se comportan como lo dicta el argumento y en esto último tajantemente no se aceptan reclamos.
Lo que ignoramos quizás es que ellos también nos pueden leer desde el intrincado ángulo que suponen las obras y con el tiempo luego de habernos espiado tanto aprenden a conocernos al observar nuestros hábitos y ensayar nuestras mañas en un rincón del escritorio.
Aquella noche yo recién había llegado a casa y como es una fiel práctica de mi vida solitaria comenzaba a picar un fragante queso Brie con algunas fetas de jamón español en la penumbra de mi cocina y en el inútil intento de descorchar el último Cabernet Sauvignon de la alacena tuve la sensación de estar siendo observada; bruscamente me volví intrigada y comencé a encender todas las luces comenzando por las de la cocina, el living, luego el dormitorio, finalmente las del baño y nada. Transité aliviada el corto camino de retorno y una vez allí pude comprobar que mi botella de vino había desaparecido, instintivamente agarré el mango de la escoba que suelo guardar detrás de la puerta y de repente lo vi, llevaba el mismo pantalón de jeans lavado con roturas en las rodillas, la remera negra con la inscripción: God put a smile upon my face, título de una hermosa canción de Cold Play, hasta calzaba las zapatillas blancas con el nudo a medio hacer y estaba allí sonriente desde su cara llena de pecas y su colorado pelo revuelto. Era exactamente igual al ladronzuelo que había descripto en mi último relato y confiado tenía su pie izquierdo apoyado en la pared mientras meneaba la botella de vino tinto entre sus manos como un travieso saludo.
Continuará…


miércoles, 14 de marzo de 2012


Los Abuelos de la nada

By Pseudomona

Quien no se emociona al escuchar
Lunes por la madrugada
Yo soy tu bandera, Diana divaga
O mejor aún Buen día, día

Nunca mejor descripta
La tristeza de esperar
En Mil horas hecha canción
Sin Gamulán caminando bajo la lluvia

Dejarte embriagar por la trompeta
De La fuente de la unión
Las guitarras de Vasos y besos
Y la letra de Así es el calor

No poder estar quieta cuando gira
No te enamores de aquel marinero bengalí
Tal vez Zigzag o Cosas mías
Quien pudiera haber vivido en aquellos días

Por eso yo canto, oh, oh, oh 
El Himno de mi corazón
Con Miguel Abuelo 
El genio más inmortal y querido
De las Costumbres argentinas. 

martes, 13 de marzo de 2012


El lugar del hecho

By Pseudomona

Avanzábamos decididamente por el estrecho pasillo, con mi mano derecha me acomodaba el barbijo mientras que con la izquierda sostenía mi maletín con las cosas indispensables para hacer el reconocimiento minucioso, como suelo hacerlo cada vez que desempeño mi trabajo.
Yo, el más nuevo de los forenses del equipo me había formado en el Instituto Médico Legista de la Policía Federal Argentina y gracias a mi mentor el querido gallego Dr. Héctor Vásquez Fanego había conseguido éste puesto hace menos de un año.
Nos llamaron cerca de las tres de la madrugada, justo cuando estaba profundamente dormido como sólo consigo hacerlo aquí durante mis guardias porque cuando estoy en casa entre mi mujer y mis dos gemelos casi siempre paso las noches en vela.
Como es costumbre salimos rápidamente, es nuestro deber acompañar al móvil de refuerzo que es enviado luego de un llamado policial de auxilio o caso contrario de una ambulancia de emergencias que requiere nuestro concurso porque ha constatado algún óbito cuyas circunstancias no encuadran en uno de causa natural, a veces es tan obvio, otras no lo es tanto, que recién hasta mucho después de la autopsia uno recién puede saber que fue lo que realmente pasó.
Allí nos encontramos con los dos policías que acudieron al primer llamado, están de pie al lado de una mujer rubia de unos 40 años, que viste sólo un indiscreto camisón de dormir, habla constantemente mientras sostiene en sus manos a un gato de ojos sagaces. Se trata de la vecina del 4to B que está diciendo cuánto se había alarmado cuando sacó el gato al balcón y vio que un oscuro líquido rojo caía del piso superior sobre sus geranios.
Ellos ya habían acordonado prolijamente el piso de departamentos para evitar que los demás vecinos curiosos se entrometieran. Este simple gesto facilita enormemente mi trabajo y es la primera cosa más importante que uno aprende durante la carrera: cuidar la escena del crimen. Ya lo decía el gallego, por cada persona que se acerca hay que multiplicar las posibilidades de contaminación por 2 zapatos y luego hacer una resta, el resultado serán las veces que disminuirán las posibilidades de encontrar algo.
Se trataba de un apartamento de dos piezas, en el primer cuarto instalado un escueto bar junto un viejo sillón y una mesa de madera, acto seguido una asimétrica habitación oficiaba de dormitorio con una espaciosa cama y de ahí a un pequeño balcón de cerámicas sepia que miraba hacia un patio interno. Nuestra enemiga la oscuridad normalmente nos hace dificultoso el trabajo a ésas horas, a pesar de ello se podía observar el cuerpo globuloso de un masculino de mediana edad que se hallaba en decúbito ventral en medio de un coagulado magma sanguíneo, una formidable tijera de ésas que me imagino se utilizan muy raras veces había atravesado la región temporal derecha del occiso destrozándole todo el cráneo y triunfante aún se hallaba incrustada dejando que la masa encefálica se confundiera con el gris del piso.
Estaba completamente vestido, ni siquiera los zapatos se había quitado, mientras mis compañeros tomaban las fotos de rutina y hacían la grabación correspondiente, me puse a inspeccionar detenidamente la existencia de las indispensables huellas dactilares, pisadas, pelos u objetos personales que pudieran existir cerca del cadáver. Trabajamos exhaustivamente, hasta el sol nos encontró investigando aquel balcón y aún así curiosamente no había quedado nada, parecía que habían limpiado en forma cuidadosa toda la escena desde las habitaciones hasta el muerto, cuya ropa estaba completamente limpia, podía ser inclusive que el homicida hubiera pasado un quitamotas por toda la superficie de aquel hombre, porque inversamente a mis reiterados intentos no pude rescatar una sola huella dactilar, ni siquiera incompleta. La violencia infringida durante el acto que le produjo la muerte no parecía ser un acto premeditado y luego que el cadáver aparezca libre de rastros sin duda me dejó extrañado.
La autopsia de rigor se llevó a cabo en la Morgue Judicial, el espectrómetro de masas reveló grandes cantidades de benzodiazepinas y alcohol en sangre. Deduje las suficientes como para producir un sueño muy profundo y permitir después cargar al individuo hacia al balcón para luego precipitarlo al vacío, que garantizaría una muerte segura desde aquel 5to piso, pero como éste era tan obeso o quizás el asesino carecía de fuerzas suficientes se optó entonces por aquel desenlace macabro.

Durante el juicio la vecina rubia del 4to piso quiso alegar emoción violenta, dijo haberse ofuscado terriblemente porque habían estado saliendo en secreto durante 2 años e imagínese señor juez el me estaba engañando con otra mujer, mientras yo le preparaba el almuerzo, la cena y hasta le lavaba la ropa, el salía con una chica más joven que yo, una amiga los vio muy juntitos en un bar de Las Cañitas, yo lo amaba tanto que no podía soportar que fuera de otra, ay señor juez…
Um, mejor yo trato bien a mi mujer, me levanto sin chistar para prepararles la mamadera a los chicos, porque si las mujeres aman demasiado hay que cuidarse. ¿No?

lunes, 12 de marzo de 2012


Primer día de la semana

By Pseudomona

El lunes despertó nublado, triste y se puso a llorar, quiere convertirse en río para no tener que girar y aunque sea por un día dejarse estar, a momentos también lanza un temible suspiro que sacude las ventanas de nuestra ciudad. 
La pena que suele venir de la mano de la oscuridad en un santiamén dejó a este 12 de marzo en completa lobreguez cuando apenas son las ocho y veintiséis de la mañana.
Es que yo pienso quizás, se habrá peleado con el sol que tal vez ya no quiere brillar más o como vos también se ha ido a otro lugar.

domingo, 11 de marzo de 2012


Cupido es rana René

By Pseudomona

Cuando están juntos se miran de forma insistente en los labios
Queriendo besarse casi siempre aunque estén en medio de extraños
Que como yo son testigos de su amor floreciente
Igual que el ramo de rosas que a el le gusta entregarle
Para decirle simplemente que no hay un día que pase
Sin pensar en ella y en la emoción de escuchar su risa

A la hora de conquistarla el pone cara de mimoso
Gusta empujarla suavemente mientras se pone colorado
Ella responde contenta a la provocación con un dulce abrazo
Entonces un beso de seda llega como un rayo
Ellos dos sólo uno cuerpo a cuerpo encontrados
Y al mirarlos vos piensas que están enamorados

Juntos cuidan y malcrían a una tierna mascota
Que todas las noches descansa en un mullido sofá
Tiene largas patitas juguetonas de color clorofila
Sonrisa de lengua roja en cuerpo de manso peluche
Gusta jugar como ellos al disco rebelde y travieso
Allá en la complicidad de los bosques de Palermo

El dice que el amor se parece a una enfermedad
Que admite sólo dos líneas de tratamiento
Uno que permite realizar un proceso ambulatorio
Y el otro que yo pienso pertenece a ésta bella dupla
Dotado espontáneamente de infinitos síntomas
Que sin duda alguna te dejan hospitalizado.


sábado, 10 de marzo de 2012


Rhythm status

By Pseudomona

Tu cuerpo está rotando a miles de revoluciones en milésimas de segundo, millones de miocitos despolarizándose todos al mismo tiempo, persiguiendo las sagaces notas devenidas en ritmo aprovechando el resultado de la tecnología de nuestros tiempos. Alguna vez yo creo que lo sentimos en otra parte, quizás allá mientras aún latíamos en el líquido del amnios. Levantar invencible ambos brazos para unirte a los otros miles que ya están alzados, el placer de la armonía electrónica hace que continúes moviéndote libre siempre rumbo al norte. Mirar hacia arriba y ver que el mundo aún gira, dejar de lado eso aunque sea sólo por un instante.


viernes, 9 de marzo de 2012


Masa crítica

By Pseudomona

Cientos de personas jubilosas
Se lanzan a las arterias concurridas
En ligeros mecanismos de dos ruedas
Giran graciosamente incesantes
Multitud de caras sonrientes
Desafían por primera vez a los motores
Que rabiosos aguardan su pasaje

Nosotros, los que estamos de pie
Que en repetidas veces sufrimos
El atropello acostumbrado de los coches
Nos llenamos un poco también de revancha
Viendo el paso lento de la gran caravana
Que de alguna manera ha de vengar
Las pérdidas de todas nuestras batallas

Vivan flameantes las banderas coloridas
Cientos de manos que se agiten en el aire
Acompañemos ésta reunión de intenciones
En su paso simultáneo serpenteante
Que rueden decididas las bicicletas del mundo
Mientras se abrazan las avenidas
Callao y Santa Fe en Buenos Aires

jueves, 8 de marzo de 2012


La sal de la comida

By Pseudomona

San Miguel corría a la par del río, rodeado de cerros con formas caprichosas que parecían estar jugando con el paraje, árboles frondosos de grandes talles, inmensas plantaciones de maíces, habas y alfalfa constituían la principal labor allá en el sur de la República de Bolivia.
Ella una moza de apenas unos veinte años piel intensamente morena, el cabello largo repartido en dos trenzas, vestía siempre polleras y blusas de colores claros que resaltaban aún más sus ojos negros. Cuando le avisaron que tendría un nuevo parroquiano no le pareció complicación alguna, si bien ya tenía bastante trabajo, cocinar para uno más no iba a significar un gran problema.
Mejor aún al enterarse que se trataba del nuevo maestro asignado para la escuela, Victoria se puso contenta, quizás hasta podría pedirle un poco de ayuda para con el tiempo mejorar su escritura.
Desde muy chica experta cocinera, había estado a cargo de la pensión, lugar donde se servían los platos más suculentos de toda la comarca.
El menú criollo variaba todos los días rico en legumbres y hortalizas: lagüa de harina de maíz, tamales de trigo, sopa de quinua, guiso de lentejas, bocaditos de acelga y la lista sigue, muy rara vez se preparaba alguna carne, debido que aquel valle no era precisamente grande en actividades ganaderas.
Juan Pablo era un hombre de espaldas anchas, tez clara, manos fuertes y ojos grises. Había vivido toda su vida en la capital, recién graduado como maestro de escuela primaria, su primer destino era aquel remoto lugar y venía decidido a comenzar.  El día que arribó fue todo un acontecimiento, llegó en su moto, vestía jeans gastados y campera de cuero, sin duda era el personaje más llamativo a lo largo de aquella quebrada.
Una diminuta escuela con una bandera tricolor flameaba orgullosa en el centro del poblado, tenía solamente un gran recinto, donde se impartían las clases para los niños de todas las edades, era importante que se pudiera leer y escribir un poco al alcanzar el quinto grado y después el alumno quedaba insertado en la actividad agrícola o si era un varón muy fuerte tal vez partía para continuar su trabajo en la mina. El destino venía marcado de ésa manera y la gente del lugar no parecía tener ningún reparo. Terminar la secundaria o estudiar en la universidad eran cosa de otro cantar, allí sólo se vivía para trabajar.
En la pensión las cosas transcurrían al parecer sin ninguna dificultad, Victoria servía con solicitud las más ricas viandas que se podían degustar, que desde el primer día iban y venían de la mesa del maestro, un poco revueltas si, pero nada más, no les faltaba un solo bocado. Ella al principio hizo como quien no se percata de la situación, pero sin duda se esforzaba con ahínco para variar el menú y servirle la mejor porción. Su voluntad no parecía tener el menor efecto, el no era descortés, se presentaba puntual para almorzar y saludaba amablemente al llegar. Ocupaba siempre la misma mesa cerca de la cocina, pero igual los platos iban y venían sin probar.
Ella al principio ensayó ser tolerante, pero con el pasar de los días pasó de la extrañeza al desaire, jamás le había ocurrido que algún cliente se quejara de su comida y menos aún se la devolviera. Pero quien se habrá creído, rumiaba furiosa entre sus ollas. Al cabo de diez días de la fiel rutina, mirando el retorno del colorido plato colmado hasta más no poder a ella también se le colmó la paciencia. Salió enérgica de la cocina en dirección a la mesa que ocupaba Juan Pablo.
- Profesor, dijo de pie con las manos en la cintura. ¡No creo que pueda seguir ofreciéndole el almuerzo aquí! Si total, Ud. no come, quizás le vendría bien buscarse otro lugar…
- Mire, interrumpió el maestro, sosteniendo la mirada con toda la certeza de sus ojos grises. No es la comida…nada de eso, verá…es que no puedo comer y a la vez mirarla. ¿Entiende…Victoria? Dijo suavemente mientras le tomaba de la mano.

miércoles, 7 de marzo de 2012


La alegría es femenina

By Pseudomona

Yo, por mi horario laboral casi nunca consigo llegar a tiempo, ellas que ya lo saben están sentadas esperando, allá en La Bibliotequè. Llego silenciosamente y observo de reojo desde la puerta, están las dos tan lindas hablando y de a ratos mirando el reloj.
Ésta vez me tardé mucho más de lo habitual y ellas ya se habían comido una tabla de terrinas y otra de quesos. Mariana que no bebe alcohol estaba empinando un gran vaso de agua mientras que Anita que comparte conmigo el placer de libar las bebidas que requieren un poco de destilación había ordenado una cerveza. ¡Chicas! Perdón por la demora. Ellas no me dan ni un solo reproche, me reciben contentas entre risas y abrazos cariñosos, no dejamos de darnos también muchos besos, de ésos que son propios de las mujeres.
Entonces comenzamos a hablar las tres al mismo tiempo, muy rápido como si se nos escapara la noche nos contamos de todo menos de trabajo, cómo va la casa, nuestras otras amigas, gozos y desconsuelos, después reír tanto que no podemos parar y nos duele hasta la prensa abdominal. De tanto bullicio en éste riguroso lugar hemos llamado la atención de los señores de la mesa de al lado, mejor paramos un poco. ¿No?
Traigo un apetito terrible que debe acompañarse siempre con un buen vino blanco, por ello pido la infaltable botella de aquel almibarado, otra tabla de quesos y otra de panes, el maître me mira asombrado y yo añado: ¡Ah! por favor también una botella de agua mineral sin gas.

Hacemos un brindis por la amistad, Ana quiere también por el amor, bueno también por el amor, es irremediable qué se le va a hacer. Entonces nos habla del nuevo libro que está terminando de leer que habla de la fuerza positiva que las personas deberían mantener y nosotras queremos que lo lea rápido para que después nos lo preste. Mariana ahora nos cuenta las aventuras de su último viaje por Europa y nos da estrictas recomendaciones sobre donde beber el mejor café en Roma o comer el mejor pastel en Londres y además muestra fotos que había sacado con su teléfono portátil. Simplemente delicioso.


martes, 6 de marzo de 2012


Té de las cinco

By Pseudomona

A Buenos Aires le encantan los domingos
en que el sol no se esconde.
Gusta contonearse magnífica
en la unión de las calles Ortiz y Quintana.
Se sienta tranquilamente en la esquina
y optimista observa a los visitantes del mundo,
o tal vez sólo a viejos conocidos parlanchines
amantes de los autos añejos que adornan la vereda
sitio de partida del Gran Premio Recoleta-Tigre.

Después de un rato se levanta y entra en La Biela
soberbio salón que allí se enclava.
Redondos lamparones engalanan su cielo
incansables ventiladores de tres brazos la saludan.
Cortinas inmaculadas juegan con ella en las ventanas,
para su deleite, madera recia en las columnas.
Reconoce a Jorge Luis Borges y Juan Manuel Fangio retratados
y se pone orgullosa porque le gustan las artes y los coches de carrera.

Mientras el reloj de la blanca iglesia
empuja lentamente sus pequeñas manecillas,
son casi las cinco de una soleada tarde.
Distinguidos vestidos de seda y exquisitos collares de perlas
se asoman complacientes a tomar la merienda
costumbre ancestral en Recoleta.
Coronas de facturas, tortas confitadas y galletas
desfilan menudas en las coquetas mesas,
ella prueba de todo porque jamás hace dieta. 

lunes, 5 de marzo de 2012


El Olimpo de los Dioses

By Pseudomona

Éramos cuatro mortales allá en el Hospital de Clínicas José de San Martín, el más glorioso de Buenos Aires. Habíamos salido recién de la facultad y éramos tan jóvenes como ingenuos.
Andre, te habías ganado la medalla de oro de la UBA por haberte sacado siempre un 10 en todas las materias, por eso estabas ahí, en la cuarta cátedra de Medicina Interna.
Vero, venías desde La Plata donde habías obtenido un promedio tan alto que querían obligarte a quedarte, pero decidiste viajar y establecerte en la capital.
Fede, estudiaste en el CEMIC, becado durante toda tu carrera y si bien, tranquilamente pudieras haber continuado la residencia ahí, no pudiste despreciar ésta única posibilidad.
Yo, de todos era la chica normal, no había obtenido ni un promedio tan alto ni había sido tan brillante, pero me había me ganado mi lugar en un riguroso examen en el que había puesto todo mi esfuerzo. Porque había viajado desde muy lejos para realizar mi sueño, el de continuar estudiando la carrera de toda mi vida, la que quise desde que era niña.
Fue muy duro aterrizar de golpe en aquella sala de internación, con sólo nuestro marco teórico. Bueno, nos decíamos, venimos a aprender y qué mejor que acá. Nuestro gran hospital nos acogió con mucha seriedad y hasta desdén diría yo, que después se tornó en desprecio porque la monotonía a veces suele causar eso, poco a poco fuimos cayendo en cuenta que éramos el último eslabón de aquella cadena alimenticia y ante el primer descuido podíamos sucumbir a su voraz apetito.
Conocer al gran Profesor Dr. Carlos Cotone Jefe de Sala, no sólo me marcó la vida profesional sino hasta la individual. Si bien tenía el fuego sagrado de la medicina también era una persona muy particular, que es difícil de describir en ésta oportunidad. Quizás en otro momento.
Recuerdo la recorrida de sala de todos los días frente a la cama de cada paciente, comentar todos los datos de filiación, motivo de internación, antecedentes, minucioso y extenso examen físico, aprender diecinueve formas de palpar un solo órgano, el bazo; plantear los probables cuarentiseis diagnósticos diferenciales y particularmente en estos dos últimos era un placer escuchar a nuestro jefe que nos daba cátedra y nos enseñaba hasta lo que aún no se había escrito en los libros, fruto de su gran labor y experiencia de sus casi 65 años. Pero también era el momento en que más sufríamos, porque aún no podíamos competir a la par de los médicos de los años superiores. Allí comprendí exactamente la frase: “El conocimiento es poder” Si, es poder maltratarte al no saber, es poder llegar a humillarte sin vos poder hacer nada.
Comenzaron entonces las terribles guardias, pasar hasta cuarentiocho horas o más sin poder dormir, aguantando de pie sin tener tiempo para ir al toilette. Almorzar un kilo de helado caliente a las cinco de la tarde o cenar una docena de empanadas frías a las cuatro de la mañana. Asomarte después un ratito a la ventana y mirar desde lo alto hacia la esquina de Córdoba y Junín. Ver que la ciudad se está despertando, que las personas caminan y son libres, cuando vos todavía no habías terminado de escribir las historias clínicas, cada una dotada de veinticuatro hojas preguntonas, apurarte y rezar poder llegar a tiempo, porque ya se venía las siete de la mañana, comienzo del pase de sala.
Después estar tan cansada que terminás escribiendo entre hambre y sueño las indicaciones de cama 105: nebulizaciones con jamón y queso cada 6 horas. Entonces soportar la furia de tus residentes superiores que lejos de entenderte amenazan con dejarte de guardia castigo.
Nunca olvidaré Fede, mi querido amigo, cuando te enfrentaste al Gran Cotone aquella vez para exigirle que nos ofrezca disculpas por lo mucho que nos había gritado durante la recorrida de sala, el lejos de hacerlo te mandó castigado por irreverente.
Soportar todos los días que nos llamen doctores melones, sólo por ser todavía chicos en el arte de los mayores, sin pensar que pronto podíamos crecer y que lo haríamos allí, porque no había mejor lugar.
Sin duda tantas veces pensamos en irnos, especialmente durante las primeras semanas, te acordarás Vero las veces que nos quedamos a dormir en el suelo porque terminábamos tan tarde que volver a casa era un peligro, de poder quedarnos dormidas y no estar a tiempo para el pase. Vos y yo tendidas en un solo colchón, yo preguntándome si realmente valía la pena, quizás podía irme y volver a comenzar en otro hospital…una vocecita interior me decía: jamás, nunca lo hagas.


Pasar trescientos sesenta y cinco días multiplicados por cuatro encerrados en el piso once, dejar nuestros mejores años entre aquellas paredes, para luego al concluir también haber crecido y ya siendo grandes recibir tantas ofertas de trabajo de lugares impensados y finalmente decir ¡No somos doctores melones, carajo!

domingo, 4 de marzo de 2012


Letras en la trama

By Pseudomona

El tiempo se diluye lentamente
En una espera que aún no concluye
A veces alegre a veces no
Evocaciones lejanas vienen no sé de donde
Traen sensaciones etéreas
Felices voces y risas

Donde estarás ahora
¿Te acordarás de mí todavía?
Quizás ya no más
Puede que estés en otra circunstancia de la vida
Y yo aún queriendo meter mis dedos en tu boca
Y sentir tus suaves mordidas

Sólo en un sueño parece que vivo
Una quimera lejana que en ti consigo
Recordándote a diario
Aunque vos estés viajando
Lejos de aquí por otros lugares
Un poco también me gustaría ir contigo

Así desperté con mis pensamientos
Me conecto a la enorme telaraña
¡Oh qué agradable sorpresa!
Me has escrito un mail
Que también me cuenta
Que has pensado en mí y aún me recuerdas
Y de repente ya no hay más soledad ni distancia. 

sábado, 3 de marzo de 2012


Pregunta y respuesta

By Pseudomona

¿Existe algún mecanismo por el cual no se puede dormir? 

Anatómicamente el sueño
Es comandado por el hipotálamo
Que enérgico debe ordenar
Realizar un buen descanso
En éste punto paradójicamente
Mi cuerpo no le hace caso
Se revela tácito a su mandato
Porque se mantiene muy ocupado
Dirigiendo presuroso el tránsito
De miles y miles de recuerdos
Que circulan contentos
Por las calles de mi cerebro.

viernes, 2 de marzo de 2012


Deseos de contestar

By Pseudomona

Cuando alguien me pregunta
Sobre las cosas que me gustan pienso:

Mis pancitos favoritos con semillas de girasol, si están calentitos mejor
Abundante agua fría en un vaso enorme de cristal
Un Chardonnay del valle bien perfumado
Salmón rosado ahumado con hojas verdes y aceite de oliva
Helado de vainilla con algunas chispas de menta
Ensalada de albahaca fresca y queso rallado
Cerveza negra bien helada
Submarino de leche caliente y chocolate más masita brownie
Semillon Doux 2006 de Catena Zapata
Sandía tierna y rosas de estación
Palta madura con un toque de sal gruesa
Un té amargo con budín de nueces y naranja
Ojo de bife bien cocido con batatas fritas
Uvas blancas sin pepas, más aún si están desgranadas

Pero me detengo
No quiero que la otra persona crea
Que estoy loca
Y simplemente respondo
Me da igual cualquier cosa.


Viaje a la gran ciudad

By Pseudomona

Un dolor lancinante delataba la venoclisis en mi antebrazo derecho, yo me contraía asustada rogando que la sensación no se volviera interminable. Lo recuerdo tan nítido como si no hubiera pasado el tiempo, la etiqueta decía seriamente: cloranfenicol.
Yo apenas tenía ocho años, vivía con mi familia en un campamento llamado Tatasi, perteneciente a la Corporación Minera de Bolivia. Era un pueblo pequeño casi inexistente de casuchas construidas con adobe y pajabrava, un arbusto que desafía al frío más aterrador de la montaña. Un caserío olvidado, donde el viento se paseaba a sus anchas y sólo se podía escuchar el monótono silbido de la sirena, que dictaba el cambio de turno en la mina, la esclavizante actividad del lugar.
Allí no existían las estaciones del tiempo era invierno eterno y había que andar siempre abrigado. Recuerdo que junto con una brisa escasamente tibia que se supone debía ser pleno verano, un día llegó el camión verdulero. Su paso infaltable por medio del pueblo fue una invitación para nosotros los niños que corrimos detrás a la salida de la escuela. De inmediato la pulpería se llenó con bananas, naranjas y mangos. ¡Qué ricos mangos! Comerlos demasiado y después sentirse tan mal con un terrible dolor en el estómago, fiebre endemoniada y vómitos. Después despertarse en aquel lugar, una sala enorme de ventanas altas cortinas casi grises, camas varias apiladas unas al lado de otras, muchos niños muchas lágrimas, inclusive yo.
Pero en el altiplano la capacidad de adaptación obligatoriamente tiene que ser increíble, por ello a pesar de no estar en mi casa ni con mis hermanos, yo ponía cara sonriente cada vez que llegaba la enfermera para colocarme la medicación.
De aquella internación recuerdo sólo algunas cosas, pero sería imposible olvidar a Felipe que tendría mi edad o quizás un poco más, pero se veía tan flaquito y pálido, que podría haber tenido tranquilamente seis. A el le gustaba pasarse las tardes jugando con sus inseparables soldaditos verdes de plástico y era muy tímido al principio pero a fuerza de estar hospitalizados poco a poco nos hicimos amigos y a veces un soldadito me prestaba.
Nos visitaba cada tanto una cariñosa monjita que venía cargada de un gran libro con fotos de grandes ciudades y a nosotros nos gustaba especialmente La Paz donde ella nos decía vivía el presidente que ya por ello debía ser muy importante. Así lo comentábamos con Felipe mediante un teléfono de juguete construido por 2 latas de salchichas unidas por un gran hilo. En los envases se leía claramente: Canned Pork. Donación de la República de Canadá.
Pasaron así nuestros días de encierro y si me preguntan el lapso, inclusive ahora que lo pienso tanto no puedo precisar cuánto.
Un día desperté y Felipe no estaba, nuestra amiga la monjita se acercó despacio con una bolsita de soldaditos verdes de plástico que me dijo ahora eran míos, que Felipe los había dejado para mí, porque se tuvo que ir rápido a La Paz y ni tiempo tuvo de despedirse. Si bien a mí me dio mucha pena, también me puse contenta, conocer la gran ciudad debe ser una gran experiencia.

Sólo hasta que estuve en la Facultad de Medicina pude darme cuenta que Felipe no pudo haberse ido a la gran ciudad, o tal vez sí de algún modo porque el pueblo entero estuvo de cuarentena y con la epidemia de fiebre tifoidea de los años 90 viajaron muchos niños entre ellos mi amigo.