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miércoles, 5 de noviembre de 2014

Viajar es soñar

Señores pasajeros muy buenas noches, les habla Ratzenberger, el comandante. La tripulación y yo queremos agradecerles que hayan elegido volar con nosotros y como muestra de gratitud les vamos a ofrecer una sorpresa. Estamos volando un Boeing 880 por primera vez en un vuelo comercial. Les rogamos que se abrochen bien los cinturones de seguridad, que en unos minutos vamos a volar 10 millas más alto, procederemos a despejar todo el techo del avión y ustedes podrán disfrutar de un espectáculo nunca antes visto.

Dicho y hecho. El Comandante, que se nota le encanta Cold Play, pone a tocar A Sky Full Of Stars por los altavoces mientras que lentamente las láminas metálicas del techo se van haciendo a los costados y a través de la gruesa capa de vidrio templado el avión va avanzando más cerca de las estrellas que nunca y es ahí que volando pasan unos animales rarísimos pero mansos que como hechizados acompañan la trayectoria del avión, seguro que habremos llamado la atención con todas las luces destellantes de la cabina y los flashes de las cámaras fotográficas de los pasajeros. Hay de todo! Un león alado que tiene una melena larga como mi cabello antes de haber sido cortado, bigotes de batracio y garras de chocolate, una gran foca de color rosa que se mueve con la propulsión que le brinda su cola y pasa de prisa persiguiendo al arco iris que se ha hecho pelota, pero de todos, al lado nuestro bien pacífica vuela una gigantesca ballena, que calculo será del mismo tamaño del Boeing, pasamos tan cerca de ella que me puedo ver reflejada en uno de sus ojos, ella está tan sorprendida que no lo puede creer, que los abre y los cierra una y otra vez y no puede evitar lanzar miles de luciérnagas por sus espiráculos, éstas van volando lejos hasta hacerse estrellas…


-          Señorita, señorita! Me deja pasar por favor que quiero ir al baño?


martes, 4 de noviembre de 2014

Zona Sur

Quiere? Doctora? Me dice Sergio, acomodando la bombilla al alcanzarme el mate. Yo, que aunque no nací en la Argentina y al principio el mate no me terminaba de gustar, a estas alturas no puedo vivir sin él. Y lo agarro con mil manos, es mi adicción, el mate y mejor si es con biscochitos de grasa. Despacio, Doctora, despacio, mire que después se le mancha el ambo, dice mi compañero de ambulancia.

Avellaneda. Siete y media de la mañana, nuestra guardia está comenzando en un día soleado y ya desde temprano se hacen notar los efectos del clima de verano. Recién habíamos terminado de revisar el móvil, Sergio aparte de ser chofer, enfermero, hace las veces también de mecánico y revisa a la Ducato con el cuidado de un cirujano, porque no vaya a ser que nos deje mal parados cuando estemos cubriendo un código rojo. Después de todo somos una Unidad de Terapia Intensiva ambulante como dice él orgulloso mientras la limpia, dejándola blanca y reluciente. Yo, por mi parte también tengo una tarea pero un tanto aburrida, la de revisar cuánto de oxígeno queda en los tubos, si anda el laringoscopio, que el respirador funcione, comprobar que anda el electrocardiógrafo para lo cual le hago correr una larga tira, que al botiquín no falte nada…

Y ya estamos los dos acomodados, mate va mate viene, me voy poniendo el cinturón de seguridad, pues vamos primero a la estación de servicio a cargarnos de combustible y de ahí quien sabe, peinaremos las próximas veinticuatro horas, calle arriba y calle abajo las destartaladas arterias de la zona que ningún médico recibido en éste país se dignaría siquiera a mirar.

-          Los Abuelos, le parece doctora?
-          Dale. Uyyy cómo me gustan los Abuelos!

Y Miguel Abuelo nos canta…lunes por la madrugada…la la la la y ha olvidar que el día anterior asaltaron a la unidad de la misma empresa que había entrado en pleno día en el Dock Sud y que no sólo la habían vaciado sino que terminaron disparándole a nuestros colegas, que bien podíamos haber sido nosotros, si ha olvidar; sino no se puede trabajar, vivir, respirar…y los Abuelos tienen razón: ...más allá de toda pena, la vida es buena la la la


-     Doctora, no saque tanto el brazo por la ventana, que le está quedando todo negro, como el de un camionero…



lunes, 3 de noviembre de 2014

Continuación de A 03

La Avenida Callao es de una sola mano en dirección hacia Libertador y a esa hora del día estaba inundada de taxis. El temor de que alguien me estuviera siguiendo y de que de un momento a otro pudiera empujarme, golpearme o aún más dispararme hacía de mi bolsa de basura aún más pesada y que me preguntara cuánto de dolor sentirá un herido de bala…

La sola idea de morir sobre la acera y aparecer en las noticias de la noche como una víctima más de la inseguridad de Buenos Aires hizo que súbitamente gire sobre mis pasos y decida no ir hasta el semáforo de la esquina que sería el camino más coherente que yo debiera tomar, sino que camine en dirección contraria, dirigiéndome hacia Santa Fé y no sólo esto sino que aprovechando una pequeña pausa una fuerza omnipotente me empujó a abalanzarme por medio de la corriente de autos hasta conseguir llegar al otro lado de la Avenida mientras los automovilistas me tocan la bocina, no falta un par que hasta me insulta.

Del otro lado de la vereda entonces tomo un taxi. El lugar a donde me dirigía en verdad quedaba a menos de cinco minutos del Banco, tenía que ir a lo de Otero, pero era más seguro ir así. Cuando le digo la dirección al taxista, éste me mira indignado por tratarse de un trayecto corto, entonces le digo que no se preocupe, que siga conduciendo hasta el final de Avenida Libertador y después gire de nuevo por una calle paralela hasta la dirección indicada, que no había problema, que por favor me disculpe.

Me bajo en la puerta de la tienda de Antigüedades y Joyas, toco impaciente el timbre mirando para todos lados, aunque se muy bien que nadie podría haberme seguido, a menos que adivinara mis pensamientos. Una elegantísima señora me abre la puerta.

-          Buen día, vengo a ver al señor Otero.
-          Si que tal. Tiene cita?
-          Si, lo he llamado ayer por teléfono.
-          De parte de quien le digo…
-          De parte del encargado del edificio de las Heras…
-          Pase. Espere un rato, puede tomar asiento.
-          Bueno…

El lugar no tenía ninguna otra Joya o Antigüedad que no estuviera expuesta en la vidriera, estaba completamente vacío, sólo una pequeña mesa ratona y un par de sillas eran todo el mobiliario. 

-          Pase, doctora. Pase, pase.
-          Otero cierto?
-          Si, Roberto ya me ha hablado de Usted, pierda cuidado. Siéntese aquí.
-          Gracias, mire, como le dije por teléfono necesito con comprar euros urgente…
-          Hace bien, este país dentro de poco se va al carajo.
-         
-          Bueno, a los negocios. Como le dije el euro viene pegado al dólar y el dólar no está más al precio que le dije ayer, me acaban de llamar de Florida y ha subido un par de puntos…me dice alcanzándome en un papel una cifra muchísimo más alta de lo que me había anunciado.
-          Pero esto es demasiado! Yo…no sé si me conviene ahora…
-          Le conviene, seguro que le conviene, si no lo compra hoy, seguro volverá mañana y ahí si que le aseguro que estará caro…
-          No sé…es que yo tengo ese dinero ya destinado…digo los euros…
-          Mire doctora, con esto de los controles en la Aduana no están dejando entrar dólares, euros menos, nadie los trae, los únicos que quizás son los turistas…no tiene opción, no podrá comprar euros en ninguna otra parte.
-          No sé Otero…no sé…(mirando a la bolsa negra que ahora reposa sobre mis rodillas, ya me imagino salir de nuevo con ella a la calle...no...de nuevo....si,...a lo de Dios)... de acuerdo…
-          Muy buena decisión…espere que le aviso a los chicos para que vengan porque sólo yo no puedo con todo éste paquete me dice a tiempo que me extiende las manos…Ignacioooo, Fedeeeee, vengan aquí que hacemos negocioooo.

Dos hombres más jóvenes vestidos de traje y corbata entran de inmediato en la habitación trayendo algo que parecía una gran máquina de escribir que enseguida la colocan encima de la mesa, delante de Otero.

-          Cuánto trajo doctora?
-          Todo lo que le dije que iba a traer por teléfono.
-          Hmmm, mucho ha ahorrado Ud. doctora, eh, paga bien la prepaga, no?
-          …lo acabo de retirar del Banco...está bien contado…
-          Usted dirá lo que quiera, pero acá lo tenemos que volver a contar doctora y no es nada personal, sabe?
-          Pero si tiene la cinta de seguridad y todo, es la cantidad que le dije que iba a traer…
-          Lo tenemos que contar igual…dice hundiendo un cuchillo en el grueso nylon que contiene el dinero y los vá poniendo apilados en la misteriosa máquina de escribir, que no es otra cosa que un cuenta billetes automático. Pone el primer fajo y la máquina deja pasar algunos billetes y a la gran mayoría los retiene haciendo un estruendoso ruido pi pi pi pi
-          Pero que me ha traído doctora, son falsos, le han dado billetes falsos!
-          De ninguna manera, no puede ser ningún billete falso…mire, le digo tomando alguno de los marcados como tal por la máquina, tóquelo, no me a decir ahora que éste billete es falso, porque no lo es.
-          Señora, yo soy el que sabe de billetes y éste que me muestra es completamente falso! Mirándome con tal seguridad que hasta hubiera llegado a creerle.
-          Mire Otero, deje, me llevo los billetes falsos, no hay negocio, deje…y comienzo a volver a colocarlos en la bolsa de basura.
-          Pero no doctora, que yo la quiero ayudar, no todos son falsos como vio, le puedo dar los euros con los que dejó pasar la máquina…Fede, vos llevate los demás y hacele la doble comprobación en la otra máquina que tenemos atrás…
-          De ninguna manera, Usted no se lleva de aquí ningún billete, porque ninguno aquí es falso, los falsos son Ustedes. No lo puedo creer Otero! No le basta acaso con dizque venderme los euros al doble de lo que en realidad valen, sino también tiene que armar este circo. Déjeme pasar! Suélteme! Le digo mirándole directo en sus ojos de buitre. Y Otero ya me estaba clavando las uñas en mi brazo derecho.
-          Doctora Usted vino a hacer negocios y así no se hacen los negocios. No me haga perder mi tiempo…
-          Suélteme, Otero! Mire que si ahora no salgo le van a tocar el timbre, junto con el taxista que me trajo está mi hermano, qué cree que iba a venir sola…
-          Pero Roberto dijo que Usted no tiene familia aquí, que está sola…
-          Pero Usted cree que yo le voy contando a todo el mundo si tengo o no familia!? Suélteme!

La señora elegante, más certera que nunca irrumpe rápidamente en la habitación:

-          Pero soltala Humberto, qué te pasa! Te has vuelto loco?... Discúlpelo doctora, vaya, váyase…
-          Esto no se queda así, sabe Otero? Lo voy a denunciar con la policía…esto no se queda así…
-          Vaya, vaya! Denúncieme con la policía y la que va en cana será Usted! No sabe que está prohibido comprar y vender moneda extranjera? Doctora? Eh!

Salgo corriendo a la calle con la bolsa en brazos, me dan ganas de llorar, de gritar, de patear, me tomo el primer taxi que pasa y le dirijo una mirada asesina al pobre taxista que me observa paciente.

-          Adonde la llevo señora?
-         
-          Señora?
-          Al Buque Bus, en puerto Madero.

Y habrán sido las 5 de la tarde cuando llegamos a Montevideo, yo todavía tenía conmigo los ahorros de toda mi vida, intactos. A nadie se le ocurrió mirar lo que había en la bolsa de consorcio al momento que la hice pasar por los controles de la Aduana, porque los perros están entrenados para oler dólares, pero a los pesos, ni los sienten. Total, siempre escuché que el Uruguayo es honrado, no importa el viaje, seguro que aquí podré con certeza al fin comprar los euros.


domingo, 2 de noviembre de 2014

Cuestión de Salud Pública

Vuelo Frankfurt-Buenos Aires abordando por puerta C 16, repito a todos los pasajeros del vuelo…

Asiento en clase económica, 40 D al pasillo, me siento despacio acomodándome el cinturón de seguridad y me inclino un poco a la derecha, para disimuladamente echarle una ojeada a los otros tres viajeros que se encuentran en la misma línea de asientos de aquel Boeing 876, porque según la constitución física de ellos puedo inferir de antemano si comerán o beberán mucho durante el viaje, que en otras circunstancias me tiene sin cuidado, pero en un viaje tan largo significa la cantidad de veces que voy a tener que levantarme o no, para darles paso en dirección del baño. No, creo que hoy no tendré problemas, los pasajeros: dos mujeres de mediana edad y un varón de más o menos la mía, todos de apariencia física normal, me saludan con un ademán de la cabeza, ya debidamente ubicados, con cinturón puesto y sobre todo, en silencio, es más mi compañero inmediato está sosteniendo entre sus manos un libro…qué suerte que tuve.

Despegamos. Las luces se apagan dejando al avión en una relajante penumbra. Algunos viajeros respiran hondo, otros cuchichean despacito, paulatinamente van aflojándose los cinturones y de pronto hay un movimiento inusitado en la fila de al frente, que es sólo de dos personas y está ubicado al lado de la puerta de emergencia. Son una pareja, yo ya los había visto en la fila de abordaje, ambos de unos 60 y tantos años, vestidos como para ir a escalar el Everest. Ella, no obstante tener todo el pelo canoso y ralo, lo llevaba suelto como tratándose de una hermosa melena, él, resistiéndose a la notoria calvicie tenía atada en una larga cola la poca cantidad de pelo blanquecino que le quedaba. De tanto prestar atención puedo escuchar palabras sueltas en alemán que le dice la mujer a su marido: me manché toda…mirá…que vergüenza…y él tratando de consolarla, se para primero y después busca en los compartimentos donde se guardan los equipajes de mano, que por el nerviosismo seguro se ha olvidado donde ha guardado el suyo y va abriendo simultáneamente todas las cajas ubicadas por encima de los asientos…

La mujer pasa con dirección al baño, ubicado más o menos en las fila 42, entretanto el marido que ha agarrado una especie de toalla, se ha dedicado a limpiar con ella exhaustivamente el misterioso problema de la señora. Nunca vi a nadie que pusiera tanto ahínco para la limpieza y supongo que al no conseguirlo, decide sacar los asientos y cambiarlos, algo que yo desconocía que se pudiera hacer, pero se hace. Entonces el asiento problemático lo pone al pasillo, agarra unas bolsas de plástico, de ésas que te ponen en los aviones para quienes tienen ganas de vomitar y los acomoda a modo de forro impermeable y después se sienta. A todo esto ha vuelto la mujer que ha cambiado su pantalón de escalar por unos jeans y se sienta de nuevo al lado de la ventana, mientras el marido la cubre con un manta y le va acariciando el pelo diciéndole algo suave. Qué muestra más grande de amor, con los años que deben llevar casados.

Una hora más tarde, me despierto cuando alguien sin querer me toca el brazo, es la señora que pasa rápidamente, de nuevo en dirección al baño.

Entonces esa forma de pensar que a veces tengo de darle explicación a todo lo que está pasando se las toma conmigo. Busco un motivo que naturalmente no me obligue a tener que contarle esto a la azafata: le bajó el periodo, pero a los 60 y tantos años resulta un poco complicado…tiene incontinencia urinaria, si, es eso…pero por qué se angustia tanto? Normalmente la gente con ese problema ya lo sabe y además porta un pañal en un largo viaje…no, debe ser otra cosa…sí, debe ser una diarrea del viajero, es eso, diablos, pero está usando el único baño de éste lado del avión…debo decirle a la azafata o no…Pero en ese momento como una ráfaga de viento que me hela la espalda escucho…Fieber...fiebre, la mujer tiene ahora fiebre…y entonces me acordé de la conversación que había escuchado horas antes mientras hacíamos la fila: Sierra Leona, dijo él, lo bien que habían hecho suspendiendo sus vacaciones en Sierra Leona…Sierra Leona, diarrea, fiebre, malestar…la señora tiene Ébola. Azafata! Azafata! Por favor venga, le tengo que decir algo urgente. Urgente!

No sólo nos hicieron aterrizar de emergencia en el Aeropuerto francés más cercano, sino que nos pusieron a todos los 525 pasajeros, incluidos a los de primera clase: en Cuarentena. Yo perdí mis vacaciones en Buenos Aires y seguro que la otra gente también sufrió los desastres de mi no acertada sospecha, porque al final lo que tuvo la señora era un Colon Irritable por los nervios de viajar por primera vez a Sudamérica.



sábado, 1 de noviembre de 2014

El negocio

A las cinco y media de la tarde de un sofocante día de primavera, donde el sol arrasa contra todo quien este debajo de él, la esquina de Santa Fé y Callao está más viva que nunca. A pesar de que aún la gente que trabaja en oficina no ha terminado su jornada laboral, miles de transeúntes se desplazan en todas direcciones, en medio de esa masa no uniforme estoy yo, que intento avanzar despacio y disfrutar de mis vacaciones, lo cual no consigo, pues por naturaleza propia, el porteño es muy resuelto y camina sin dar tregua.

Una voz ronca de tanto gritar se levanta por encima del tumulto que hace la muchedumbre: la mesaaaaa…la mesaaaaa…señores…compren la mesa…señora, señor, la mesaaaa…

No puedo evitar mirar para el lado de donde viene la voz, que está a un par de metros de mí, y descubro a un hombre de al menos 30 años, vestido con remera gastada que cuando nueva habrá sido blanca, jeans, bandolera que le cruza el pecho y en sus dos brazos sostiene algo que al principio parecen unas tablas de madera, pero que si uno se queda observando tres segundos se convierten en una graciosa mesa que puede doblarse y desdoblarse. Qué ingenioso! Pienso yo y sigo mi camino. Antes de cruzar la Avenida el semáforo en rojo detiene mi marcha y no dejo de escuchar la mesaaaaa…la mesaaaaa…la me…y la voz a momentos se le corta, debió ser eso o quién sabe qué cosa que removió en mi memoria el sonido de mi propia voz, de cuando yo tenía unos 8 años: pasteles…pasteeeeles…compren los pasteeeeles, paste…y un repentino pinchazo inimaginable en mi pecho cuando evoqué la voz de mi hermanito, exactamente once meses menor, con el mismo estribillo.

La luz del semáforo se volvió verde y la gente se adelantó empujándome un poco, pero yo no me podía mover, quise continuar como si nada, pero no pude…tuve que volver.

-          Señor, cuanto cuesta la mesa?
-          Mire señora, es una mesa artesanal, hecha a mano, perfectamente lijada y barnizada, sólo debe desdoblarla y enseguida Usted tendrá una hermosa y práctica mesa, me dice el hombre con un intenso brillo en sus ojos a tiempo que me alcanza la tabla doblada para que yo misma pudiera hacer el ejercicio de volver a armarla.
-          Si, es linda la mesa, le digo, cuánto cuesta?
-          Tiene redonda y cuadrada, me responde. A mí, que conozco el truco de no decir de entrada el precio. Que a menudo usan los vendedores callejeros, para no espantar enseguida a sus clientes.
-          Le va a durar señora, es una buena inversión, está hecha de buena madera, dice golpeándola con sus nudillos.
-          Ya veo y el precio?
-          La redonda sale…130 nomás y si quiere la cuadrada, le puedo dar a 120 pesos…señora…

Yo las miro a las dos y algo que es muy mío, la indecisión de no saber si redonda o cuadrada me hace mirarlas de nuevo por un medio segundo.

-          Mire señora, le puedo dar la que quiera a 100 pesos y listo, llévasela, hoy no he vendido nada y necesito llevarle algo a la negra…
-          No, está bien, me llevo la redonda por los 130 y voy buscando en mi bolso el monto acordado.
-          En serio! Se lleva la mesa, no se va a arrepentir, tome, tome…
-          Gracias, ahí tiene los pesos.

Y nos estrechamos la mano como si acabáramos de hacer un negocio millonario.

-     Mucha suerte y que venda todas las mesas…
-     Gracias señora, que sea una venta con suerte…

Cuando me dispongo a retirarme tabla en mano, un policía correctamente uniformado se acerca rápidamente a nosotros.

-          Vos venís conmigo, le dice al hombre tomándole del brazo, no te dije esta mañana que acá está prohibida la venta callejera?
-          Pero, déjelo, si no está haciendo nada malo, trato de defenderlo.
-          Usted no se meta señora, que también está cometiendo un delito.
-          Un delito! Qué delito?
-          No sabe que en el artículo número tantos del código de ley tantos está prohibido comprar o vender sin factura? O acaso me quiere decir que éste le dio una factura, agarrándolo bien del brazo, mientras el vendedor se queja despacio pero resignado: por favor jefe, suélteme, ya me voy a casa, le juro que no molesto más, por favor maestro, ruega.
-          Por favor señor policía, déjelo ir, yo le aseguro que aquí no hay mala intención, por favor le pido, no lo lleve…
-          Lo dice Usted, pero todos los días es lo mismo, lo voy corriendo de esquina en esquina a lo largo de toda la Avenida…
-          Trate de entender, es mi culpa…yo de verdad necesitaba comprar la mesa… por favor, déjelo ir…
-          Móvil 114, móvil 114 responda! Hay un 403 en Santa Fé y Riobamba, repito 403 en Santa Fé y Riobamba…cambio.
-          Aquí móvil 114 voy de inmediato, cambio…dice el uniformado mirándonos aliviado de no poder hacer cumplir una absurda ley en éstos tiempos tan duros. Y se larga a correr calle arriba agarrándose la gorra azul con la mano izquierda mientras que en la derecha continúa hablando por su radio, sin acordarse más de los dos pequeños infractores que quedamos en libertad y nos mezclamos presurosamente entre la gente que acaba de salir de las oficinas.