Continuación de A 03
La Avenida Callao es de una sola mano en dirección hacia
Libertador y a esa hora del día estaba inundada de taxis. El temor de que
alguien me estuviera siguiendo y de que de un momento a otro pudiera empujarme,
golpearme o aún más dispararme hacía de mi bolsa de basura aún más pesada y que
me preguntara cuánto de dolor sentirá un herido de bala…
La sola idea de morir sobre la acera y aparecer en las
noticias de la noche como una víctima más de la inseguridad de Buenos Aires
hizo que súbitamente gire sobre mis pasos y decida no ir hasta el semáforo de
la esquina que sería el camino más coherente que yo debiera tomar, sino que
camine en dirección contraria, dirigiéndome hacia Santa Fé y no sólo esto sino
que aprovechando una pequeña pausa una fuerza omnipotente me empujó a
abalanzarme por medio de la corriente de autos hasta conseguir llegar al otro
lado de la Avenida mientras los automovilistas me tocan la bocina, no falta un
par que hasta me insulta.
Del otro lado de la vereda entonces tomo un taxi. El lugar a
donde me dirigía en verdad quedaba a menos de cinco minutos del Banco, tenía
que ir a lo de Otero, pero era más seguro ir así. Cuando le digo la dirección
al taxista, éste me mira indignado por tratarse de un trayecto corto, entonces
le digo que no se preocupe, que siga conduciendo hasta el final de Avenida
Libertador y después gire de nuevo por una calle paralela hasta la dirección
indicada, que no había problema, que por favor me disculpe.
Me bajo en la puerta de la tienda de Antigüedades y Joyas, toco
impaciente el timbre mirando para todos lados, aunque se muy bien que nadie
podría haberme seguido, a menos que adivinara mis pensamientos. Una
elegantísima señora me abre la puerta.
-
Buen día, vengo a ver al señor Otero.
-
Si que tal. Tiene cita?
-
Si, lo he llamado ayer por teléfono.
-
De parte de quien le digo…
-
De parte del encargado del edificio de las Heras…
-
Pase. Espere un rato, puede tomar asiento.
-
Bueno…
El lugar no tenía ninguna otra Joya o Antigüedad que no
estuviera expuesta en la vidriera, estaba completamente vacío, sólo una pequeña
mesa ratona y un par de sillas eran todo el mobiliario.
-
Pase, doctora. Pase, pase.
-
Otero cierto?
-
Si, Roberto ya me ha hablado de Usted, pierda cuidado.
Siéntese aquí.
-
Gracias, mire, como le dije por teléfono necesito con
comprar euros urgente…
-
Hace bien, este país dentro de poco se va al carajo.
-
…
-
Bueno, a los negocios. Como le dije el euro viene
pegado al dólar y el dólar no está más al precio que le dije ayer, me acaban de
llamar de Florida y ha subido un par de puntos…me dice alcanzándome en un papel
una cifra muchísimo más alta de lo que me había anunciado.
-
Pero esto es demasiado! Yo…no sé si me conviene ahora…
-
Le conviene, seguro que le conviene, si no lo compra
hoy, seguro volverá mañana y ahí si que le aseguro que estará caro…
-
No sé…es que yo tengo ese dinero ya destinado…digo los
euros…
-
Mire doctora, con esto de los controles en la Aduana no
están dejando entrar dólares, euros menos, nadie los trae, los únicos que
quizás son los turistas…no tiene opción, no podrá comprar euros en ninguna otra
parte.
-
No sé Otero…no sé…(mirando a la bolsa negra que ahora
reposa sobre mis rodillas, ya me imagino salir de nuevo con ella a la
calle...no...de nuevo....si,...a lo de Dios)... de acuerdo…
-
Muy buena decisión…espere que le aviso a los chicos
para que vengan porque sólo yo no puedo con todo éste paquete me dice a tiempo
que me extiende las manos…Ignacioooo, Fedeeeee, vengan aquí que hacemos
negocioooo.
Dos hombres más jóvenes vestidos
de traje y corbata entran de inmediato en la habitación trayendo algo que
parecía una gran máquina de escribir que enseguida la colocan encima de la
mesa, delante de Otero.
-
Cuánto trajo doctora?
-
Todo lo que le dije que iba a traer por teléfono.
-
Hmmm, mucho ha ahorrado Ud. doctora, eh, paga bien la
prepaga, no?
-
…lo acabo de retirar del Banco...está bien contado…
-
Usted dirá lo que quiera, pero acá lo tenemos que
volver a contar doctora y no es nada personal, sabe?
-
Pero si tiene la cinta de seguridad y todo, es la
cantidad que le dije que iba a traer…
-
Lo tenemos que contar igual…dice hundiendo un cuchillo en
el grueso nylon que contiene el dinero y los vá poniendo apilados en la
misteriosa máquina de escribir, que no es otra cosa que un cuenta billetes
automático. Pone el primer fajo y la máquina deja pasar algunos billetes y a la
gran mayoría los retiene haciendo un estruendoso ruido pi pi pi pi
-
Pero que me ha traído doctora, son falsos, le han dado
billetes falsos!
-
De ninguna manera, no puede ser ningún billete
falso…mire, le digo tomando alguno de los marcados como tal por la máquina,
tóquelo, no me a decir ahora que éste billete es falso, porque no lo es.
-
Señora, yo soy el que sabe de billetes y éste que me
muestra es completamente falso! Mirándome con tal seguridad que hasta hubiera
llegado a creerle.
-
Mire Otero, deje, me llevo los billetes falsos, no hay
negocio, deje…y comienzo a volver a colocarlos en la bolsa de basura.
-
Pero no doctora, que yo la quiero ayudar, no todos son
falsos como vio, le puedo dar los euros con los que dejó pasar la máquina…Fede,
vos llevate los demás y hacele la doble comprobación en la otra máquina que
tenemos atrás…
-
De ninguna manera, Usted no se lleva de aquí ningún
billete, porque ninguno aquí es falso, los falsos son Ustedes. No lo puedo
creer Otero! No le basta acaso con dizque venderme los euros al doble de lo que
en realidad valen, sino también tiene que armar este circo. Déjeme pasar! Suélteme! Le digo mirándole directo en sus ojos de buitre. Y Otero ya me estaba clavando las uñas en mi brazo derecho.
-
Doctora Usted vino a hacer negocios y así no se hacen
los negocios. No me haga perder mi tiempo…
-
Suélteme, Otero! Mire que si ahora no salgo le van a
tocar el timbre, junto con el taxista que me trajo está mi hermano, qué cree
que iba a venir sola…
-
Pero Roberto dijo que Usted no tiene familia aquí, que
está sola…
-
Pero Usted cree que yo le voy contando a todo el mundo
si tengo o no familia!? Suélteme!
La señora elegante, más certera
que nunca irrumpe rápidamente en la habitación:
- Pero soltala Humberto, qué te pasa! Te has vuelto loco?... Discúlpelo doctora, vaya, váyase…
-
Esto no se queda así, sabe Otero? Lo voy a denunciar
con la policía…esto no se queda así…
-
Vaya, vaya! Denúncieme con la policía y la que va en
cana será Usted! No sabe que está prohibido comprar y vender moneda extranjera?
Doctora? Eh!
Salgo corriendo a la calle con la bolsa en brazos, me dan
ganas de llorar, de gritar, de patear, me tomo el primer taxi que pasa y le
dirijo una mirada asesina al pobre taxista que me observa paciente.
-
Adonde la llevo señora?
-
…
-
Señora?
-
Al Buque Bus, en puerto Madero.
Y habrán sido las 5 de la tarde cuando llegamos a
Montevideo, yo todavía tenía conmigo los ahorros de toda mi vida, intactos. A
nadie se le ocurrió mirar lo que había en la bolsa de consorcio al momento que
la hice pasar por los controles de la Aduana, porque los perros están
entrenados para oler dólares, pero a los pesos, ni los sienten. Total, siempre
escuché que el Uruguayo es honrado, no importa el viaje, seguro que aquí podré con
certeza al fin comprar los euros.