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lunes, 3 de noviembre de 2014

Continuación de A 03

La Avenida Callao es de una sola mano en dirección hacia Libertador y a esa hora del día estaba inundada de taxis. El temor de que alguien me estuviera siguiendo y de que de un momento a otro pudiera empujarme, golpearme o aún más dispararme hacía de mi bolsa de basura aún más pesada y que me preguntara cuánto de dolor sentirá un herido de bala…

La sola idea de morir sobre la acera y aparecer en las noticias de la noche como una víctima más de la inseguridad de Buenos Aires hizo que súbitamente gire sobre mis pasos y decida no ir hasta el semáforo de la esquina que sería el camino más coherente que yo debiera tomar, sino que camine en dirección contraria, dirigiéndome hacia Santa Fé y no sólo esto sino que aprovechando una pequeña pausa una fuerza omnipotente me empujó a abalanzarme por medio de la corriente de autos hasta conseguir llegar al otro lado de la Avenida mientras los automovilistas me tocan la bocina, no falta un par que hasta me insulta.

Del otro lado de la vereda entonces tomo un taxi. El lugar a donde me dirigía en verdad quedaba a menos de cinco minutos del Banco, tenía que ir a lo de Otero, pero era más seguro ir así. Cuando le digo la dirección al taxista, éste me mira indignado por tratarse de un trayecto corto, entonces le digo que no se preocupe, que siga conduciendo hasta el final de Avenida Libertador y después gire de nuevo por una calle paralela hasta la dirección indicada, que no había problema, que por favor me disculpe.

Me bajo en la puerta de la tienda de Antigüedades y Joyas, toco impaciente el timbre mirando para todos lados, aunque se muy bien que nadie podría haberme seguido, a menos que adivinara mis pensamientos. Una elegantísima señora me abre la puerta.

-          Buen día, vengo a ver al señor Otero.
-          Si que tal. Tiene cita?
-          Si, lo he llamado ayer por teléfono.
-          De parte de quien le digo…
-          De parte del encargado del edificio de las Heras…
-          Pase. Espere un rato, puede tomar asiento.
-          Bueno…

El lugar no tenía ninguna otra Joya o Antigüedad que no estuviera expuesta en la vidriera, estaba completamente vacío, sólo una pequeña mesa ratona y un par de sillas eran todo el mobiliario. 

-          Pase, doctora. Pase, pase.
-          Otero cierto?
-          Si, Roberto ya me ha hablado de Usted, pierda cuidado. Siéntese aquí.
-          Gracias, mire, como le dije por teléfono necesito con comprar euros urgente…
-          Hace bien, este país dentro de poco se va al carajo.
-         
-          Bueno, a los negocios. Como le dije el euro viene pegado al dólar y el dólar no está más al precio que le dije ayer, me acaban de llamar de Florida y ha subido un par de puntos…me dice alcanzándome en un papel una cifra muchísimo más alta de lo que me había anunciado.
-          Pero esto es demasiado! Yo…no sé si me conviene ahora…
-          Le conviene, seguro que le conviene, si no lo compra hoy, seguro volverá mañana y ahí si que le aseguro que estará caro…
-          No sé…es que yo tengo ese dinero ya destinado…digo los euros…
-          Mire doctora, con esto de los controles en la Aduana no están dejando entrar dólares, euros menos, nadie los trae, los únicos que quizás son los turistas…no tiene opción, no podrá comprar euros en ninguna otra parte.
-          No sé Otero…no sé…(mirando a la bolsa negra que ahora reposa sobre mis rodillas, ya me imagino salir de nuevo con ella a la calle...no...de nuevo....si,...a lo de Dios)... de acuerdo…
-          Muy buena decisión…espere que le aviso a los chicos para que vengan porque sólo yo no puedo con todo éste paquete me dice a tiempo que me extiende las manos…Ignacioooo, Fedeeeee, vengan aquí que hacemos negocioooo.

Dos hombres más jóvenes vestidos de traje y corbata entran de inmediato en la habitación trayendo algo que parecía una gran máquina de escribir que enseguida la colocan encima de la mesa, delante de Otero.

-          Cuánto trajo doctora?
-          Todo lo que le dije que iba a traer por teléfono.
-          Hmmm, mucho ha ahorrado Ud. doctora, eh, paga bien la prepaga, no?
-          …lo acabo de retirar del Banco...está bien contado…
-          Usted dirá lo que quiera, pero acá lo tenemos que volver a contar doctora y no es nada personal, sabe?
-          Pero si tiene la cinta de seguridad y todo, es la cantidad que le dije que iba a traer…
-          Lo tenemos que contar igual…dice hundiendo un cuchillo en el grueso nylon que contiene el dinero y los vá poniendo apilados en la misteriosa máquina de escribir, que no es otra cosa que un cuenta billetes automático. Pone el primer fajo y la máquina deja pasar algunos billetes y a la gran mayoría los retiene haciendo un estruendoso ruido pi pi pi pi
-          Pero que me ha traído doctora, son falsos, le han dado billetes falsos!
-          De ninguna manera, no puede ser ningún billete falso…mire, le digo tomando alguno de los marcados como tal por la máquina, tóquelo, no me a decir ahora que éste billete es falso, porque no lo es.
-          Señora, yo soy el que sabe de billetes y éste que me muestra es completamente falso! Mirándome con tal seguridad que hasta hubiera llegado a creerle.
-          Mire Otero, deje, me llevo los billetes falsos, no hay negocio, deje…y comienzo a volver a colocarlos en la bolsa de basura.
-          Pero no doctora, que yo la quiero ayudar, no todos son falsos como vio, le puedo dar los euros con los que dejó pasar la máquina…Fede, vos llevate los demás y hacele la doble comprobación en la otra máquina que tenemos atrás…
-          De ninguna manera, Usted no se lleva de aquí ningún billete, porque ninguno aquí es falso, los falsos son Ustedes. No lo puedo creer Otero! No le basta acaso con dizque venderme los euros al doble de lo que en realidad valen, sino también tiene que armar este circo. Déjeme pasar! Suélteme! Le digo mirándole directo en sus ojos de buitre. Y Otero ya me estaba clavando las uñas en mi brazo derecho.
-          Doctora Usted vino a hacer negocios y así no se hacen los negocios. No me haga perder mi tiempo…
-          Suélteme, Otero! Mire que si ahora no salgo le van a tocar el timbre, junto con el taxista que me trajo está mi hermano, qué cree que iba a venir sola…
-          Pero Roberto dijo que Usted no tiene familia aquí, que está sola…
-          Pero Usted cree que yo le voy contando a todo el mundo si tengo o no familia!? Suélteme!

La señora elegante, más certera que nunca irrumpe rápidamente en la habitación:

-          Pero soltala Humberto, qué te pasa! Te has vuelto loco?... Discúlpelo doctora, vaya, váyase…
-          Esto no se queda así, sabe Otero? Lo voy a denunciar con la policía…esto no se queda así…
-          Vaya, vaya! Denúncieme con la policía y la que va en cana será Usted! No sabe que está prohibido comprar y vender moneda extranjera? Doctora? Eh!

Salgo corriendo a la calle con la bolsa en brazos, me dan ganas de llorar, de gritar, de patear, me tomo el primer taxi que pasa y le dirijo una mirada asesina al pobre taxista que me observa paciente.

-          Adonde la llevo señora?
-         
-          Señora?
-          Al Buque Bus, en puerto Madero.

Y habrán sido las 5 de la tarde cuando llegamos a Montevideo, yo todavía tenía conmigo los ahorros de toda mi vida, intactos. A nadie se le ocurrió mirar lo que había en la bolsa de consorcio al momento que la hice pasar por los controles de la Aduana, porque los perros están entrenados para oler dólares, pero a los pesos, ni los sienten. Total, siempre escuché que el Uruguayo es honrado, no importa el viaje, seguro que aquí podré con certeza al fin comprar los euros.