Retrato hablado
Roma. Año nuevo. Prólogo
Llegué a la
estación de trenes de Roma el 31 de diciembre del año pasado, llegué a eso de
las 10 de la noche. Llegué casi corriendo, contenta de que aún tras todos los contratiempos,
la cosa aún venía saliendo como lo había planeado. A las pocas calles, hecho a
propósito, encontré la dirección de mi hotel y media hora más tarde, estaba de vuelta
en la estación. Ésta vez con vestido de noche y todo, tomando el tranvía en
dirección al Palazzo dei Congressi en la Piazza Guglielmo Marconi. Por regla personal,
nunca tomo un taxi en una ciudad que no conozco del todo; por ello antes de
abordar pregunté hasta que hora funcionaría el transporte público: sólo hasta
las tres de la mañana y luego a partir de las ocho del nuevo año.
El Palazzo estaba
tan iluminado, que al salir de la estación del tranvía, ni siquiera me hizo falta
buscar en el Google maps, sólo tuve que seguir las luces diversas que se reflejaban
en el cielo y dejarme llevar por los bulliciosos que vestían igual que yo.
Metros más adelante comencé a escuchar los bajos de la música retumbando en los
ventanales.
Lena y yo, como
ya teníamos acostumbrado, habíamos comprado pases Vip para el evento: Cosmo Rom 2019.
El plato fuerte prometía ser Marco Carola, a quien Lena de verdad amaba. Nunca
habíamos asistido a un evento de él juntas, pero sí que habíamos estado, desde
que nos conocimos allá en Echelon 2018, en la mayoría de los eventos europeos
de Carl Cox o Adam Beyer, que eran nuestros favoritos. Mi amistad con Lena, era
más bien una amistad fiestera, pero no de cualquier fiesta, sino de los
festivales de música. Nunca supe de verdad nada de ella, de Lena, además de que le gustara
demasiado la música electrónica, la minifalda o los shorts cortitos, los
brillos de formas raras en la cara y cuernitos en el pelo. Sí, Lena, más que
amiga, era la perfecta compañera para ir de fiesta.
Lena había dicho
en su último mensaje de texto (no de What´s up, sino de texto convencional,
porque yo no utilizo otro): te esperaré en la barra hermosa, no te
atrases. Y yo llegué puntual, antes de la medianoche. Y la encontré allá,
muchísimo más alta que yo, de minifalda, sola, con la seguridad de las bellas, tomándose
tranquila un ron con cola, su bebida favorita. Nos dimos un gran abrazo, no nos
habíamos visto desde el verano. Ella, como era su costumbre ya había estado
observando el salón, que a pesar de ser una fiesta de música electrónica, lucía
por todas partes señores que vestían traje y corbata y damas de vestidos largos
y estola. Además pudimos comprobar que la sala, aunque era Vip, lo era más bien
por la cena buffet y los cocteles gratis. Los DJs que nosotras queríamos ver,
no iban a tocar esta noche acá, sino en la sala principal, la de la entrada
normal. Y hacia allá nos fuimos. No nos hizo falta hacer ninguna cola, sólo
mostrar nuestras pulseritas y pasamos de largo. Subimos corriendo las escaleras
internas del Palazzo rumbo al último piso y llegamos antes de que dieran las 12 de la medianoche. Y saltamos,
contando del 10 al uno: ¡Bienvenido 2020! Gritamos con la multitud, bienvenido,
una u otra vez: ¡Bienvenido 2020!. Y brindamos por la música, por la cantidad
de festivales que vendrían por delante. El 2020 sería al fin, para nosotras el
año del Resistance Miami, cuyo anfitrión es por norma general Carl Cox. Y bailamos,
cómo bailamos. Más que bailar, saltábamos, dejándonos
llevar de un lado a otro por la masa de gente que aún estaba ufana, tal cual
nosotras, del ahora conocido metro y medio de distancia.