Labio leporino
(Primera
Parte)
By Pseudomona
Aquel día
había comenzado como otros tantos, la costumbre de no tomar el desayuno estaba
instaurada tan sólo por la rebeldía de no hacer lo que estaba estipulado, lo
que todo el mundo hace. Comer debería ser algo antes que necesario, placentero
requisito que no se cumple apenas levantado. Claro que eso no se lo recomiendo
a mis pacientes. Revisé rápidamente mi maletín, para comprobar que nada
faltara, tensiómetro, estetoscopio, bajalenguas, sacudí fuertemente el
otoscopio sólo para comprobar que funcionara correctamente, guantes,
termómetro, recetarios, sello. Como
siempre puse especial atención a mi pequeño sobre de medicamentos, donde guardo
sólo los más útiles: antibióticos, calmantes, mi infaltable ampolla de
adrenalina. Cargué mi pesado maletín sobre mi dolorido y ya acostumbrado hombro
y salí.
Era una
mañana de jueves, como era habitual me tocaba recorrer el barrio de Almagro,
lindo barrio, esto me saca de la rutina del hospital, me deja respirar un poco,
aparte puedo pasear mientras hago mi trabajo, no tengo que manejar, simplemente
ir de casa en casa caminando, cuando más, tomar un taxi. Me gusta
particularmente detenerme, entre visita y visita, en los puestos de libros
usados, siempre me doy con alguno que estaba buscando.
Su cuerpo
se sacudía violentamente, estaba todo traspirado, mojado, se aferraba
fuertemente con ambas manos a la gruesa colcha que lo cubría. Sus ojos pedían a
gritos que el dolor pasara, que los temblores se fueran, pero éstos arremetían
con mayor ímpetu haciendo todos sus músculos se contrajesen hasta arrancarle su
imparable gemido una y otra vez.
-
Yo,
ya no puedo verlo así, haz algo, ya van dos días y la fiebre no le baja, creo
que está empeorando, mirale la pierna. Dijo asustada la mujer, mientras se
agarraba la cabeza.
-
Ya
te dije que no puedo hacer nada, si lo llevamos al hospital se darán cuenta, no
podemos, vos sabes que lo están buscando. Decía el hombre alto y robusto, que
tenía una extraña cicatriz en el labio superior. No pienso entregar a mi hijo.
-
Pero
algo hay que hacer Pablo, yo ya no lo puedo ver así…claro, vos porque no lo
pariste…decía la mujer, colmando una cuchara con un líquido rojizo mientras se arrodillaba
para darle de beber al enfermo, lo cual era imposible ya que la medicina se
derramaba parte en el piso y parte por toda la cara del enfermo.
El sonido
acostumbrado del Nextel marca mi ritmo de trabajo. Nuevo mensaje: Potosí 321, casa,
femenina 54, control clínico. Era lo habitual, tocar el timbre y esperar.
Normalmente acude algún familiar o a veces el mismo paciente. Siempre lo mismo.
Buen día. Que tal de ida y vuelta. De ahí al interrogatorio y después a un
escueto examen físico. Prescripción, indicaciones, certificado de reposo
laboral y nuevamente a la calle, a un húmedo día de verano o a un soleado día
de otoño.
Buenos
días. Buenos. Adelante, es al fondo. Me recibió un hombre que tenía la mano
derecha tratando de ocultar su cicatriz labial. Labio leporino, pensé. Federico
siguió caminando, hasta encontrarse al final del pasillo, con una puerta
entreabierta, pase Doctor, mi esposa lo está esperando…
Continuará