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domingo, 23 de diciembre de 2012


Y…llega un beso

By Pseudomona



Llega corriendo, cansado y travieso
Sólo él sabe lo que ha pasado
Teniendo que cruzar el frío mar sin miedo
Rápido viene hacia el sur
Donde recién comienza el verano

Yo feliz lo recibo mientras lo acaricio
Y también descubro que se pueden abrazar
A los besos que vienen de lejos
Y a soñar de nuevo, que Estambul
Palpita en medio de mi pecho.




¿En qué país vivimos?

By Pseudomona

Ocho y cinco de la mañana en Vicente López y Montevideo, café Martínez. La puerta de vidrio no cede a pesar de que la empujo una y otra vez primero suave y después un poco más fuerte. Miro para adentro y una mujer vestida con una camisa blanca, pantalón caqui y delantal verde oscuro viene corriendo y me dice, que disculpe, que había dejado a propósito la puerta asegurada porque el policía que custodia la esquina aún no ha llegado y que en el local son todas mujeres y les da miedo…yo ingenuamente le pregunto, ¿No estamos acaso en Recoleta? Sí, pero ayer entraron a la fuerza en el local de al lado, a plena luz del día y todos los empleados fueron obligados a quedarse quietos y en silencio mientras se llevaban la recaudación y objetos de valor de los clientes…

Yo pensativa me siento en la mesita más chica ésa que queda al lado de la ventana, diario en mano, miro la primera página y me doy cuenta de qué está hablando la empleada del café. Con el 25 de diciembre próximo, ha comenzado una ola inusitada de asaltos en todo el país. Si bien esto es pan de cada día en la Argentina, ahora los saqueos parecen estar organizados. Grupos de 300 o 400 personas y el diario lo dice, especialmente adolescentes y mujeres con niños se paran frente a un supermercado, exigen que se les dé un bolso de comida, exigen, exigen y después entran por la fuerza, llevándose todo lo que encuentran a su paso. La policía no puede hacer nada, primero porque no hay suficientes, y segundo porque hay una orden superior de reprimir sin lastimar.
El descontento de la gente, la inflación, la pobreza, la angustia, el hambre se postulan como probables desencadenantes de ésta situación caótica y sin nombre. Pero por más que se piense, no se concibe la idea de entrar por la fuerza a tomar lo que no es tuyo, pero parece que la desesperación y mil des-razones pueden más. Primero fue en el sur, en Bariloche, después en Rosario, en Córdoba, en San Fernando, en Campana provincias de Buenos Aires y ahora puede ser en cualquier lugar.

Suena el timbre, la empleada nuevamente va en dirección a la puerta, buenos días, qué bueno que ha llegado, saluda al policía completamente vestido de azul, lo invita a pasar y ahora sí deja la puerta abierta. A mí, se me hace la piel de gallina, cuando el hombre se para en la esquina del local, abre un bolso negro y se viste con un grueso chaleco antibalas, lo hace despacio como para que quede bien asegurado.

Ocho y cuarenticinco, Vicente López y Callao, camino rumbo a mi casa. Un grupo de policías varones y mujeres, que sumando con ganas no llegan a veinte, reciben instrucciones mientras se alejan de a pares a lo largo de la avenida, y yo los sigo con la mirada, observando cómo se detienen en las puertas de los principales negocios de la zona. Todos llevan el sobrio uniforme azul, un arma reglamentaria, el chaleco antibalas y encima de todo un peto de color naranja furioso. Y la otrora hermosa avenida queda tristemente salpicada de puntos naranjas mientras el aire se respira apenas, está diferente…como en un toque de queda.



lunes, 10 de diciembre de 2012


Diciembre

By Pseudomona

La tarde, brisa cálida, se posa en mi cara
Cual mariposa cansada y viajante
Viene a mí para recordarme
Que aún estoy de pie, después de todo
Aunque el tiempo se ría de mí acostumbrado

Vienen también, livianas las olas
Posan sus lenguas interminables
Y lamen despacito el cuerpo de las rocas
Imagino que a ellas también les duele un poco
La sal en sus heridas inertes

El índigo cielo ligero
Extiende sus brazos desnudos de nubes
Y contento juega con mi pelo,
Yo sigo mirando más allá del tiempo
Donde yo también…me pierdo.


domingo, 2 de diciembre de 2012


He vuelto

By Pseudomona

Son casi las 14 horas de un soleado día de primavera en Buenos Aires. Camino bajo el sol en la espaciosa avenida del Libertador, llevo ésta vez un sombrero de ala ancha y anteojos de sol, infaltable la música electrónica en la radio, un libro bajo el brazo y conservo el paso tranquilo pero seguro.
Jardines florecientes se alzan a ambos lados de la avenida, aquí la vida parece no tener ningún aprieto, no sabe de problemas, no se quiere mudar a ningún lado, sólo sonríe.

Levanto mi mano derecha y saludo al paso veloz del autobús amarillo lleno de turistas, y también algunos de ellos me responden con un movimiento de manos, lo que me recuerda a mí cuando estaba de viaje. Lo cual me recuerda, digo y mi repito, sólo me recuerda, porque he vuelto de nuevo al lugar, a un lugar en el que vivo hace ya varios años, pero que tampoco es el mío.
Después de un largo rato caminando, veo que nada ha cambiado en éstos noventa días que estuve afuera, todo sigue tal cual lo he dejado. Casi automáticamente doblo en Ortiz de Ocampo en dirección hacia Figueroa Alcorta porque es sábado y hora del almuerzo.

El museo Malba se levanta arrogante justo a la derecha y como es costumbre esta temporada está repleto de turistas que deseosos de conocer la cultura latinoamericana visitan sus lujosas instalaciones, sin saber que más bien convendría viajar un poco más y palpar la realidad en la que viven los pueblos olvidados bien al Norte, ésos pueblos llenos de pobreza de los que yo también escapé. Esos, que me traen recuerdos que yo no quiero recordar…

Entro al limpísimo lugar y enseguida me dirijo al sanitario, porque antes de almorzar estaría bueno lavarse las manos ¿No?

En el toilette de damas me parece escuchar algo familiar como: Oder? Schön?...son dos mujeres que están conversando mientras se lavan las manos y yo de inmediato recuerdo que estoy en Argentina donde se acostumbra hablar, molestar a cuanto ser camine por delante y romper todo protocolo es regla, por eso despreocupada pregunto a la señora que está más cerca de mí:

-          Sprechen Sie Deutsch?
-          Ja…me responde extrañada y sobre todo desconfiada.
-          Letzte Montag bin ich von Mannheim angekommen…digo como si la conociera de hace mucho tiempo, la mujer me mira y pregunta:
-          Wohnen Sie jetzt in Buenos Aires?
-          Ja, ich wohne hier, aber ich möchte in Deutschland leben...la mujer ahora se ríe y yo no sé si es por mi acento o porque cree que yo no puedo vivir en un país como Alemania.
-          Aber…dice, haciendo una señal sobre su cara, como indicándome que no cree que hubiera nacido aquí en Buenos Aires.
-          Ah nein, ich wurde in Bolivien geboren, le digo rápidamente.
-          Ah, ich dachte vielleicht in...
-          Asien?...nein in Bolivien, digo yo terminando de secarme las manos. Ich freue dich ein schön Urlaub hier…
-          Ich wünschte Ihnen...me corrige.
-          Danke gracias, pienso y rectifico muy segura: Ich wünschte Ihnen ein schön Urlaub in Buenos Aires.
-          Vielen dank, me responde cortés y se me queda mirando sonriente.
-          Auf wiedersehen, me despido y salgo, mientras pienso fuertemente: Yo voy a volver y vivir en Alemania, carajo!

Me dirijo ahora al restaurante, hay una larga fila que espera entrar…había olvidado que los fines de semana esto suele pasar. Pero yo igual me adelanto hasta donde está el guardia de seguridad, éste en seguida me abre paso y familiarmente me sonríe, aunque no puede hablar.
Ya adentro, me dirijo a la mesa de siempre, que tiene un papelito doblado y dice seriamente: RESERVADO. Llego y me siento, porque es mi mesa y desde hace tiempo. Extrañados los dos mozos rápidamente se acercan y preguntan:
-          ¡Cuanto tiempo! ¿Estuviste enferma? Me dice Sebastian preocupado.
-          ¡Seguro viajaste! Argumenta Leonardo.
-          Si, estuve afuera…pero he vuelto, digo yo, si querer explicar nada.

La primera señora de la fila se queja y exige que la dejen pasar, el Mâitre le explica que soy una clienta regular y que tengo la mesa reservada.

Yo, rompiendo el elegante y constipado ambiente del restaurante pongo mi celular y después mi libro sobre el blanquísimo mantel, mientras Sebastian me cambia la copa de vino:

-          Te traigo ésta que tiene la boca más ancha y es más grande…la mala noticia es que Catena Zapata Chardonnay, ya no tenemos más por copa, sólo por botella…
-          ¿Y eso? Pregunto
-          No sé, cosas del restaurante…pero Casa Séptima no está mal…
-          Bueno, la pruebo, ¿Dale?
-          Dale, seguro quieres lo de siempre ¿No?
-          Si. Lo cual significa: salmón rosado ahumado, colchón de hierbas variadas, chucrut, tomatitos cherry, queso crema y panecillos…¡Ricos panecillos!
-          Leonardo viene rápido y me dice: mirá que el vino Catena Zapata Chardonnay, por ser vos, hay por copa y me regala una linda sonrisa.
-          Qué bueno, entonces Catena Zapata digo.

Y entre Sebastian y Leonardo, enseguida me sirven el agua, el vino, el salmón…y aunque todo es como antes…yo no dejo de pensar en el Currywurst servido en un platillo de papel y comido en la vereda de un lugar cualquiera en Berlín, viendo cómo pasa la gente o el caliente y embriagador Glühwein en Konstablerwache en una mañana de frío en Frankfurt. ¡Maldita sea! Miro a mi alrededor, este lugar ya no es el mío.

Debo volver, y se me carga el pecho de tristeza, debo volver a mi hogar…