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sábado, 30 de junio de 2012


Medianoche

By Pseudomona

La misma canción
Suena mil veces y una
Como si hubiera sido escrita
Pensando en nosotros

Yo que cuando estoy sin vos
Me quedo sin sombra
  No puedo evitar
Girar al ritmo de tu música.


jueves, 28 de junio de 2012


Dos reflexiones, un día malo

By Pseudomona

La felicidad es tan sólo un estado mental
Peligrosamente adictivo es
Vivir sumidos en ése profundo trance.


El tiempo nos diluye implacable
No hace caso de nadie
Sólo el pensamiento puede hacernos duraderos.

miércoles, 27 de junio de 2012


 Autopsia
(Primera Parte)

By Pseudomona

Ya casi llega el fin de semana, murmura el dentista, mientras se viste sigilosamente para no despertar a su mujer que aún está de media noche, gracias a dios que los días se pasaron volando y es viernes, no sé cómo le voy a decir pero lo necesito. Cruza el corto pasillo que lo lleva directamente a la cocina, pone la pava a calentar, mira para atrás y busca los saquitos de café que tiene escondidos celosamente en la alacena, sabe que no puede tomar más que dos por día, su profesión no le permite pues debe exhibir una impecable sonrisa. Si su esposa lo supiera ya lo estuviera regañando. Tremenda ventaja tomarse un café antes de ponerse a trabajar, valía la pena haberse estrechado en una sola habitación y una minúscula cocina, haber sacrificado las piezas de adelante para instalar la sala de espera y el consultorio, no tener que viajar diariamente con el pesado tráfico hacia capital le había ahorrado por lo menos una hora y media de sueño.

Mauricio se calzó cómodamente sus zapatos, terminó de vestirse y cargó al hombro su pesada mochila. Antes de salir agarró también algo así como un cuaderno de apuntes, necesito algo para distraerme, será cosa de unos minutos, no puedo tener tanto miedo. Después de todo la culpa la tengo yo, el descuidado soy yo, ya es hora de ponerle un arreglo.
Como todos los días el pronóstico del tiempo en el canal trece anunciaba probabilidades de lluvia, mejor llevo el sobretodo. Se paró frente al espejo, acomodándose la corbata, quien me viera así diría que tengo una gran oficina con empleados trabajando alrededor. Suspiró. Debo hacerlo, sólo por esta vez. Revisó en el fondo de su abrigo negro y el contacto con el frío objeto, lo hizo estremecerse. Lo prometo ésta es la última vez, no puedo hacer esperar más a Estela, seguro que hoy me grita nuevamente, la nena necesita esto y la nena lo otro. Y salió rápidamente, llevando el paraguas.

Continuará
  

martes, 26 de junio de 2012


Querida amiga

By Pseudomona

No hay nada que no se puedan decir
Dos chicas cuando se juntan

A una de nosotras
De golpe el invierno se le instaló
Y la soledad arrasó con su morada
Huyeron furiosos los deseos
Por la rendija más chica de su ventana

¡Lo siento mucho! 
¡Aquí estoy!
Seguro ya vendrá otro mejor
A todas nos sucede a veces 
Que de pronto se nos vacían las manos…

lunes, 25 de junio de 2012


Cuando los sueños llenan los bolsillos

By Pseudomona

El taxi que me lleva a ésa hora de la mañana transita solitario por la calle Rodríguez Peña rumbo a Balvanera, casi no se ve a nadie caminar por la vereda. Voy distraída mirando por la ventanilla e inevitablemente observo una larga fila que espera ordenada a que seguramente se abra alguna oficina. Es tan extensa aquella hilera humana que yo rompiendo el silencio le pregunto al taxista si sabe qué hace ésa gente parada allá afuera.
Debí imaginarme su respuesta: hombres y mujeres, todos jóvenes algunos diría hasta adolescentes que pueden esperar de pie horas y horas porque ya han caminado tanto que no les hace daño aguantar un poco más con tal de conseguir un visado.
De repente me hacen acordarme de mí misma cuando hace algunos años atravesé la frontera dejando atrás a mi patria querida, cómo olvidar que me quedé abrazada del último poste que me unía a mi tierra, aquella que es tan mía, como mi piel es indígena y mi sangre es quechua.

En una sola maleta metí los bártulos que habían de acompañarme en mi travesía, doscientos pesos en un bolsillo, pero en el otro miles de sueños que hasta ahora me mantienen viva.

domingo, 24 de junio de 2012


La mosca y el vaso de agua

By Pseudomona

Planea ligera en torno a mi vaso de agua
Primero se acerca tímidamente alada
Y después se precipita más confiada
Adivina que yo soy incapaz
De molestarla y engañada vuela
Pues piensa que es pleno verano
Porque hace un calor de cuarenta grados

Yo también quisiera beber, pero ¿Qué hacer?
Ella tiene derecho a saciar su sed
A mi todavía me esperan otros vasos
En cambio estoy segura
Que a ella sólo le restan un par gotas
Eso ridículamente me hace pensar
En lo frágil que resulta la vida

Quien sabe si yo estoy en la mesa de alguien más, que también se divierte al verme aquí tratando de saborear un poco de agua.

sábado, 23 de junio de 2012


La contratapa más que la primera plana

By Pseudomona

Siempre me gustó aquello que no se ve a simple vista, que nos pide acercarnos para descubrirlo a tiempo que también exige un poco de paciencia de nosotros. Esos detalles escondidos se aplican tanto para las cosas y las personas. Encierran un poco de misterio y quizás algunos deseos que no pudieron ser.
El ejemplo más claro es cuando me siento a leer el diario, con un café y unas medias lunas al lado, tengo una afinidad increíble para detenerme con más facilidad en la última página y hasta a veces comenzar a leer de atrás para adelante, disfrutar palabra a palabra, como si la noticia de primera plana, la más atractiva, de verdad para mí mucho no significara.
Algo similar me sucede con las personas. Al conocer a alguien por primera vez, siento como si estuviera frente a una cubierta, una tapa, y aquí es toda una aventura descubrir que es lo que se esconde detrás. Es indudable que eso es lo más excitante de las relaciones interpersonales, la continúa búsqueda de ése otro lado: la contratapa, que a veces puede ser fácil hallarla por que algunas suelen ser casi transparentes, otras se hacen esperar un poco y son aún más interesantes, pero debemos ser pacientes para que nos muestres sus dotes.

Es tan placentero ver que poco a poco ser van abriendo cual si fueran capullos, hojita a hoja van mostrándose y nosotros muy contentos vamos recibiendo gajito a gajo lo que nos puedan dar en una agradable espera.

¡Claro que me gusta más la contratapa!

viernes, 22 de junio de 2012


Femenina

By Pseudomona

Las torres se alzan cuan altas y soberbias son, sobre la calle De María. El conserje del edificio envuelto en un uniforme oscuro me acompaña a través de un amplio corredor que huele a vainilla.
Las puertas me esperan abiertas, las alcanzo a pasitos cortos casi corriendo y me toma un segundo subir deprisa y marcar el piso 34. Un instante más y el ascensor se eleva despacio, de inmediato siento que hay alguien más conmigo, me doy la vuelta despacio y pronto estoy cara a cara con una mujer que tiene el pelo castaño casi negro y muy largo, un flequillo desparejo le cae en medio de la frente en la que también comienzan a dibujarse una par de arrugas, ella me parece familiar, pero ¿Quién es? Sus ojos no pueden mentirme, son como dos granos de café que se destilan lentamente. A pesar de que lleva un abrigo largo, es más bien bajita aunque levante bien la cabeza. 
Es simplemente hermoso. Me doy cuenta y sonrío. Sólo es mi reflejo, soy toda una mujer y acabo de darme cuenta.

Se termina mi viaje, un timbre de bienvenida resuena suavemente, he llegado a mi destino y sólo yo puedo saber lo que me he enterado. Una anciana cara amigable me recibe del otro lado extendiendo sus manos cariñosamente hacia mí:
           
            -      Dra. ¡La estábamos esperando!

jueves, 21 de junio de 2012


Revoluciones

By Pseudomona


Mirar no quiero sólo escuchar
Sinfonía devenida en caricia
Ritmo, cuerpo y música
Como un soplo llegan a mí
En la penumbra escondida
De mi lado derecho

Las veinticuatro horas ríen
A pesar del invierno
Las mejores circunstancias
Habitan en cada uno 
De sus minutos redondos
Si yo me detengo a pensar en vos.

miércoles, 20 de junio de 2012


Noche de San Juan

By Pseudomona

Enormes ollas de barro bullían en aquella tradicional cocina de la única taberna del pueblo. El piso ocre casi al ras, olía a tierra recién mojada. Al fondo un enorme fogón donde hervía la lagua inundaba el recinto de un delicioso aroma a comino y ajo. Un característico sonido envolvía la habitación, era el golpeteo rítmico de dos piedras devenidas en batán que convertían la molienda de locotos y tomates en acorde musical.

Al frente de la agitada labor de hacer la llajua se encontraba una niña de pollera anaranjada y trenzas muy largas. Un lunar muy marcado se dibujada sobre la mejilla izquierda de su cara redonda. Sus polleras cubiertas con un delantal y el rápido ir y venir de su tarea hacían pensar que aquella niña tenía muchos años más, pero claramente podía verse que apenas alcanzaba los diez años.

-     ¡Victoria! ¡Victoria!

Llamaba la patrona ingresando súbitamente en la cocina. Dejá lo que estés haciendo, le dijo y vení aquí rápido. Jalándola de la mano la llevó corriendo por el patio de piedra, donde ya estaban dispuestas las mesas y se habían asentado los parroquianos congregados a la hora del almuerzo.

-          Donde estamos yendo pues señora…Se quejó la niña.
-          Mirá, allá. ¿Ves aquel hombre al lado del camión? Le dijo señalando con el dedo al otro lado de la calle, donde estaba estacionado un viejo bus que parecía recién llegado y cubierto enteramente de polvo, del cual descendían varios pasajeros.
-          ¿Cual?
-          Ese, el que tiene el traje azul.
-          Si…
-          Ese hombre es tu papá Victoria, dijo al fin, como arrepintiéndose de habérselo dicho. Tanto querías conocerlo…allá está…andá, no seas tonta.                        

Y así de un rato al otro lo había conocido, nada de ceremonias ni trámites previos. El papá que toda una vida había estado esperando. El que le pediría perdón por haberla dejado.

Y corrió, sí que corrió hasta alcanzarlo y muy fuerte le jaló del pantalón y diciéndole de sopetón.

      -     Me llamo Victoria y soy tu hija.

El tipo era un poco gordo, de pelo sucio ensortijado y un lunar en su mejilla izquierda le sonreía familiar. En el momento que vio a la niña, él, que venía hablando tranquilo con otro señor la miró fijamente, transformándosele completamente la cara.

-          ¿Quién te dijo que soy tu padre? Yo hijos no tengo. ¿Me escuchaste? Le decía iracundo mientras la tomaba por los brazos y la zarandeaba violentamente.
-          Mi mamá era Victoria también. Ella ya no está, se ha muerto…
-          ¡Es mentira! No conocí a ninguna Victoria. Tomá, le dijo ofreciéndole un billete arrugado de 5 pesos, andate, no quiero que te me acerques nunca más a mi.

La niña lo miró por un solo instante, cuánto hubiera querido gritarle, reclamarle, pero como la paciencia caracteriza a la gente de su raza metió sus manos en los bolsillos de su delantal y se dio la vuelta lentamente. No lloró porque era dura como su sangre quechua, más dura que la piedra de moler llajua. No había llorado siquiera el día que enterraron a su madre.

Aquel era el día de San Juan y como principal preparativo del festejo la chicha se destilaba y llenaba cántaros grandes y pequeños que después eran ofrecidos a los parroquianos, entre los cuales también se encontraba el señor del traje azul.
Victoria ésa noche no durmió, observaba todo lo que ocurría en la cantina mientras hombres y mujeres se embriagaban y poco a poco la taberna quedaba vacía. Eran casi las 5 de la mañana y aquel señor también dejó la taberna completamente tambaleante, caminando muy despacio y detrás Victoria, que en toda la noche no le había quitado un ojo de encima.

El invierno había llegado aquel 21 junio de 1985. En un pueblo en el que nunca pasa nada, el diario recién impreso informaba en primera plana: Fatal accidente por caída desde el mirador. Hombre de traje azul, se investiga su identidad…

lunes, 18 de junio de 2012


La última hora

By Pseudomona

Muy fatigada la tarde
Se sienta en Palermo Chico
Y bebe un cortado mientras piensa
Que hoy no hubo sol para alumbrarle

Gota a gota la lluvia lava su tristeza
Aunque ya no le queden fuerzas
Y su prima la noche oscura
Caiga de todas maneras. 

domingo, 17 de junio de 2012


El callejón con nombre de mujer

By Pseudomona

Pequeñas piedras geométricamente amoldadas se ubican bajo mis pies y permiten que un poco sueñe que de pronto me fui al pasado, cuando el escritor que pensaba en la existencia de un jardín cuyos senderos se bifurcan hacia el infinito aún visitaba este lugar, hace tantos años pues de hecho lo conocí siguiendo su historia. Tan escondido está en medio de las calles de Recoleta que sólo puede llegar aquel que se pierde o de pronto se encuentra. Cien metros de largo y casitas de un piso o dos, pero eso sí un bar legendario con un nombre parecido al mío o al de ella, mujer al fin como mi entrañable amiga.

Ojala fuera un mejor motivo el que hoy nos juntara, pero la vida está llena a diario de bienvenidas y adioses. Menos mal que toca una banda que por un rato también nos hace disolver la hiel de la tristeza en una canción y un vaso de cerveza, volvemos a sonreír  y olvidamos.

sábado, 16 de junio de 2012


The New Kids On The Block

By Pseudomona


Siempre al volver del colegio
Ponías a marchar el cassette
Podía girar Please Don´t Go Girl
O mejor I Want To be Loved By You
Despertar ilusionada a la vida
Fantasear con cada canción
No hay edad como los quince años
Donde se espere con más ansias
La llegada del amor

Creer que la vida corre muy de prisa
Where Do I Go? Y vos no querés
Perder un solo instante Step By Step
Tampoco tu corazón que aún no sabe
Lo que es un beso recién hecho
Y decir I Need You sin saber a quién
O para tu cumpleaños el mejor regalo
Que suene en la radio
Cantado por ellos Happy Birthday.

jueves, 14 de junio de 2012


La cita
(Segunda Parte)

By Pseudomona

Ese día decidió esperar, no precipitarse en ir a buscarla. Buscó un alojamiento en la posada del pueblo para reposar del largo viaje, pero no pudo conseguir pegar un solo ojo. La noche lo encontró en vigilia y miles de memorias lo atropellaron. Las ilusiones también se rieron de él mientras se hacía de madrugada y ya se podía escuchar el cantar de los gallos en todas las casas.

Lo que recordaba de aquella gran casona era que siempre había sido bulliciosa, un constante ir y venir de personas que colaboraban con los quehaceres de la estancia. Por eso le pareció muy raro que conforme iba bordeando la gran tapia de piedra no pudo escuchar ningún ruido, nada. Sólo un enorme silencio hasta llegar a las viejas rejas que oficiaban de puertas y le pareció que hace mucho tiempo ni siquiera habían sido abiertas. Un gran candado oxidado sellaba aquella entrada. Tuvo que bordear la gran manzana hasta encontrar un pequeño portón que conectaba directamente con un escueto patio interior y en medio del mismo observó que un gato muy flaco le maullaba débilmente a su suerte. En eso se asoma una blanquecina cabeza malhumorada.

-          ¡Quién es! ¡A quien busca!
-          Señora Ofelia… ¿Es usted? Soy Jorge… ¿Me recuerda?

¡Y cómo había de olvidarlo! Lo invitó a pasar y sentarse en la cocina, puso al fogón un poco de leche que después se lo ofreció caliente.

Nada de lo que creía encontrar podía hallarse. El tiempo pasa irremediable y las circunstancias duelen no importa si son meses o años los que pasen por adelante. Ella no estaba, no estuvo hace tiempo.
Ésa noche contó Ofelia que había llovido demasiado también en los ojos cafés de la muchacha que decidió marcharse tras él. Muy entrada la noche tomó su chal y se puso a caminar río arriba esperando que algún camión pudiera llevarla. No había avanzado mucho cuando el sonido arrollador del río caudaloso que llega una vez al año con el comienzo de la primavera también arrasó con ella.

Sólo después de días de buscarla encontraron su cuerpo río abajo, sin más cosas encima que un pequeño relicario que él le había regalado.

miércoles, 13 de junio de 2012


De un día al otro

By Pseudomona

Hoy justo pude escuchar
Cuando el miércoles le decía al jueves:
No me gusta ser el chico del medio
De todos los que tiene la semana
No me digas que soy malhumorado
Sólo estoy un poco celoso
Del sábado y el domingo
Que todos esperan alborotados
Mientras que a mí me toca 
Como único consuelo
Saber que puedo ir al cine
Siempre a mitad de precio.

martes, 12 de junio de 2012


La cita
By Pseudomona

La tarde caía sobre los cerros rojizos de aquel valle, podían observarse los enormes y cansados brazos de los sauces refrescándose a la orilla del río cristalino mientras jugaban con renacuajos verde oscuros y pescaditos pequeños.
Un viejo y destartalado bus recorría lentamente el sinuoso camino de tierra, parecía un enorme caracol adormecido que levantaba una humareda de polvo a su paso. Se detuvo dubitativo en el cruce del camino que marcaba la separación: al sur Tupiza y al norte Potosí, tomó entonces decidido el camino rumbo al sur.
Sentado en uno de los asientos más distantes se encontraba un hombre joven, de pelo ensortijado y frente amplia. Llevaba un reluciente traje gris y giraba incansable entre sus manos un elegante sombrero de felpa azul. Viajaba absorto, mirando fijamente la rotación rítmica de sus pensamientos, había pasado mucho tiempo desde que partió para continuar su vida en la ciudad obligado por las circunstancias ¿Estaría ella todavía aquí? Y si está ¿Lo estaría esperándo? Habían pasado muchos años, mucho espacio entre los dos. Siete. Ella le había prometido que lo esperaría, que siempre lo querría. Nunca se hubieran separado si él no fuese un simple peón de hacienda, porque la ignorancia suele mantener una distinción muy marcada en las clases sociales, tan fuerte que había terminado también marcando sus vidas. El no podía volver a verla, menos aún atreverse a quererla aunque aquello significara dejarla.
Todavía recordaba sus ojos castaños muy profundos que lo habían alumbrado durante todo éste tiempo, sus pequeñas manos que lo habían confortado cada vez que pensaba renunciar y volver a su lado, su pelo largo color azabache intenso, fina cortina, abrigo de las noches más frías. Siete años ¿Habrán pasado en vano? 

Al fin en la placita del pueblo donde también solían llegar los buses, él descendió lentamente maleta en mano y nadie pudo reconocerlo. Sin duda el tiempo había pasado voraz y ahora todo estaba cambiado.
Continuará

lunes, 11 de junio de 2012


Viernes

By Pseudomona

Los ves venir día a día
Arrastrando cansinos su armadura
Disfrazados también por qué no
En el circo del automatismo
Lunes y martes los más rebeldes
Hay mantenerse concentrado
Y hacer que el trabajo resulte
Tal como está planeado
A media semana el miércoles
Llega calmo como un respiro
Y los hace encontrar la fuerzas
En el hermoso regalo de un beso
Entonces se asoma más fácil
El jueves entre ganas y antojos 
Y de allí sólo resta contar las horas
Hasta que el día más esperado
Los llegue a juntar de nuevo.

domingo, 10 de junio de 2012


Costa Rica y Medrano

By Pseudomona

Apenas pongo un pie adentro, el bullicio del restaurante en plena esquina me recibe cálido, a mí que traigo tanto apetito que me comería un esguín entero. A pesar de ser domingo muy entrada la noche la gente colma éste lugar, no sólo porque sus platos no pueden dejar de degustarse sino porque también los domingos se cumplen años y es tradicional que las familias y amigos festejen aquí a sus seres queridos.
Yo en cambio no tengo otro motivo que la llegada de hora de la cena. Uno de los mozos se aproxima y me ofrece una mesa al lado del pasillo, yo muy sonriente le digo que mejor otra mesa, que tal la del fondo, la que está al lado de la ventana. Amable me explica que ésas están preparadas para cuatro personas, pero algo en mí seguro le causa simpatía y me dice que ésta vez hará una excepción siempre y cuando yo pudiera aguardar un rato en la barra. Hacia allá voy y en menos de dos minutos ya tiene preparada mi mesa.
Con la carta de vinos en mano, pregunto si tienen el floral aquél que tanto me gusta, sí, pero no lo pueden ofrecer por copa, pero el vino de la casa no está nada mal. Nuevamente una sonrisa y a pedir que si no hay por copa el vino que a mí me gusta entonces tráigame la botella entera. Entonces la inevitable pregunta, si es mi cumpleaños, no. Tráigame también una rabas a la provenzal y unas papas bravas, ah y no se olvide el agua sin gas. ¿Y sus amigas no vienen? No. ¿Oh, se ha peleado con su novio? No. Ah ¿Está de vacaciones? No y nuevamente la sonrisa. Ah, disculpe señorita, enseguida vuelvo. Y vuelve acompañado con una frapera llena de hielo y mi muy querido vino.

Copa en mano brindo por la vida, cómo me hacen falta tus ojos al momento de decir: ¡Salud!

sábado, 9 de junio de 2012


Autopista


By Pseudomona

Luces de colores pasan allá afuera
Rojos y amarillos en líneas ligeras
A paso firme ruidosos e impacientes
En éste sábado que está adolescente

Viajan iracundas las motocicletas
Llevan prisa pues la noche se extiende
Y no vaya a ser que se queden sin luz
Antes de volver a casa

El silencio inunda nuestras voces
No puede haber cómplice más sincero
En la seriedad del viaje de retorno
Me hace tan bien que sonrías.

viernes, 8 de junio de 2012


Malecón

By Pseudomona

La brisa fría de la tarde se posa en mi cara
Como una mariposa cansada y viajante
Pienso que viene a mí para recordarme
Que aún estoy de pie al comenzar junio
Y el tiempo se ríe de mí acostumbrado

Vienen livianas las olas
Que posan sus lenguas interminables
Y lamen despacito el cuello de las rocas
Imagino que a ellas también les duele un poco
La sal de sus heridas inertes

El cielo cansado de los colores grises
Quiere también ver el otro lado del mundo
Mudarse allá con todas sus nubes
Porque aquí los paisajes se han entristecido
Y se anuncia el invierno que todo lo hiela.

jueves, 7 de junio de 2012


Día del Maestro

By Pseudomona

Todos los seis de junio del calendario suelen inevitablemente hacerme recordar a un hombre muy alto de ojos negros y cabellos lacios que solía sentarse tarde a tarde a mi lado al retornar de la escuela: mi padre.
Teníamos juntos una rutina inquebrantable que también compartía mi madre quien tejía en silencio y nos traía a momentos un poco de té caliente. Comenzábamos con la revisión de todo lo que yo había avanzado durante la mañana en la clase de primaria a cargo de mi anciano profesor Justiniano Gutiérrez Heredia, y luego de subrayar con un lápiz rojo mis errores de ortografía era obligatorio hacer una copia “en limpio”. Y tal como ahora en ése entonces tenía las manos pequeñas y se me escapaban todo el tiempo los lápices, por eso él me tomaba de la mano derecha y me ayudaba a dibujar mis primeras letras, una por una. Un día se apareció muy contento con una pluma fuente azul muy finita, que tenía grabado mi nombre de costado y cabía perfectamente en mi mano y mientras mis compañeritos del primer grado aún dibujaban con crayones, él se las ingeniaba para que yo no sólo escribiera correctamente sino comenzara a tener estilo. Eres una linda niña, me decía, por eso cuando seas grande tienes que tener la letra redondita.
Apenas pudo notar que comenzaba a leer de corrido me regaló un cuentito que aún ahora me lo sé de memoria: La Ratita Presumida, estaba la ratita barriendo su casita y encontró una monedita…
A la hora de hacer los dibujos se nos presentaba un gran problema, porque de tal palo tal astilla, ninguno de los dos podíamos hacer un solo gráfico, entonces él ideó una forma de copiarlos a través del trasluz de la ventana, así nos salían siempre perfectos. Y después yo le ponía todos los colores que quería.
En aquel tiempo vivíamos en el Barrio Magisterio y había muchas familias con muchos niños, niños que solían jugar a la pelota o hacer dormir a las muñecas durante las tardes y estaba yo, que de mañana iba a la escuela y de tarde también lo cual me ponía un poco triste, especialmente cuando me asomaba a la ventana y veía que la vida se reía allá afuera.

No obstante ahora al repasar mi niñez no puedo menos que reconocer que de verdad fui afortunada, más aún porque tengo la letra redondita.

miércoles, 6 de junio de 2012


Miles de cosas que hacen una

By Pseudomona

Una mujer que estuvo sentada en el café de la esquina, aquel que tiene una mesa del lado de la ventana, un día olvidó éste poema devenido en hoja.

El chocolate, la medialuna
La rosa, el azul claro
Un beso, un latido
Tus ojos en mi esencia
Noche de baile pausado

El perro, el gato
Una duda, un resultado
Tus dedos, mi mano
Paseando la gran avenida
De cara al sol desprevenidos

Tu acento, mi ignorancia
Las nubes, la plaza
Los colores, el helado
Minutos contra reloj
Hasta que se hizo el momento.

martes, 5 de junio de 2012


La luna no tiene quien le ladre

By Pseudomona


Hace tanto frío que todos le dieron excusas para no quedarse, se han alejado hasta las estrellas, incluso las más pequeñas y sólo ella sabe lo que es estar desierta, multiplicando su destierro por la extensión de las alturas.
Pobre de la luna hecha mujer, que hace varios días está triste y quisiera distraer su desconsuelo pero allá arriba no pasa nadie, ni siquiera el ramito de nubes que en otra época le hacía jugarretas hoy puede acompañarle. Igual debe mantenerse decidida, maquillarse la cara y salir más allá como si no pasara nada, pues es estricta la noche esposa del día que no le perdonaría si llegara un minuto tarde.

Nada tiene explicación pero ésta vez ella tiene suerte, un hombre joven de pelo tan largo que cabe en una cola de caballo busca en ella su inspiración, toma su guitarra y comienza a cantarle. A ella que está vieja y todavía es soltera.

lunes, 4 de junio de 2012


Aliento

By Pseudomona


Es corta la vida si sólo se respira
Y se mira sin ver ni tus propias pisadas
Un diluvio de sequía la rutina de quien
Se despierta a la misma hora todos los días
Y repite las cosas sin sal ni azúcar ni risa

Llegaste silencioso como un beso 
Girando en una rueda de infinitos abrazos
Regalo para mí que esperé en las horas vacías 
Llenas de nada como las flores marchitas
A las que se les escapó el agua y la dicha

Un extenso árbol de manzanas y deseos
Estaba a la vuelta de mi cadera
Allí te encontré y juntos emprendimos
Un vuelo extenso hacia nuestro propio cielo
Con alas eternas color pasión fuego.

domingo, 3 de junio de 2012


Vos emanas un calorcito

By Pseudomona

Sentados los dos en la peor mesa del Romario de Vicente López y Uriburu, ésa que está ubicada al lado de la pared entre los cajones de cerveza y gaseosas y tiene una silla destartalada que gusta de destrozar las medias nylon de todas las chicas que allí se sientan, se reían de todo lo que pasaba y a decir verdad no había nada gracioso en el hecho de que a la mesera se le hubiera caído la bandeja o que la música estuviera tan fuerte que ni siquiera se pudiera hablar, ellos simplemente reían sin parar.
Ya se habían tomado los dos primeros porroncitos de Stellas cuando ordenaron, ella dos empanadas de carne picante y él otras dos de carne suave, ella preguntó y ¿Vos sos suave? Si, y se rieron otra vez, ésta vez, gozaban de ver en sus ojos un extraño brillo que nunca habían notado en los tres años que ya se conocían.

Luego se fueron al cine, habían elegido la trasnoche porque como todos los viernes salían tarde del trabajo. Ya conocían su rutina de tanto ser amigos. No hubo ningún problema en arreglar el horario y él pasar a buscarla, siempre hablando por mensajitos de texto, así se podían decir más cosas que frente a frente.
Esta vez él estaba muy guapo, más porque llevaba aquella campera de cuero gastado, ella que días anteriores habían ido a la peluquería se quejó de que el peinado no le había quedado bien, y él no estuvo de acuerdo y le dijo: no, ahora se te ve mejor la carita al mismo tiempo que le sonreía. Mal elegida la película, hubo tanta violencia y sangre que se fueron al final espantados.

Para continuar la noche y curarse un poco del mal rato se fueron a caminar por los barcitos de Vicente López y se decidieron por el Portezuelo, con dos Guinnes más encima hablaban sin parar, cómo no se puede conocer a una persona en tantos años de haberla tratado y la venís a conocer en una sola noche, todo de una sola pasada como quién se lee un relato corto de un extremo a otro, él la miro de frente y le dijo: parece que estuviera frente a mí mismo. Casi al final de la obligatoria última copa de Cosmopolitan, eran como las cinco de la mañana cuando el mozo bien atento les dijo que iban a cerrar.

Otra vez a la calle, el frío del alto otoño hacía temblar un poco sus cuerpos y meter bastante bien adentro las manos en los bolsillos, puede que por el frío o por muchas otras razones más ella lo tomó del brazo, iban los dos contentos y casi en la esquina de Azcuénaga encontraron el último bar de la madrugada aún abierto, él la jaló un poco para adentro porque sabía si llegaban a su puerta era casi seguro que ella entraría y todo terminaría ahí como tantas otras veces. Ordenó ésta vez una caipiriña y ella un mojito, ahora se miraban sonriendo incesantemente. Ya casi no hablaban, sólo se miraban. A eso de las seis de la mañana también de éste bar los echaron, pues iban a cerrar.

No pudieron más, él la abrazó y ella se dejó, bromeó con olvidarse de la dirección de su casa de tanto alcohol, pero el no le dejó terminar la oración, le estampó un valiente beso y ella le correspondió. Faltaban diez minutos para las siete.

sábado, 2 de junio de 2012


Predicción

By Pseudomona

El otro día en la calle Maure
Una vieja gitana me dijo:
Vení hermosa que te leo la mano
Si viviera en otro tiempo
Quizás hubiera aceptado
Pero un miedo terrible
A que me dijese la verdad
Me hizo volverme sobre mis pasos
Dije: no gracias
Prefiero guardar la esperanza
De un día volver a ver
Sus cabellos un poco grises
Mientras el mundo esquivo
Que gira pronto y todo lo olvida
No se acuerda más
Del verano en Buenos Aires.


viernes, 1 de junio de 2012


Un brotecito de sol

By Pseudomona

Que sea tan simple
Y no se deba esforzar nada
Que las cosas no se planifiquen
Sólo llanamente sucedan
Conocerte tal cual eres
Granito a grano

Desde mi vetusta obscuridad
Vos también me viste y no te importó
Ni la pena que traía conmigo
Ni mis quimeras sin comienzo ni fin
Te acercaste poco a poco
Hasta hacerte imprescindible.