Querida Señora Schmidt
Una de las
cosas que más me gustan de viajar es hospedarme en un lindo hotel, uno que
tenga la mayor cantidad de estrellas posible, o al menos 4. De esos hoteles me
gusta muchísimo además del Sauna, el Desayuno-Buffet. Será por eso que ahora
que ya no puedo viajar porque que he comenzado recién a echar raíces en una
nueva ciudad hoy me levanto temprano, temprano para ser un sábado, miro el
reloj son las 7 y 50 de la mañana, calculo que estaré lista en 20 minutos
porque a las 8 y 14 pasará por la puerta de mi casa el Bus 55 que me llevará a
la estación principal y de ahí podré tomar cualquier tranvía que me acerque a
Markplatz donde está el Kaiserhof que tiene un abundante delicioso desayuno que
me hace sentir como si estuviera un poco de viaje, pero al mismo tiempo en
casa.
Lástima que
soy mujer y me demoro más de la cuenta, tal es que mientras salgo corriendo del
edificio veo pasar al Bus 55 a las 8:13 de la mañana. ¡La Pucha! En Buenos
Aires siempre perdía los autobuses porque venían siempre retrasados y ahora
porque pasan bien adelantados, realmente me siento indignada, si el 55 debe
pasar a las 8 y 14, ¿Por qué lo hace a las 8 y 13? De las dos maneras, una por
estar retrasada y otra por adelantarse me dejan en la misma circunstancia: en
la calle y a tomar un taxi. Pero no es tan fácil; allá en Avenida Las Heras
apenas pisaba la vereda desfilaban mis amigos los taxistas, aquí la gente camina,
toma el bus, el tranvía o anda en bicicleta, no hay taxis circulando en las
calles, menos hoy a las 8 y tantos de un día sábado. Considero llamar a un
Radio-Taxi pero, ¿Comenzar tan temprano hablando alemán? Dejemos un poco
descansar al cerebro, que tan malo puede ser caminar un poco, que más da, hasta
alcanzar la ruta de un tranvía en dirección a la estación principal, miro el
lado positivo: es una hermosa mañana tibia de otoño y los árboles han comenzado
de nuevo, como hace un año a perder sus hojas, y a mí me resulta encantador
caminar sobre las que se amontonan en la vereda. ¡Qué lindo me resulta el
crujido suave que hacen a mi paso!
Una amable
mesera me recibe en la puerta, enseguida me aparta una mesa y me pregunta si para
comenzar me apetece una copa Prosecco. ¡A las 9 de la mañana! Vamos, ¿Por qué
no? Mientras le pregunto también por el diario, vieja costumbre de la de leer
mientras se desayuna, igual que en un Martínez de Recoleta. Ella me ofrece o el
Süddeustche Zeitung o el Frankfurter Allgemeine, tomo el Frankfurter. El
Kaiserhof está repleto, todos los comensales van y vienen con sus platos
cargados de cuanta comida pueden cargar y repiten y repiten hasta estar
repletos. Frente a mi están sentados una mujer muy escotada que seguro raya en
los 50s y un muchacho joven de no más de 25, madre e hijo, pienso yo, hasta que
comienzan a los besos. ¡Madre mía, jamás permitas que eso me pase! Doy vuelta despacito
mi silla y listo. La mesera se ocupa de todo, me trae primero la copa de Prosecco,
luego el café y la leche deslactosada, mala idea la de beber temprano, pero
excepciones podemos hacer.
Hoy el diario
habla de las escuchas del servicio secreto americano al celular de la mujer más
importante del país, la dificultad de los nuevos estudiantes universitarios
para encontrar un departamento (en Alemania, ¡Sic!), el todavía mayoritario
déficit de la mujer germana en los cargos importantes, bla, bla. De repente un
artículo escrito por una tal Lucía Schmidt titulado: Herr Doktor, verstehst du?
acapara completamente mi atención y al mismo tiempo revive en mí los dolores de
vivir lejos de los míos. Esta mujer intenta escribir sobre la realidad de los
médicos extranjeros en su país. Una realidad totalmente parcial, “su realidad”,
basada sobre todo en las dificultades
que tenemos con el endemoniado idioma y en un tono totalmente burlón cuestiona
el interrogatorio clínico de una joven galena indonesa cuando éste es
totalmente correcto. En el ejemplo que ella señala como enteramente equivocado
un paciente de 72 años relata que tiene disnea y palpitaciones cuando sube las
escaleras, la primera idea que se nos viene a la mente a los clínicos y
cardiólogos es la de una insuficiencia cardiaca y entonces es obvio que
preguntamos entre otras cosas si el paciente se levanta en la noche para ir al
baño, pero ésta mujer, no sólo desconoce la rutina de un típico interrogatorio
médico-paciente, sino más bien saca ventaja de su vil ignorancia para
desprestigiar a los médicos que provienen del extranjero, que había que
agradecerle a Dios, si es que éste existe, quieren vivir en un país donde los
propios médicos alemanes no quieren. Entonces hay que explicarle a ésta querida
Señora Schmidt que la pregunta de la Dra. Gita Manoppo de si el paciente acude
al Toilette durante la noche no tiene nada que ver con una enfermedad de vejiga
como ella quiere significar, sino más bien con algo que se llama Nicturia (ir
al baño en la noche a hacer Pi-pí) y que es un signo precoz acompañante de un
cuadro incipiente de Insuficiencia Cardiaca. ¡Pero cómo hacerle entender a la
estupidez! Y lo peor de todo, hoy sábado miles de lectores, que también son pacientes
creerán otra vez más que los médicos extranjeros no tienen ni la menor idea de
cómo tratar con los pacientes.
Esta señora
Schmidt, que en lugar de escribir sobre medicina, debería investigar un poco
más sobre cuánto dinero se ahorra ahora Alemania al tener médicos extranjeros,
cuyos países han pagado la totalidad su formación académica (6 o 7 años de Universidad,
12 o más años si tienen una especialidad), trabajando en sus hospitales y más
aún, la mayor parte de las veces sin siquiera recibir un solo centavo de dinero
hasta esperar la dichosa prueba de homologación del título que puede tardar
hasta un año. ¡Un año entero de trabajar gratis! Y que encima, el reconocimiento
de la especialidad aún no está reglamentado. Que su país poco o nada ha hecho hasta el momento para poder ayudar
a quienes tenemos problemas con el idioma…se me ocurren ahora también porqué
no, los enormes negociados de jóvenes colegas que vienen de Europa del Este o
Rusia crédulos en las Agencias de trabajo privadas que sacan anualmente
fortunas a costa de ellos. Querida señora Schmidt, ¿Usted también se ha tomado
el tiempo para investigar aquello o lo otro? ¿O sólo, por ser sábado ha
improvisado un discurso que ha acaparado una cara entera de uno de los diarios
de mayor circulación de éste país?
La mesera
trae ésta vez los Frikadellen, pequeños chorizos, alitas de pollo gratinadas y
huevos revueltos. Pero a mí ya se me quitó por completo el apetito, mejor me
voy a casa a escribirle un correo a ésta señora para hacerle comprender un poco
la realidad de alguien que está del otro lado…pero ésta vez me tomo un Taxi.