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martes, 25 de abril de 2023

 ¿Usted ha esperado alguna vez en un aeropuerto, por horas, a que vengan a buscarla y al final nadie vino? 

Yo sí.

La forma en la que me enteré de que a él no le había pasado nada, al menos nada grave, fue cuando me encontré días más tarde inesperadamente con Marie, su hermana, en una de las cajas de aquella tienda de ropa. Ella al verme, en seguida miró para otro lado, pretendió no reconocerme y simuló estar concentrada en su teléfono celular. De todo aquello deduje, que él no podía estar enfermo, acaso internado en un hospital, incapaz de acceder a un medio de comunicación, o como en ésas terribles noches imaginé, no podía incluso haberse muerto. 

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Un sábado por la tarde, después de varios años, alguien toca el timbre. Yo ya estoy acostumbrada a levantar el auricular, escuchar del otro lado que alguien dice: hemos traído su pedido y yo responderé que toquen en el timbre de al lado, en el del vecino. Pero ésta vez la voz del otro lado dice: 
- Hola... soy yo. 
- ¿Yo?, pregunto, ¿quién "yo"?
- Soy yo, dice la voz, anunciándose con su nombre.
- ...
- Soy yo, replica aquel.
- Lo lamento, respondo, no conozco a nadie con ése nombre. Y cuelgo. 

Y no miento, yo conocí alguna vez a una persona llamada así, pero estoy segura que no era aquel que ahora estaba tocando repetidas veces el timbre.


sábado, 18 de febrero de 2023

Entre animales

A la gallinita le salía un hilito de sangre por el piquito, cuando mi hermano al fin, después de tanto forcejeo, consiguió que la Pelusa y el Beethoven (Beto), la soltaran. A ella, a la gallinita, le bastó sentirse a salvo para estirar su mansa pata enseguida. Mi papá y yo nos quedamos secos en medio del patio. Sobre todo mi papá.

Él y mi hermano habían comprado juntos, días antes, a la parejita: un gallito blanco (bautizado Catalán) y su gallinita gris, que según contara después mi hermano, tenía en vida un ojito tuerto. A mi papá se le había fijado una idea en la cabeza, de que sería lindo tener un gallito en casa, para que cantara al alba, como en el campo. Pero el hombre, quien vendía aquellos animalitos, se había negado a hacerlo por separado: porque un gallito sólo, se muere de pena, una gallinita, también.  


Continuará...