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domingo, 28 de marzo de 2021

 

La venganza

Ése día las redes sociales se inundaron con la noticia. Repetían el incidente sin cansancio y en varios idiomas. Se mostraron videos y memes de lo ocurrido. Las cadenas de televisión más serias: ¡Un increíble suceso! reportaron. Aquello dió lugar también a todo tipo de teorías conspirativas.

Sólo aquí se intentará reconstruir realmente lo sucedido.


Habla él:

Rosita y yo habíamos estado buscando por largo tiempo un hogar. Peinábamos la zona cerca del parque. Nos gustaba el barrio. Yo había nacido justo ahí y Rosita también y por ningún motivo, estábamos dispuestos a irnos. Buscábamos algo espacioso, de preferencia en el último piso y con balcón. Le dedicábamos horas y horas de nuestro tiempo libre a diario, hasta que de buenas a primeras lo encontramos. Justo en la Gartenstrasse. Con vista al corazón de la manzana y todo. Aquí es nos dijimos, felices, al visitarlo por primera vez. El inmueble era de no creer y naturalmente habían muchos interesados. Pero como Rosita ya estaba de encargo, El Consejo nos dió prioridad. No teníamos muchas cosas y no nos costó nada instalarnos. Yo iba y venía, ajetreado con el amoblado. Rosita me sorprendía gratamente con la decoración. Ambos soñábamos con la llegada del niño o niña, se nos dió por no saber el sexo. Los primeros días pasaron y nosotros ya nos habíamos acostumbrado a nuestro hogar. Hasta que de golpe, del día a la noche todo cambió.


Habla ella:

Entre semana yo llevo una vida muy ajetreada. A las siete de la mañana tengo que estar ya en la oficina y tiro de largo hasta pasadas las seis. Después me voy con las chicas a hacer el “After” y nos quedamos siempre hasta el cierre; hay noches que ya ni vuelvo a casa. Por eso no me dí cuenta, sólo hasta el fin de semana, que me habían ocupado el departamento. No sé cual sería mi rabia, que agarré una escoba, les grité con todas mis fuerzas hasta lograr echarlos. Después, temerosa de que volvieran, me reporté enferma la semana siguiente. Decidí llamar a mi padre y le pedí prestada su escopeta. Me senté día tras día a vigilar en el balcón, observando desde arriba. Los reconocí de inmediato. Sí que eran porfiados ¡eh! y amenazaban con volver.


Habla el Jefe del Consejo:

La población ha crecido sustancialmente y el mercado inmobiliario se ha quedado rezagado. Se hace cada vez más difícil. Especialmente se complica en la ciudad y sobre todo cuando las familias ya tienen chicos. Hay una especial renuencia a ellos en particular. Si bien El Consejo puede administrar la repartición, no puede garantizar que el acuerdo se respete. Ahí entran definitivamente en juego dos factores: primero, el nivel de perseverancia de los inquilinos y segundo, la capacidad de adaptación del arrendador. Quiero afirmar sin embargo, que hasta ahora no habíamos sopesado con un problema similar. Y espero que tampoco lo hagamos en el futuro. Sin duda aquello se trató de sólo un hecho aislado.


Vuelve a hablar él:

Costó mucho consolar a Rosita, el desalojo nos tomó desprevenidos. Nos tuvimos que ir con lo puesto. No nos dió tiempo a recoger nada. Presentamos como era de esperarse la queja al Consejo. Nada podemos hacer, dijeron. Pero ¡algo había que hacer! No nos pueden echar así sin más ni más, pensé determinado. Claro que intentamos volver, pero ella estaba a todas horas ahí, armada con la escopeta, vigilando en el balcón. Nos tuvimos que resignar, somos dos seres pacíficos. Terminamos alojados en la casa de un amigo, donde Rosita finalmente dió a luz a mediados de la primavera. Si bien la alegría de ser padre me distrajo. También me hizo reflexionar qué tipo de ejemplo le estaba dando a mi hijo, si dejaba aquello pasar. Pensé minuciosamente un plan, que luego presenté al Consejo. Aprobado por unanimidad, dijeron. Ni bien salió el llamamiento, decenas de voluntarios se presentaron. Nos organizamos e hicimos rondas tomando el registro de los movimientos en el departamento. Pudimos constatar que eran los sábados donde el balcón se llenaba de gente. Fue así que decidimos atacar en un fin de semana. Era una tarde de verano, mientras el olor a carne asada flotaba en el ambiente, los cocteles y bocadillos iban y venían en el balcón de la Gartenstrasse; mis compañeros y yo entramos en acción. Atacamos sin piedad y disparamos contra todo lo que se movía en el balcón. Una lluvia de proyectiles impactó sobre los invitados de la fiesta. Unos miraron al cielo sin poder creerlo, otros intentaron escapar sin éxito. En segundos, literalmente los llenamos de mierda. Y así veloces como vinimos, así también nos fuimos.

Ahora que lo pienso, la verdad ella se merecía que la hubiésemos picoteado, eso y mucho más, pero nosotros, como dije antes somos dos seres pacíficos: somos palomas de la paz.


viernes, 26 de marzo de 2021

 

Chip

Hoy por la tarde caminaba por el parque cuando una ardilla cruzó corriendo el césped intentando treparse a un árbol. Yo enseguida me acordé de Chip y Dale, de mis hermanos, de cuando éramos niños. Una emoción inesperada me vino de golpe con ésos recuerdos y sin pensarlo grité: ¡Ey Chip! La ardilla detuvo su marcha, dió vuelta la cabeza en dirección a mí y me miró fijamente con sus ojos avellanas. Entonces continué: ¿Eres tú, Chip?... Y era.


miércoles, 24 de marzo de 2021

 

El retrato

Hoy por la mañana una muchacha joven de unos veintitantos años, guapa, muy bien arreglada, que traía un libro en la mano, se presentó en mi estudio fotográfico.
Me gustaría hacerme un retrato, dijo, pero no uno cualquiera sino el retrato perfecto, poniendo énfasis en perfecto, y sobretodo debe ser capaz de transmitir un mensaje.
¿Un mensaje...? Pregunté.
Sí, me gustaría que quien vea la foto piense en una persona inteligente, con sentido del humor, aventurera, misteriosa, todo eso junto..., pero no tanto. ¿Comprende?
Moví la cabeza, no estando muy seguro. Los clientes cada vez se la ponen a uno más difícil.

Nos pusimos manos a la obra e hice varias tomas de ella. Probamos diferentes fondos y poses. Con anteojos, con el pelo al costado, estudiando un punto fijo y así por el estilo. La verdad que la muchacha era muy fotogénica y juntos hicimos un buen trabajo. Cuando dí por terminada la sesión, ella eligió en la pantalla las fotos que más le habían gustado. Quedé de tenerlas listas para el día siguiente y justo cuando le estaba cobrando la seña, ella dijo: Seguro que se estará preguntando para qué quiero el retrato, ¿no?
Pues sí, respondí intrigado, pero no me animaba.
No hay problema, dijo complacida, es para la tapa de mi libro..., un verdadero bestseller.
Wooow dije gratamente sorprendido, espero estar a la altura. Y ya que ella había comenzado a contármelo, quise saber un poco más. ¿Y cómo se llama el libro?
Ella puso cara de inteligente, con sentido del humor, aventurera, misteriosa, todo eso junto..., pero no tanto y dijo: Le haré saber..., no lo he escrito todavía.


lunes, 22 de marzo de 2021

 

Recital

Ella se fue de vacaciones

y se enamoró de un guapo isleño,

que cantaba y tocaba la guitarra

y era una estrella en internet.

Georgia On My Mind

cantó cuando se conocieron.

Será nuestra canción, dijo él

jamás te olvidaré,

prometió con ojos húmedos.

Te cantaré siempre en mis videos,

al despedirse en el aeropuerto.

Pasaron pocas semanas

y ella espera con ansias

el recital en youtube.

Su corazón se le arruga

al escuchar los primeros acordes

y rompe a llorar sin remedio

porque el isleño dice:

Ésta canción es para Carla, con amor

y ella llora aún más

por la distancia y porque es su canción

pero sobre todo llora

porque ella no se llama Carla.


sábado, 20 de marzo de 2021

 

A altas horas

Pasadas las diez de la noche en un pequeño pueblo al sur de Alemania, una mujer sale corriendo desesperada por la puerta principal del edificio de la alcaldía. ¡Han llegado! Grita agitando los brazos. ¡Están aquí! ¡Corran..., ellos ya están aquí! Los pocos transeúntes que quedan en la calle miran intrigados en ésa dirección. La mujer baja tropezando las escaleras. ¡Ya están aquí! ¡Escapen mientras puedan! Y continúa corriendo en medio de la plaza. Dos policías van tras ella. La mujer no se calla ni se detiene, cada vez más agitada. Cuando está a punto de alcanzar la hilera de coches estacionada en frente, se lleva las manos al pecho y cae redonda sobre el pavimento.  

Intenta abrir los ojos pero las luces intensas de la habitación la ciegan, quiere cubrirse la cara pero no puede. Está recostada, unas ataduras le impiden levantarse. Parece que está volviendo en sí, escucha decir a una voz femenina. Tranquila, no se asuste, Ud. está ahora en el hospital. Una mujer sonriente de bata blanca. Tuvimos que aplicarle un sedante, porque no paraba de gritar... Basta escuchar aquello para que la mujer comience de nuevo. ¡Suélteme, déjeme ir, ya han llegado, ellos han llegado! Todo su cuerpo se retuerce sobre la camilla sin lograr liberarse. Shhhhhh tranquila, por su seguridad nos vimos obligados a sujetarla, explica la doctora. ¡No, suélteme, por favor, le pido que me suelte! Suplica la mujer. Lo haré enseguida si se calma y me cuenta por qué está tan alterada, ¿estamos? La médica. Después de un rato comienza a llorar, parece comprender que no podrá liberarse y empieza: soy la encargada de la limpieza turno noche, todos los días comienzo siempre por la oficina del alcalde. A ésas horas nunca queda nadie, y yo tengo la llave. ¡Oh no! ¡Pobre de él! ¡Suélteme, por lo que más quiera...! No se detenga, vamos, lo está haciendo bien. La anima a seguir la doctora. Abrí la puerta y los ví, vestían trajes espaciales y lo tenían amarrado al alcalde..., eran dos gorilas, dos gorilas gigantes..., me refiero que de verdad eran monos, pero a la vez hombres, tenían pelo en la cara, en las manos y ¡ésos ojos! Se vuelve a la doctora desesperada... ¡¿Ahora entiende de lo que le hablo?! Aquella no responde, mira para atrás y hace un leve movimiento de cabeza. Un enfermero se aproxima de inmediato portando una jeringa.

La escena es observada a través de una pared de vidrio desde la habitación contígua a oscuras. ¡Imbéciles! ¿Cómo permitieron que pase ésto? Gruñe una voz de quien parece ser el líder. Lo sentimos mucho señor. Fué un imprevisto, le prometo que no volverá a suceder.... señor. Responden otras más bajito, temerosas. Por su bien, ¡espero que así sea! O la próxima vez, los mandaré directo a Farfarout. ¡Ahora fuera de mi vista! Ordena. ¡Si señor, no señor..., gracias señor! Le responden. La puerta se abre y la luz del pasillo se cuela. Una mano enorme y peluda sostiene la perilla de la puerta al volver a cerrrarse.  


jueves, 18 de marzo de 2021

 

Retrato hablado

Frankfurt. Estación de policía. Primer día

El hombre que se presentó como el inspector Mezger está sentado frente a mí, vestido de civil. Es corpulento, de aquellos que suelen pasar un par de horas diarias en el gimnasio, apenas habrá entrado en sus cuarentas, tiene el pelo castaño claro que recién va pintando canas. A su lado una mujer policía lleva uniforme. La mesa es rectangular, bastante amplia. Sobre ella yace una grabadora que Mezger acaba de poner en funcionamiento. Abre asimismo una libreta, hace click sobre click con una lapicera y comienza a hacer anotaciones. 

Señora Fuchs...

Señorita... Fuchs...

Como sea, debo recordarle que ésta es una entrevista policial. Dígame ¿Dónde y cómo conoció exactamente a la Señora Klein?

¡¿Señora Klein?! Me dijeron que todo ésto se trataba de Lena...

¿Me está diciendo que Ud. no conoce su apellido?

Lo de Klein no..., ella se presentó como Lena Lahn.

Pues, ni se llama Lena, ni su apellido es Lahn. Su nombre completo es Magdalena Lia Klein.

Mezger dice ésto mientras saca de su libreta una foto, la desliza sobre la mesa, acercándola hacia mí. Luego se queda observándome detenidamente, intentando no perderse ni un segundo de mi desorientada reacción. Se trata de una foto de Lena con el pelo recogido y poco maquillaje, mirando seria a la cámara.

Bueno..., pues..., como dije antes, para mí es Lena Lahn... La verdad es que yo no entiendo por qué Uds. me citaron aquí... por qué me interrogan...

La investigación está todavía en curso... señor-r-rita Fuchs... y no le puedo revelar detalles por el momento. Le pido que simplemente conteste a la pregunta.

Bueno... yo conocí a Lena..., Lena y yo nos conocimos en el Echelon hace un par de años...

¿Echelon? Repite el inspector, mientras lo anota en su libreta. ¿Qué es Echelon?

Echelon es un festival de verano..., en agosto..., en Echelon, de música electrónica...

¿Cómo la conoció exactamente? Demanda impaciente. Quiero escuchar todos los detalles...

No, interrumpo yo, no estoy dispuesta a responder ninguna pregunta más si Ud. no me dice antes ¡De qué se trata todo ésto!

Mezger y la mujer policía se miran y parecen resolver algo en mútuo silencioso entendimiento.

¡Como quiera!, dice él, dejando caer la lapicera sobre la mesa y añade algo que cambiaría el rumbo de mi vida para siempre: Usted está aquí, porque al parecer fue la última persona en ver a la Señora Klein... antes de que ella desapareciera...

Continuará

Capítulo anterior: http://www.terocruz.com/2020/12/retrato-hablado-llegue-laestacion-de.html


jueves, 11 de marzo de 2021

Desierto

El viento azotaba ferozmente la arena, ésta giraba por lo aires formando remolinos e insistía en meterse en mis ojos, nariz y boca, haciendo casi imposible respirar y mucho menos avanzar. Una voz autoritaria ordenaba enérgica en un idioma extranjero, que yo perfectamente entendía, a seguir adelante, manteniendo la fila. Eran los camellos los que no obedecían, se movían inquietos balanceando sus abultadas cargas, ofreciendo resistencia, negándose a avanzar cuesta arriba sobre la arena, que a cada paso se empecinaba con dejar parte de sus delgadas patas enterradas en ella. A través de la raída tela que envolvía mi cara, miré para atrás. La gran caravana se perdía serpenteante en la distancia. No sé bien cuántos éramos, pero no éramos pocos. Al parecer éramos todos hombres, vestíamos, a pesar del frío, una larga túnica y rebozo. Íbamos a pie, yo tenía los pies descalzos, pero ya no me dolían. Me dolían sí los brazos y quemaban las palmas de las manos, aferrándose, negándose a soltar aquella soga. No obstante yo jalaba desesperadamente del bozal que me ataba al camello, éste movía la cabeza de un lado al otro emitiendo sonidos roncos e insistía en tomar el sentido contrario cuesta abajo.

Un pitido monótono fue haciéndose cada vez más fuerte hasta que conseguí abrir los ojos. Los sentí terriblemente secos al igual que mi garganta. Manoteé tanteando sobre la mesa de luz y conseguí apagar el despertador. Por la ventana de mi habitación comenzaban a colarse las primeras luces de la madrugada. Me incorporé pensativa en la cama y mientras me ponía la bata, no pude evitar que un sentimiento inquietante se agitara en mi cuerpo. Debajo de la ducha seguí reviviendo aquel extraño suceso. Cuando al fin me pareció que me había despertado del todo y concluí que aquello sólo había sido un sueño, apagué la ducha y me dispuse a tomar la toalla. En ése momento pude notar que a pesar de haber dejado correr el agua, cerca del desagüe, había quedado aún una pequeñísima pero palpable porción de fina, blanquecina y misteriosa arena.