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lunes, 30 de abril de 2012


Alas que navegan

By Pseudomona


Frágiles sombras recortadas
Tambaleantes regresan
Vienen aliviadas del todo
Pues bañaron sus quimeras
En el tibio lecho del mar

Menudos botes de vela
Son devueltos por la tarde
Miles de espejitos
Los persiguen constantes
Vigilando sus amarras matizadas

Yo también quisiera uno
Con dóciles velas de chicle
Mástil de piruleta
Timón de galleta oblea
Y casco de azúcar glaseado

Un pronto barquito
Que de día transite
El gran charco de la vida
Y de noche se duerma
Amarrado en mi orilla.

domingo, 29 de abril de 2012


La Rambla

By Pseudomona

Si bien el diario anuncia que hoy harán sólo cinco grados, a vos no te importa pues no sólo te gusta descubrir el viento helado en la cara sino el sonido del mar soplando lento en tus oídos. Hacia allá vas lo más que puedes abrigada y nunca está demás llevar una cálida bufanda.
Caminando sobre el malecón piensas qué bueno que está no preocuparse de nada, sólo observar las gaviotas que van y vienen atareadas.
Te sientas en un café cerca de la playa, pides un cortado en jarrito y unas facturas que obviamente no tienen, pero la encargada te ofrece amable un té y un biscochito que en seguida te roba una sonrisa que también está un poco endulzada.


sábado, 28 de abril de 2012


Del otro lado del río

By Pseudomona

Las mansas aguas extienden sus brazos en la distancia, no se agitan ni su sufren y reposan al final del viaje en los hombros de un cielo también gris y un poco nostálgico.
La mañana apenas despierta se predispone animosa, porque aunque no hay sol que se lo recuerde igual debe prepararse y hay que darle marcha al comienzo del fin de semana.
Serpentea a éstas horas muy despacio la gran avenida, sólo se ve alguno que otro escarabajo que también tiene lomo dorado y un par de transeúntes que van de pies a cabeza abrigados.
De todos, es el puerto el que más se afana porque en la madrugada han llegado 2 buques con sus misteriosas cargas sobre las que giran diligentes poleas de cuellos muy largos, que se acercan cual si fueran jirafas, llevándose vistas desde lejos geométricas cajitas de colores; una naranja para allá, otra de color verde para acá y así seguirán hasta ponerle fin a la descarga.
Del otro lado, curiosa se levanta la Plaza Independencia, justo hoy no está tan adornada porque ha comenzado a perder sus gemas, igual ella como toda mujer, quiere ponerse más bonita pues sabe que en un sábado como éste vendrán a verla visitantes de muchos lados. Así se lo comenta a su vecino y amigo: el Teatro Solís que sí se ha preparado y luce un porte magnífico, como su hermano Colón cruzando el río.

viernes, 27 de abril de 2012


Al final del día

By Pseudomona

La lluvia, que hasta hace un rato se lamentaba impasible, comenzó a arreciar justo en el momento en que ella dejaba el edificio. La gente que no traía paraguas corría presurosa por la calle y los que salieron precavidos también transitaban apurados aunque a resguardo.
Ella, de todos era sin duda la más desprevenida, no sólo no traía paraguas sino que la envolvía un delgadísimo vestido y en los pies: chatitas de moños coloreados. Otra en su lugar hubiera esperado un taxi o quizás se hubiese quedado más tiempo en el umbral de la puerta esperando que pase el aguacero. Pero no, continuó caminando como si no pasara nada y pronto, primero su pelo, después su vestido se empaparon por completo, pero no le importó, siguió lentamente su camino como si fuera una noche de luna llena y nadie la estuviera esperando, especialmente porque éste último era realmente cierto. No es que disfrutara de la lluvia, nada menos que eso, era que éste día en particular todo le había salido mal ¿Qué más le podían hacer unas inofensivas gotas de agua hasta la parada del colectivo?
El, suele consultar el pronóstico del tiempo tres días por adelantado, así sabe que: hoy viernes 27 de abril se espera tiempo inestable, nubarrones aislados por la mañana, precipitaciones por la tarde, a la noche alerta metereológico. Obvio que no sólo trae un paraguas, sino que guarda otro en el trabajo por si éste no funcionara. Y nunca se enoja cuando la predicción resulta desacertada, pues el defiende ideas como: más vale que sobre a que falte o importa más el exceso que el defecto o cosas por el estilo.
Así que este día de lluvia no le sorprendió, tan pronto como salió del trabajo, se fue tranquilo caminando para tomar el 10 hasta casa, al llegar seguro prepararía una sopa caliente, de las que vienen en sobre que sería perfecta. Es más haría dos, una para él y otra para la soledad de una noche como ésta.
Buenos Aires se divierte durante las noches de tormenta, porque sabe que no hay peor tortura que el transporte público. Hay que hacer una larga cola para esperar al 10 que no viene durante unos 30 minutos y cuando aparece sigue de largo, pues viene tan cargado que es imposible que pudiera caber alguien más.
No hay otra salida, hay que esperar, ella piensa que es una buena opción ponerse a escuchar algo de música y él considera que puede aprovechar el tiempo para sólo pensar. Aunque uno tenga que pensar en forma obligatoria cerca de dos horas, todos los días en la parada del colectivo.
Bueno, al fin cerca de casa. El toca el timbre en la esquina de Chacabuco y Humberto Primo, justo donde también ella debe descender. Sin saberlo ambos viven sólo a doscientos metros de distancia, en el corazón de San Telmo, cerca del hostel “Aún te amo” y el bar “¿Qué te he hecho para que me trates así?”
Ya la lluvia ha cesado, pero la vereda ha quedado tan lustrosa que un calzado como el de ella no puede soportarlo, tal vez tampoco el destino que sonríe tentado y le tiene preparado una sorpresa esa noche, por eso ella se ha precipitado de cabeza contra el suelo mojado. Cuando se hubo despertado, pudo ver la cara de un amable extraño que le sonreía con sus dientes torcidos pero muy simpáticos.

-          No te preocupes, sólo fue un golpe. ¿Te duele mucho la cabeza?
-          Sólo un poco, creo…gracias.
-          Soy Joaquín
-          Ximena…vivo acá cerca…
-          Yo también, acá al frente, tal vez quieras pasar…te invito una sopa mientras te recuperás…

¿Por qué no? Pensó ella ¿Qué más da una sopa caliente en un día tan malo?

jueves, 26 de abril de 2012


Soledad

By Pseudomona


Como una gota de rocío que cayó en la vereda
Y el sol de la mañana arrasó por completo
Como un pedacito azul de cielo
Que las nubes ocultaron sin remedio
Como un pez civilizado en alta mar

Como un pájaro en la inmensidad del limbo
Sin rumbo, sin prisa, sin nido
Como la tierra sin luna en sombra oscura
Como la última hoja del árbol más raído
Que no vive, no brota ni ríe

Viajarán las palabras y se harán caricias
Extenderán por la red sus alas magníficas
Sobre la ventana de mi casa despoblada
Puede que entonces escuche tu risa
Y sienta tus manos en las noches más frías.

miércoles, 25 de abril de 2012


Trypanozoma Cruzzi


By Pseudomona

Hace meses que venimos acumulando tubos de ensayo en un improvisado y hasta hace un tiempo ficticio laboratorio, casi nos hemos aislado por completo en una quinta que nos prestó el abuelo de Marcos, mi inseparable amigo y compañero desde que nos cruzamos por primera vez hace, no sé, unos diez años, en aquella sala de internación del Hospital Muñiz. Los dos nos instalamos en un galpón despoblado aquí, casi en los confines de Garin, donde sólo llega el llamado tren blanco que no tiene puertas, ventanas, ni asientos y para colmo tiene un color que es la antítesis de su nombre insólito.
Hemos puesto todo nuestro empeño y noches de insomnio frente al microscopio tratando de desmenuzar la compleja estructura de aquel parásito que coloniza las vinchucas y posteriormente éstas malditas inoculan en millones de personas diariamente.
Así pasamos semanas y meses remitiéndonos a los cadáveres disecados de cientos y cientos de vinchucas que habíamos recolectado en nuestras visitas a pueblos del norte argentino que prácticamente están infestados, no sólo de vinchucas sino de hambre, de miseria y condiciones pésimas de des-salud (no quiero decir enfermedad, creo que así se entiende mejor, aunque el diccionario lo niegue) y al final resulta estúpidamente corriente vivir al lado de ésos oscuros insectos, que si bien alguien dijo son criaturas de Dios, son la prueba viviente de que éste no existe.
La investigación prometía demasiado, especialmente para un pobre iluso como yo que se cruzó con ésta idea y no dejó de rumiarla desde la facultad. Parasitología, segundo año cuando ingenuamente había preguntado en una clase llena de estudiantes:

-          Pero ¿No hay un tratamiento para el Chagas precoz?
-          Si, pero no suele administrarse, es muy caro.
-          ¿Usted alguna vez lo recetó?
-          No…
-          Entonces ¿Por qué no hacer una vacuna?
-          La vacuna, mi querido alumno es: erradicar la pobreza.

Y claramente mi viejo maestro tenía razón, quizás sea más fácil proveer al pueblo de un trabajo decente, una vivienda como la gente, pero al parecer nada se puede hacer en siglos y siglos, tan sólo la más irrisoria observación.
Una vergüenza que mantiene escondida nuestra sociedad actual es que suele darle importancia a ciertas enfermedades si y obviamente a otras no, especialmente a las que sólo se observan desde afuera ¿Quién quiere acercarse?, nadie. Menos mal que no sucedió lo mismo con una especie de gripe que como ustedes sabrán se registró hace un par de años antes, y sólo bastaron un par de muertes, claro en el primer mundo para poner en marcha una batería de laboratorios que en unas cuantas semanas habían encontrado velozmente la vacuna. No, no me malinterpreten, no digo que esté mal, sólo me gustaría que también se quisiera invertir en enfermedades más comunes, más nuestras, más latinas y en ésta misma reflexión he encontrado mi respuesta: Latinoamérica.
¿Quién se acuerda del Chagas? Bueno, pues los niños que se despiertan con un ojo hinchado del tamaño de un limón, recuerdo del beso premonitorio de aquel maléfico insecto que les depositado todo el veneno de su repugnante estómago y ése es el comienzo de que después sufran de todas las complicaciones crónicas y que sólo se van a enterar cuando ya nada pueda hacerse.
Imagínense mi sueño, investigar el genoma del flagelado y por fin inmunizarlos a todos, comenzando por los niños, en éstos momentos todavía me viene a la mente: un futuro asegurado, porque los niños son el germen del mundo. 
Bueno, como pueden ver, no puede negarse que estoy muy emocionado, ya mi compañero ha preparado nuestras primeras muestras en la camioneta, pues hoy vamos a llevarlas para que puedan ser probadas in vitro en un laboratorio, siempre con la ayuda del abuelo de Marcos, quien sabe con un poco más de inversión, muy pronto se pueda lograr algo, ¿No? ¿Qué dicen ustedes?

Este es el boletín de noticias de T5N, demoras en la Panamericana mano a capital, una camioneta placa GUV 026 volcó un extraño contenido de, al parecer insumos medicinales, se reportaron muertos sus únicos 2 ocupantes, se trata de dos personas de sexo masculino entre treinta y cuarenta años de edad aproximadamente. Personal de la federal y tránsito están trabajando en el lugar. Ampliaremos.

martes, 24 de abril de 2012


Iris
(Segunda Parte)
By Pseudomona

Llegamos a Tucumán y Callao, un pequeño departamento en un subsuelo ambientado con luces tenues por doquier que le daban al lugar un aspecto mortuorio en plena fiesta. Había un olor fuerte a música y alcohol. Nos acercamos a la barra; donde estaban otros de nuestra cursada y enseguida ordenó para mí una cerveza negra stout, mi favorita.
-          Bueno zapata, dijo chocando su vaso con el mío, que siempre nos vaya tan bien como hoy.
-          Que no seamos tan viejos cuando salgamos de la facultad, grité yo.
-          No sé vos, al menos yo no lo seré, dijo guiñándome un ojo como siempre que me hacía alguna broma.
Esa noche bailamos y bebimos, yo estaba feliz, es el efecto que la cerveza suele producirme, tal vez debiera beber o bailar más a menudo. No me di cuenta pero pasaron rápido las horas y la noche avanzó fácilmente, mientras Lautaro se despedía de los otros chicos, comencé a observar detenidamente a un extraño que estaba en un rincón del bar, me pareció que lo había visto antes en la facultad, un hombre de, no sé, unos sesenta años, al que todos le decían: señor Rector, por la cantidad de años que llevaba de estudio. O más bien de no estudio, ya que reprobaba permanentemente. Nadie se le acercaba. Tenía una mirada algo amarga, o tal vez era la luz que me hacía verlo de esa manera. Usaba el pelo atado en una colita, una campera de cuero de motociclista negra y fumaba sin cesar. Parecía estar observando a mi amigo desde aquel ángulo.
-          ¿Qué pensás, naba?, me gritó Lautaro, acercándose, ¿ya nos vamos? 
-          ¿Cómo?
-          Vamos, te llevo a tu casa. Vamos.
Miré mi reloj al salir: las 6 de la mañana. Como era invierno apenas amanecía. Me colgué de su brazo, ni un solo taxi pasaba por la avenida.
-          Vamos a caminar, así con el aire frío se te pasa un poco la borrachera. Por Dios, no te podés tomar ni una sola cerveza, me dijo.
Me di vuelta y la calle estaba silenciosa, algún empleado de Cliba a lo lejos que finalizaba su tarea, y lo vi venir.
-          Ey, ¿viste al tipo ese? Le dije.
-          ¿Cuál?
-          Ese, el señor Rector, viene detrás de nosotros.
-          Sí, debe vivir por acá.
-          Apurate, le tengo un poco de miedo.
-          No seas tonta, que sea mal alumno no lo hace mala persona. Mirá, te lo voy a demostrar, lo vamos a saludar, dijo parándose en seco mientras yo jalaba suavemente de su abrigo.
-          Ey, saludó con la mano, hace frío, ¿no?
-          Sí, dijo el tipo arrojando su cigarrillo.
-          Soy Lautaro. Ella es mi amiga…
-          Los he visto antes, en la facultad.
-          ¿Ah, sí? Estás cursando…Las materias se van poniendo difíciles, ¿no?
-          Sí, mucho, en especial una.
-          ¿Sí?, ¿cuál?
-          Una en la que probablemente vos me seas útil, dijo mirándolo seriamente.
-          ¿Yo? No, no creo, somos de primer año.
-          Para estas cosas los años no importan, ni siquiera importa estudiar medicina.
-          No sé cómo. ¿Cuál es la materia?
-          Primero debés decirme si me ayudarás.
-          Claro hombre, si se puede.
-          Sí, tenés que desearlo con ganas.
-          Bueno, mirá, no me lo digas ahora, tengo que llevar a mi amiga a su casa, hablamos luego.
-          Dijiste que me ayudarías, insistió acercándose cada vez más.
-          Mirá, no sé qué te traés, pero este no es el mejor momento para hablar.
-          Vamos Lautaro, hace mucho frío. Vamos.
-          Dijiste que me ayudarías, gritó el hombre, acercándose cada vez más a nosotros. Recién ahí pude ver que enormes cicatrices le desfiguraban la cara
-          Vamos hombre, solo quise ser amable, está amaneciendo, hablamos otro día y se puso delante de mí.
-          Claro, todo el mundo quiere ser amable.
-          Vamos, no le hagas caso, le dije tirando con fuerza de su campera.
-          Nada más dame la mano si de verdad querés ayudarme, dijo el otro, abalanzándose contra él y empujándolo violentamente hacia el piso.
-          Dejalo, le grité abrazando a mi amigo, y el hombre se alejó corriendo, lo vi desaparecer por la esquina de Corrientes.
-          Ay, se fue, ¿estás bien?, le pregunté y me asaltaban las lágrimas.
-          Sí, eso creo, respondió sin lograr incorporarse. No, no estoy bien, dijo mientras se restregaba desesperadamente los ojos una y otra vez, algo me pasa, dijo con una lastimosa voz,  no puede ser, ayudame Isabel, no puedo…ver.

Y ya la luz del amanecer me dejaba ver la claridad de sus hermosos ojos.

lunes, 23 de abril de 2012


Mutismo
By Pseudomona

El cursor del Word quiere comenzar a andar, me hace un guiño tras otro y en vano espera impaciente que mis dedos fluyan también sobre el teclado anhelante.
Pero a mí, hoy no se me ocurre nada, ni una sola idea, ni una sola palabra...la nada misma. Sólo veo mi reflejo en la rutilante pantalla de la computadora.

¿Dónde fueron a parar mis ideas? Quizás se habrán ido con mis sueños, porque desesperadamente los busco y tampoco los encuentro, no están, se han marchado.
Es que talvez quieran pasear en otros lados para no desteñirse con el tiempo o se habrán tomado unos días de descanso o simplemente estarán por ahí escondidos.

Sí, debe ser eso, ya volverán, mientras tanto me quedaré callada. Hoy no habrá relato ni poema, pero sí, quizás sí mañana. 

domingo, 22 de abril de 2012


Mirador

By Pseudomona


La gran avenida se divierte a lo loco
Hace señas en verde a veces en rojo
Pasan veloces los coches también los sueños
Quieren llegar a casa mejor cuanto antes

Me muevo sin prisa ni nada que apure
De un rato al otro el parque se inunda
Son las remembranzas que viajan ligeras
Y al verme se abrazan y sonríen sarcásticas

La tarde poniente lánguida se arrastra
Sus cabellos dorados de pronto han encanecido
Porque el sol se ha ido sin haberse despedido
Y ha seguido su curso el tiempo mezquino.

sábado, 21 de abril de 2012


Iris
  By Pseudomona

Lautaro y yo nos habíamos conocido hacía un año y medio en el CBC para entrar a Facultad. Él era alto, más bien delgado, de tez intensamente pálida y lo que llamaba la atención de todos, especialmente de las chicas, era el color de sus ojos: el izquierdo verde claro, casi turquesa y el derecho tenía un lunar oval de un color castaño que lo cursaba de un extremo al otro. Yo nunca iba a entender cómo no me había dado cuenta la primera vez que lo vi, sino algunos meses más tarde cuando estudiando en la biblioteca se sentó frente a mí de cara al sol y mientras leíamos concentrados la complejidad de la formación del epitelio estratificado recién pude notarlo. Me acerqué poco a poco achicando los ojos; y él enseguida me sonrió. Es un lunar de nacimiento, hasta que te diste cuenta zapata, me dijo golpeando en mi cabeza sus apuntes de histología.
A la hora del almuerzo solíamos ir al bar que está ubicado en la esquina de Paraguay y Azcuénaga, famoso por sus enormes sándwiches llamados camperos, nos gustaba pedir para llevar y luego sentarnos en la plaza a comer lentamente observando a la gente buscándosela. En especial disfrutábamos de ver a los paseadores de perros que llevaban de la mano tantos caninos como si fueran globos y nos reíamos de las graciosas formas que suelen tener esos animales.
Éramos muy compinches a pesar de nuestras diferencias y entre otras cosas él compartía conmigo sus libros y apuntes, lo que sin duda tanto bien le hacía a mi presupuesto. Yo por mi parte era su fan número uno, me encantaba su genialidad y sarcasmo.
El día que aprobamos el primer examen de nuestra carrera, los alumnos de la cursada planearon una fiesta de celebración. Era un 12 de junio, lo recuerdo muy bien.
-          ¿Vas esta noche a la fiesta del colorado?, me preguntó.
-          No sé, ¿por qué?
-          Hay que ir, demasiado estudio.
-          No tengo qué ponerme, dije, y era verdad.
-          No seas naba, andá así y listo. Te paso a buscar a las 11.
Pasó retrasado, como era su costumbre.
-          Llevé a mi sobrino al parque y se me hizo tarde, dijo.
-          Bueno, vamos. Tomemos un taxi.
Por eso nos llevábamos tan bien, a él no le gustaban las preguntas ni a mí las explicaciones. Eso sí era muy malo para mentir y cuando lo hacía yo lo descubría enseguida. Sabía que había llegado tarde porque estaba estudiando, mientras nosotros, los de primer año, difícilmente empezábamos a comprender el mundo de la histología o la gran cantidad de tejidos que forman nuestra anatomía y ni hablar de temas de salud mental, Lautaro ya se metía en las páginas de la New England Journal of Medicine y se preparaba para su primera ayudantía.
Continuará

viernes, 20 de abril de 2012


Minero
(Segunda Parte)

By Pseudomona

Se encaminó como siempre rumbo al espacio 3, saludando animoso a los otros obreros que ya se disponían a iniciar su jornada. Descendió acto seguido a la galería “La Milagrosa” que poseía actualmente la veta más grande y en la que se trabajaba a toda máquina, no vaya a ser que de un momento a otro desapareciera, por esos misterios que los supersticiosos atribuían al Tío de la mina. Este, era todo un personaje representado en la figura sin edad de un hombre mestizo de aspecto macizo y brazos enérgicos, casi se podría decir que era bello y tranquilamente pudiera ser un Dios andino en los subsuelos. Era magnánimo y a la vez exigente, siempre había que darle un manojito de coca y un poco de alcohol de quemar a cambio de su ostentosa sonrisa de dientes dorados. Ellos ciegamente se entregaban a su protección en ésos rincones donde jamás había llegado el sol, ni el Señor de las alturas se dignaba sólo a arrimarse un ratito.
Hace exactamente 9 días que habían depositado la carta adjunta a sus peticiones en las propias manos del capataz de “La Esperanza”, pero no se había sucedido todavía ningún cambio, sólo miradas cómplices y cuchicheos temerosos, siempre sobre la posibilidad de que de un día al otro los dejasen en la calle, así el miedo colectivo se iba apoderando del campamento y poco a poco apretaba sus gargantas con su invisible mano.
Si bien él también esperaba con impaciencia la muda respuesta al mismo tiempo creía que debían juntarse otra vez y en ésta ocasión amenazar con ir a la huelga y quien sabe así obtendrían algo más de atención, sí había que ir a la huelga y así se lo hizo saber al maestro de la escuela.
Iba mascullando sumergido en sus ideas cuando llegó por fin a la “La Milagrosa” donde el ingeniero ya lo estaba esperando y apenas lo vio se le adelantó para decirle que habían descubierto un nuevo filón 2 galerías más abajo, que ese día se llevara a una cuadrilla de trabajadores para allá, así pudieran avanzar algo y comprobar si realmente se trataba de una veta grande para armar un equipo permanente al otro día.
En breves minutos se conformó un grupo de ocho mineros que trabajarían a su cargo y rápidamente se dirigieron mina adentro, hasta su corazón más oscuro sin perder de vista al ingeniero que detuvo su marcha frente a un bloque de montaña y señaló el sitio donde había que comenzar a excavar. 
Ellos provistos con sólo un par de barrenos y toda las fuerza de sus pulmones quechuas, comenzaron a aguzar el henchido estómago de la roca para que ésta revelara su verdad.

La campana improvisada de la escuela ése tarde repicó sin cesar, había que reunir a todo el pueblo para comunicarles que un terrible accidente se había sucedido en la mina. Aunque las mujeres y niños mineros están acostumbrados a no derramar ninguna gota de llanto y soportar lo que venga sin siquiera emitir una queja, no pudieron ese día evitar que un río de lágrimas creciera caudaloso en medio del campamento mientras el capataz leía de pie los nombres de los ocho mineros que habían “desaparecido” en ése “desafortunado incidente”, ya que por las características del terreno era imposible siquiera rescatar sus cuerpos. “Que Dios los tenga en su gloria”.

jueves, 19 de abril de 2012

Una noche de tango

By Pseudomona


Ella era la más linda taquera que había visto en aquella milonga, se movía seductora y graciosa de un lado al otro del salón, iba y venía siempre del brazo de un grandulón que a pesar de su envergadura, a él le pareció que más bien tenía cara de pavo.
El, en la barra la observaba detenidamente, cruzó una mirada cómplice con el Ruso, que en ése momento justo estaba empinando una Quilmes y éste que no se pierde ni un solo detalle, tampoco una chica cómo ésa, le respondió automáticamente.

-          ¡Ah no! Mejor no mirar para ése lado, esa chica no, ¿no lo has visto acaso?
-          ¿El novio? Me tiene sin cuidado.
-          Umm, hacé caso de vez en cuando.

Francisco no sabía lo que era el cuidado y aunque lo conociera igual no iba a prestar atención, enseguida se levantó de la mesa y haciendo alarde de sus facultades de conquistador acercose a la hermosa apenas la vio pasar en dirección al toilette de damas.
A ella seguramente también le habrá parecido guapo que justo cuando caminaba por su lado, le regaló una sonrisa de dientes inmaculados, bastó y sobró. Toda la noche bailaron pegados el tango caliente y se fueron abrazados cuando ya casi eran las 2 de la madrugada y en el salón sólo quedaba el novio sentado en un rincón.

Al día siguiente no se hablaba de otra cosa en el bar, era que al pobre Francisco no sólo le habían desvalijado su departamento en Recoleta sino para aumentar su vergüenza había aparecido completamente desnudo y maniatado sobre la granza de la Plaza Vicente López cuando el sol se despertaba recién en Buenos Aires.

miércoles, 18 de abril de 2012


Rutina

By Pseudomona

Apenas pongo un pie fuera de la cama con los ojos medio despiertos todavía, pienso que el día va a mejorar después de un tazón de café con leche y unas medialunas. ¡Vamos, arriba! 
Rápidamente me pongo lo primero que encuentro, una colita en el pelo y con un largo bostezo llego a la esquina de todos mis días, donde todos saben lo que voy a ordenar y hasta la mesa que voy a ocupar: Café Martínez.
Mientras aún estoy con mi amigo Morfeo, me doy de golpe con un letrero que dice: “Cerrado por falta de agua, disculpe las molestias”. 
¡Qué problema! Hoy no habrá desayuno, o sí, si decido ir a otro lugar, bueno que así sea, cualquier cosa por no volver a casa y hacer mi propio café.
Vamos, probemos el que está en la otra esquina, unos cien metros más y entro. ¡Qué concurrido! A buscar una mesita alejada, sin ruido.

-          Buen día, señora.
-          (Uy, me dijo señora) ¡Hola! Un tazón de campo y…
-          Tazón no tenemos.
-          Bueno, un café con leche y…
-          Ok, café con leche ¿Mitad y mitad?
-          ¿Cómo?
-          Mitad y mitad.
-          No sé, como sale el café con leche…
-          Normal, entonces
-          Si, normal…
-          ¿Algo más?
-          Tres medialunas
-          Sí, tres. ¿De qué?
-          ¿Cómo de qué? Medialunas…
-          ¿De manteca o de grasa?
-          ¡Ah! De manteca...
-          ¿Algo más Señora?
-          (Ahí vamos otra vez) Agua por favor…
-          ¿Con gas o sin gas?
-          Sin gas por supuesto, agua…normal, muchas gracias.
-          Ok agua, hoy tenemos una oferta, Ud. sabe, pancitos con queso, seguro le gustan…
-          No, en el desayuno, no, muchas gracias…

Y me pongo a leer el diario.

-          Son muy ricos, ¿Sabe? Debería probarlos.

Y me mira, con su carita inquisidora…

-          Bueno, con pancitos de queso.
-          ¿Cuántos?
-          ¿Cómo cuántos?
-          Pueden ser seis o quizás doce. ¿No sabe Ud, acaso?
-          ¡Oh! Entonces seis pancitos, gracias.
-          Ok, ahí vuelvo, Señora.
  
Espero que mañana vuelva el agua al café de todos mis días, sino no sabré que hacer, o sí, hacer mi propio café con leche.


martes, 17 de abril de 2012


Indeleble

By Pseudomona


No se puede mandar en la memoria
Hace lo que quiere pues tiene vida propia
Te sumerge en tibias palabras deliciosas
O saca ventaja y clava bien profundo su púa de olvido

Su amiga la soledad me mira burlona desde su cara vacía
Me escruta a ver si aún conservo esbozos de risa
Quiere llevarse hasta el último trozo de mi alegría
Pero se vuelve contrariada con sus manos frías

De pie estoy en la esquina de mi misma
Observo mis días cual si fueran aristas
Y guardo en la mano mi cartera repleta de estrellas
Para colgarlas al cielo la noche que vuelvas de nuevo a mi lado.

lunes, 16 de abril de 2012


Lluvia

By Pseudomona


Las hojas caen mareadas mientras tocan el suelo
Tienen colores encendidos cual pedacitos de puestas de sol
Los árboles extienden sus brazos desnudos agradecidos
De que el calor deje de arreciarlos un tiempo y los deje tranquilos

El rocío de la madrugada ha cubierto de un fino sudor la vereda
La plaza inquieta se muestra calmada a pesar de las circunstancias  
Y el cielo se prepara de un rato al otro para derramar tal llanto
Que seguro nos dejará empapados el resto del día

Gota a gota se cuela en mi pelo penetrando las rendijas de mi alma
Despacio consumo pensamientos constantes pues prisa no tengo
Indescriptible sensación de desierto mientras observo el oscuro techo
Que otra vez se ha cerrado sobre Buenos Aires

Pienso en ti de nuevo imaginando que estarás haciendo ahora o donde andarás
Que nuevos rumbos viajarán tus alegrías y tus tristezas en donde anclarán
De día o de noche, haga frío o calor, se caiga el cielo o el sol brille
Las nubes caprichosas y viento ligero me hacen recordarte a vos.

domingo, 15 de abril de 2012


Una ilusión puede

By Pseudomona


Quisquilloso sentimiento que llega de repente
No te da tiempo para reaccionar
Ni protestar y decir que no estás listo
Te mete preso de cabeza en el acto
Contra las cercas de sus brazos
Y para colmo vos vas feliz y contento

De un día al otro te despiertas sin pensar en nada más
Que no sean sus manos, sus ojos, sus labios
Peor aún cuando ella te ha regalado un beso
Repasarlo de nuevo mientras estás yendo en Subte
Imaginando que bien le quedaba ese vestido ajustado
Sin lograr concentrarte ni siquiera en el trabajo

Ganas increíbles de llamarla otra vez
De llenarle el celular con mensajes de texto
Aunque en realidad te dé un poco de miedo
Ir al frente, entregarte así sólo y desarmado
Que de un puntapié la soledad te visite nuevamente
Y las esperanzas se te borren de un pincelazo negro

Aguardar impaciente que venga a la cita
Mirarla acercarse caminando tranquila
Bañarle de besos la cara, las manos, el cuerpo
Aproximarte más y más a su mínima cintura
Y pronunciar convencido las dos palabras benditas
Con los ojos bien cerrados sin esperar nada a cambio. 

Para  mi querida amiga Anita.

sábado, 14 de abril de 2012


Letra para una canción

By Pseudomona


Primera estrofa

El tiempo que pasamos juntos no es proporcional
A las sensaciones que me hiciste vivir
En esos segundos que se hicieron minutos
Y después fueron horas
La arrebatadora tranquilidad 
De tus ojos que aún me miran
Mientras tengo el mundo que gira 
Y gira contento metido en mi pecho


Segunda estrofa

Tu ausencia tampoco lo es
Sigue mi mano dentro de la tuya
Creciendo está un fueguito en mis dedos
La igualdad de los pies descalzos los tuyos y los míos
Hoy que los días se convirtieron en semanas
Y ya van siendo meses todavía me emociona tanto


Estribillo

No importa que hayamos estado los dos
Tan pocas veces
Tampoco importa que te hayas marchado
Tan de repente
Sólo importa el sentimiento de verano
Que has dejado por siempre en mi interior
Difícil es explicar lo que nunca antes había sentido


Tercera estrofa

Bailaremos juntos de nuevo
Esta noche me pondré el vestido floreado
Vos llevarás aquel jeans azul
Y la remera de Andy Warhol
Nos abrazaremos otra vez
Aunque vos estés no sé donde


Estribillo

No importa que hayamos estado los dos
Tan pocas veces
Tampoco importa que te hayas marchado
Tan de repente
Sólo importa el sentimiento de verano
Que has dejado por siempre en mi interior
Difícil es explicar lo que nunca antes había sentido.


  

viernes, 13 de abril de 2012



Minero

By Pseudomona

Se detuvo pensativo a la entrada del socavón donde la imagen idólatra del Tío lo recibía con una silenciosa carcajada de bienvenida eterna, fijó su atención en aquel menudo hilo de agua sucia que se desprendía gota a gota desde una vasija rota con flores marchitas que enseguida lo transportó a un gran río de aguas límpidas que dejaba ver las piedras redondeadas de múltiples colores en su vasto lecho y de corriente tan mansa que cualquiera se podía quitar las ojotas y caminar relajado río arriba…
Una bocanada de aire frío le abofeteó la cara para recordarle que hacía muchos años que había dejado su río, que a estas horas se encontraba de pie cerca de la boca oscura de la montaña y era tiempo de ingresar de nuevo al seno profundo para comenzar su interminable jornada. Despacio se acomodó su destartalado casco y con un escupitajo de desprecio nunca de resignación, soltó con fuerza la masa verde de acullico sobre el enorme basural que formaba un gran montículo y ésta vez también como hace ya tiempo se le escapó un coágulo de sangre junto con un profuso ataque de tos. Le dolía crónicamente la espalda y tenía los brazos exhaustos, pero ahora parecía que su pecho quería desgarrarse, sería casi seguro a consecuencia de la pena, la pena de dejar pasar los días, meses, años y años trabajando en condiciones miserables, no poder ahorrar un solo peso para volverse de nuevo a su pueblo, comprarse un pedacito de tierra y ponerse a sembrar maíz o quizás alfalfa como había sido inicialmente su plan al mudarse para acá, atraído por las oportunidades imperdibles que decía tener la mina y todo lo que se podía atesorar trabajando en ella.

Aunque antes tampoco había sido fácil al menos era más joven y más tonto para sobrellevar su situación de manera más o menos tranquila, pero ahora cada vez que terminaba su extenuante jornada se sentía mucho más débil y cansado, que sólo caminaba el corto recorrido a casa y se tiraba a dormir unas horas para luego tener que retornar casi enseguida. Se había dado cuenta que nada había cambiado en cientos de años en esta patria olvidada, porque lo que habían dispuesto los españoles hace más de medio siglo con su sangre Quechua ahora lo estaban haciendo los empresarios del estaño.

Por eso recién, luego de haber pasado tanto tiempo con la cabeza baja y la voluntad  apoyada en el barreno buscando voluntarioso un filón de metal o una nueva veta de estaño, el, que había sido uno de los primeros en llegar al asentamiento, había decidido promover un movimiento genuino de trabajadores que protegieran sus derechos de hombres y de mineros. La noche anterior luego de tantos intentos, se había reunido al fin clandestinamente con cincuenta y nueve barreteros, casi la mitad de los trabajadores del pulmón de la Compañía La Esperanza, todos ellos seguro no pasarían de los cuarenta años, pero ya tenían el pelo entrecano, los hombros abatidos y los labios tiznados de un tinte verduzco por la costumbre ancestral de masticar coca para tolerar sus exigentes labores. También había asistido el maestro de la escuela y con su ayuda luego de haber deliberado sus parcas inquietudes, pudieron redactar por escrito las peticiones básicas que proponían los obreros junto con una carta en la que solicitaban una junta con el capataz de la empresa para explicarle personalmente sus aspiraciones.
Todos ellos al ser analfabetos habían dejado la impronta azul de su pulgar derecho al final del documento, en señal de estar de acuerdo con algo que después de una escueta salutación rezaba más o menos así:

-          Disminución de cantidad de horas de trabajo. Señores consideramos que el actual horario es inhumano.
-          Exigimos una mejoría en cuanto al sueldo. La plata no alcanza para la canasta básica  y sabemos que otras compañías de la región ya han tomado medidas al respecto.
-          Pedimos que la escuela prolongue un poco más sus clases a los niños más grandes para que puedan continuar sus estudios y aprendan algún oficio.
-          Consideramos urgente la presencia de un doctor y una enfermera. Está mal tener que esperar a morirse sin siquiera saber de qué uno se ha enfermado.
-         


Continuará

jueves, 12 de abril de 2012


Fiebre

By Pseudomona

Se despertó de repente, la congestión nasal apenas le dejaba respirar y además como miles de hormigas pequeñas le mordían la garganta decidió levantarse, al parecer a estas horas de la madrugada también a todos sus males se le había agregado un terrible dolor de cabeza. Ya iban dos días de guardar cama y en lugar de mejorar ella parecía haber empeorado.

Cortar de golpe con sus actividades realmente no le hacía gracia, más cuando había tenido que decirle al chico que hace tiempo le gustaba que éste viernes no podía salir, que quizás en otra ocasión, ni siquiera le había querido mencionar que estaba con gripe, porque no quería que el pensara que era una chica enfermiza.

Hace sólo un mes se había mudado a su propio departamento en un antiguo edificio de los años 50 entre las calles Juncal y Montevideo, que fue comprado casi instantáneamente porque los anteriores dueños habían aceptado la primera oferta, no tanto porque se trataba de un vetusto lugar clausurado sino porque como eran varios los herederos, estaban desesperados de poder disponer del dinero que podían pagar por el. En realidad al final la inversión terminó saliendo más cara de lo que hubiera imaginado y ella tuvo que pedir un préstamo al banco porque deseaba acondicionarlo a su manera por ello hizo algunas transformaciones para darle un aire más moderno. Un arquitecto le había dicho que se podía dar al recinto la forma que ella quisiera dado que la construcción original tenía paredes lo suficientemente macizas, permitiría cerrar una puerta aquí o abrir otra allá. Así de un pincelazo habían clausurado una que comunicaba el dormitorio directamente con el pasillo principal porque a ella no le gustaba como estaba ubicado, justo en medio de la habitación y prefirió ponerla de costado para que quedara más cerca del baño.

Resignada a pasar el resto de la noche despierta, ya que de pie o sentada podía respirar mejor, había ido hasta la cocina para prepararse un té con unas gotas de limón y mientras volvía despacio sintió la presencia de alguien más, pudo observar entonces la silueta de una sombra que caminaba sigilosamente cruzando el dormitorio, se trataba de una mujer de mediana edad que tenía el pelo enredado y un largo camisón de dormir exageradamente adornado con volados que se arrastraban por el piso y sólo en cuestión de segundos desaparecía por el lugar donde estaba ubicada la antigua puerta, que ahora formaba parte de la nueva pared.

Cuando se despertó de nuevo en su cama, supo que Roberto el encargado del edificio la había encontrado delirante en la escalera y había tenido que llamar al médico de urgencias que justo le estaba tomando el pulso y al verla sobresaltada, le decía muy serio mientras observaba detenidamente el termómetro:

-          ¡Cálmese no es para tanto! Se trata sólo de algunas líneas de fiebre.

miércoles, 11 de abril de 2012


Otra piel

By Pseudomona


Me levanto como una autómata, adivinando las formas que tienen los muebles y mientras trato de no tropezar con las cosas que quedaron regadas por el suelo la noche anterior, me dirijo hacia el living donde dejé cargando el Nextel que a estas tempranas horas ya me está llamando, aunque recién me haya acostado.

Me visto despacio todavía entre sueños y hoy como hace días, también le escapo al espejo que en el último tiempo se ha convertido en el enemigo más implacable de mis casi cincuenta años, una nueva arruga seguro que me ha salido en el entrecejo, puedo sentirla ahí latente pero mirar no quiero y apenas arreglo mi cabello porque es tan rebelde que de nada sirve pasarle una vez más o menos el peine. Adivino que afuera apenas hay 5 grados, me asomo a la ventana y puedo ver que el viento también se ha levantado furioso ésta mañana. Cargo al hombro mi viejo maletín y salgo sin siquiera tomar el desayuno rumbo a la parada de taxis. A estas horas no tengo ganas de hablar con nadie y apenas suelto la dirección como en un murmullo.

Mientras el auto rueda veloz sobre las calles en dirección a mi viejo trabajo veo pasar a mujeres con varios niños de la mano, chicos y chicas que corren alrededor de la plaza, señoras que pasean tranquilas a sus perros, hombres que trabajan de lleno en la construcción de la nueva rama del Subte, veo pasar la ciudad entera, pero no me veo pasar a mí misma. Este rutinario trabajo de empleada de oficina no era lo que hubiera querido hacer cuando era niña, porque no le habré hecho caso a mi mamá… y si tan sólo hubiera sacado mejores notas en la escuela…en la escuela.

¡La escuela Florencia, vas a llegar tarde, arriba, vamos! Escucho a mi madre que me despierta y me levanto de un salto, todo fue sólo un mal sueño. Ya voy mamá ya voy, voy corriendo a darle un abrazo. ¡Ay mamá, no sabes cuanto te quiero!

martes, 10 de abril de 2012


La abeja negra

 By Pseudomona

El día que mi madre anunció que debía ausentarse porque era menester viajar hasta Atocha para cuidar a la tía Eulogia que estaba muy enferma y que como no podía llevarme me quedaría con mi papá por un par de días, supe de inmediato que iba a ser toda una aventura. De mis padres, el siempre fue más complaciente conmigo y divertido también, por eso se llevaba muy bien con mis diez bulliciosos años de niña.

Nos bastó acompañarla a la estación para que se tomara el autobús y mientras se alejaba volvimos a casa casi corriendo, mi papá desempolvó su viejo tocadiscos que funcionaba con batería, porque vivíamos en un lugar que no tenía aún corriente eléctrica y de inmediato nos pusimos a bailar rock and roll, le gustaban mucho Los Beatles y especialmente poníamos Ob-La-Di, Ob-La-Da y I Saw Her Standing There una y otra vez hasta quedar exhaustos. A la hora del almuerzo propuso ir a comer río arriba, en un restaurantito cerca del centro del pueblo y para allá partimos, obviamente sacó a relucir como en pocas ocasiones, su magnífica moto Honda de color negro, no me pregunten la cilindrada, era muy chica para saberlo, lo único que les puedo decir es que se parecía a una avispa de cintura pequeña y antenas de espejuelos que más que rodar volaba, todavía recuerdo hoy en día lo bien que se sentía viajar en aquella abeja.

Al amanecer siguiente pusimos en mi mochila una gran lata de sardinas y algunos panes que serían nuestro almuerzo y nos subimos de nuevo a nuestra esbelta compañera que nos llevó hasta alcanzar los límites del cantón de Salo, donde mi padre estaba seguro había una gran toma de agua donde abundaban los cangrejos de agua dulce. No se había equivocado, allí estaban los colorados moviéndose siempre en contracorriente. El le hizo unos agujeritos a la lata de sardina y después metió un pedacito como carnada sumergiéndola en el enorme manantial de agua cristalina y en seguida mágicamente los cangrejos curiosos se subían irresistibles a nuestra improvisada red de lata.
Esa tarde al emprender el lento regreso a casa tuvimos que caminar los tres, porque nos habíamos quedado sin combustible y pudimos ver cómo el sol se dormía detrás de los árboles mientras las cigarras y los grillos afinaban sus cuerdas vocales haciéndole competencia a los sapos rococó que cantaban como locos en las acequias.
Al llegar a casa mi padre se puso a cocinar el fruto de nuestra singular pesca y aunque yo ya me había llenado a la mitad de aquel rico plato me apuró para que lo terminara, porque decía, no sé en donde había leído que los cangrejos eran buenos para la memoria y el quería que yo fuera muy inteligente cuando creciera. Si el supiera que ahora de grande, sobrevivo gracias a las notas que llevo en el celular.

Al otro día me despertó muy temprano porque nos esperaba una larga caminata en busca de tunas y pasacanas, unos frutos de cubierta porfiadamente espinosa pero de cuerpo turgente y meloso que crecían escurridizos en las faldas alejadas de los cerros. Fabricamos para ello una especie de caña de pescar, que no era de pesca si no de cosecha para poder quitarlas de lo alto de los cactus y luego de haber pasado gran parte de la jornada reuniendo un gran montón nos sentamos a la sombra de un molle cerca de la vera del río y los comimos uno a uno hasta que sólo quedo el recuerdo de lo que había sido haberlos obtenido y nosotros difícilmente podíamos movernos de lo repletos que habíamos quedado.
  
Mi madre arribó en aquel último día, se había venido antes porque la tía se había recuperado más pronto de lo que se pensaba, imagínense cuando se enteró que no sólo nos habíamos ido a pasear en moto a quien sabe que lugares sino que también habíamos usado el tocadiscos con lo caras que costaban las baterías y además para colmo de males a la hora de peinarme pudo notar que mi abundante cabellera estaba infestada de liendres…
Hubo que ver su cara en aquella ocasión, obviamente se enojó muchísimo con los dos, mi padre no pudo salir a pasear con la abeja negra durante un tiempo largo y yo en sólo unos minutos perdí mis dos trenzas porque mi madre me pasó la cabeza primero por una tijera y después por una máquina de afeitar porque quería estar segura que no había quedado ni un solo piojo rebelde, de ésos que les encanta pasear en motocicleta.