Otra piel
By Pseudomona
Me levanto
como una autómata, adivinando las formas que tienen los muebles y mientras
trato de no tropezar con las cosas que quedaron regadas por el suelo la noche
anterior, me dirijo hacia el living donde dejé cargando el Nextel que a estas
tempranas horas ya me está llamando, aunque recién me haya acostado.
Me visto
despacio todavía entre sueños y hoy como hace días, también le escapo al espejo
que en el último tiempo se ha convertido en el enemigo más implacable de mis casi
cincuenta años, una nueva arruga seguro que me ha salido en el entrecejo, puedo
sentirla ahí latente pero mirar no quiero y apenas arreglo mi cabello porque es
tan rebelde que de nada sirve pasarle una vez más o menos el peine. Adivino que
afuera apenas hay 5 grados, me asomo a la ventana y puedo ver que el viento
también se ha levantado furioso ésta mañana. Cargo al hombro mi viejo maletín y
salgo sin siquiera tomar el desayuno rumbo a la parada de taxis. A estas horas
no tengo ganas de hablar con nadie y apenas suelto la dirección como en un
murmullo.
Mientras el
auto rueda veloz sobre las calles en dirección a mi viejo trabajo veo pasar a
mujeres con varios niños de la mano, chicos y chicas que corren alrededor de la
plaza, señoras que pasean tranquilas a sus perros, hombres que trabajan de
lleno en la construcción de la nueva rama del Subte, veo pasar la ciudad entera, pero no me veo pasar a mí misma. Este rutinario trabajo
de empleada de oficina no era lo que hubiera querido hacer cuando era niña,
porque no le habré hecho caso a mi mamá… y si tan sólo hubiera sacado mejores
notas en la escuela…en la escuela.
¡La escuela
Florencia, vas a llegar tarde, arriba, vamos! Escucho a mi madre que me
despierta y me levanto de un salto, todo fue sólo un mal sueño. Ya voy mamá ya voy, voy corriendo a darle un abrazo. ¡Ay mamá, no sabes cuanto te
quiero!