Ibiza
Aeropuerto,
un martes de septiembre cerca de las veintitrés horas:
Acabo de asegurar mi maleta en el guardaequipajes. Aunque he
llegado apenas hace media hora, ya he pasado por el Toilette, me he puesto ése vestido,
aquel que es todo de lentejuelas, perfecto para un peinado alto, zapatos y una
cartera de fiesta. Ya lista, me dirijo a uno de tantos bares, llenos de
viajeros que beben de a poco el último trago, intentando parar el tiempo, y
no tener que volver a tomar el avión de regreso.
Me acerco a la barra y ordeno una copa de Sa Vall. El Barman,
si al principio me miraba receloso, cuando le pregunto si también puedo
llevarme la copa, me sonríe y dice: “¿la
previa, eh?”. Previa o no, el vino como otras cosas que nos hacen felices, pero
muy particulamente el vino, se deben disfrutar con calma.
Salgo a la noche de la isla y no parece que haya llegado el otoño, no, esta noche se siente que es pleno verano. En la parada de taxis, los
demás pasajeros me observan y entre risas, murmuran entre ellos. A pesar
de que a uno le cuentan que en Ibiza todo está permitido, una chica
vestida para la noche con una copa de vino blanco en la mano, esperando en la
fila de los taxis, parece ser demasiado. Pero, en éstos momentos, padezco el “Sindrome
del Turista”, que según mi definición sería: “aquel individuo, que estando de
vacaciones se comporta y hace cosas que normalmente no haría en su vida cotidiana”.
El taxista, al escuchar el nombre de mi destino, enseguida lo
comprende todo y me pregunta cual sería el camino que preferiría para ir a San
Rafael. Yo le digo, el que mejor a él le parezca y en menos de veinte minutos
ya estamos llegando a la puerta.
El
mismo martes de septiembre, cerca de las seis de la mañana:
Me encanta tomar largos desayunos de café con leche, en la
cocina, frente a la computadora y con los audífonos andando a pleno. Sobre todo
me gusta la página de “be-at.tv” que suele subir unos videos de festivales de
música electrónica que me matan. Hoy, particularmente es una fecha especial,
está anunciado para ésta noche: la fiesta de cierre del verano 2018 en la
discoteca más grande del mundo, en Ibiza. ¡Uyyy está Carl Cox en el Line up! ¡Cómo
me gustaría ir! Pero hay que trabajar, hay obligaciones que cumplir. Aunque, uno de los
filósofos más jóvenes alemanes contemporáneos dijo, hace poco: “El trabajo en relación de dependencia, es
la nueva esclavitud de nuestros tiempos..., el que trabaja, jamás será libre”.
Además, aún si consiguiera tener libre el día de mañana, seguro
que ya no quedarán entradas... ¿Cómo? ¿Todavía
hay un par en E-bay? Pero no creo que a éstas alturas se pueda conseguir un
boleto de avión... ¿Qué, aún quedan
plazas Frankfurt-Ibiza? Bueno, como todo en la vida, hay que saber interpretar
los mensajes, “el que no arriesga, no
gana”; así que preparo rápidamente mi maleta y parto con ella en mano rumbo al
trabajo. A media mañana, le estoy hablando a mi jefe: ¿Quiere tomarse repentinamente libre el día de mañana?, dice él
extrañadísimo, ¿Qué grado de motivo
personal sería: leve, moderado o severo?, añade. Leve..., jefe, sería personal leve..., le digo. Estamos muy apretados, lo siento, pero no se
puede..., responde, echando un vistazo a la hoja de planificación en su
computadora. Entiendo jefe, y disculpe...,
me despido, y cuando estoy a punto de retirarme, añade pensativo: Aunque..., habría que cubrir la guardia
externa éste fin de semana..., sábado y domingo de 8 a 20...
Martes
de septiembre, cerca de la medianoche:
Ponerse en la fila de la entrada al Club, disfrutar mientras se
espera, la última gota del Sa Vall, mostrar la entrada electrónica, recibir un
brazalete en la muñeca izquierda y listo: ¡Bienvenida,
adelante! ¡Enjoy it!
Son casi las tres de la madrugada cuando toca the King Cox,
la pista principal está repletísima y sus más fieles seguidores estamos bien
adelante, si bien se trata de una discoteca y no un festival al aire libre,
la música electrónica, tiene donde quiera sus propios códigos, y hoy, la vieja
escuela Techno-House: ¡Oh yes, oh yes! ¡Oh yes,
oh yes! ¡Carl Cox, oh Carl Cox! Hasta que la garganta se quede ronca y los
pies ya casi no te obedezcan.
Dicen que Ibiza tiene playas de arena blanquísima, que el agua
es insuperable, esto y lo otro..., ¿en serio?, pues yo no lo sé, yo sólo puedo
asegurar, que ésta noche es el perfecto lugar para ir de fiesta.
Con la salida del sol, volver al aeropuerto. Tomar un
café con leche doble antes de subirse a aquel avión, (dormir durante todo el
vuelo) y pasadas las diez de la mañana, no sólo aterrizar en Frankfurt, sino
también en la realidad... Por un día libre, haber perdido todo el próximo fin
de semana. Pero, ¡a quién le importa! Todavía le quedan al año muchos más
fines de semana, y a la vida muchos años. Y si éso no bastara: ¡Quién me quita lo bailado! ¡Ja!