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domingo, 2 de enero de 2022

 El Caminito de Heidelberg-Rohrbach

Caminitos hay varios, los que yo de tanto en tanto recuerdo y canto son, por ejemplo: el de Leo Dan: Por un caminito yo te fui a buscar..., o el de Gardel: Caminito que el tiempo ha borrado... En ese mismo tren de los caminitos encontrè hace poco uno propio, el que a partir de entonces cada dìa transito. Cuando lo recorrì por primera vez, lo hice por error, pues me habìa perdido, pero ahora lo tomo voluntariamente cada dìa, como un atajo, para ir de mi casa al trabajo. 

El caminito en cuestiòn tendrà unos 150 o 200 metros de largo por 1.5 a 2 metros de ancho. Parece ser un caminito corto, pero se extiende en el infinito. De un lado colinda con la cerca de la clìnica y del otro lado estàn las parcelas de rosas de todo tipo y color, èsas cuyas primaveras y veranos, me imagino, ajetrean las manos de los vecinos que viven por allì. Cuando lo transito siempre està a oscuras y bien solitario, a oscuras cuando voy por la mañana, cuando aùn no ha amanecido del todo (màs ahora que es invierno y el sol se hace esperar) y llevo aùn el cabello bien peinado y casi siempre buen humor, que hasta voy cantando. Y està oscuro tambièn cuando lo recorro de vuelta a casa, cuando traigo los hombros cansados y la sensaciòn de otra vez, no haber hecho bien mi trabajo. Entonces, en un momento me parece que el caminito me observa y espera, que somos sòlo los dos en el mundo: el caminito y yo.