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domingo, 23 de febrero de 2014

Entre las 8 y las 9


El colectivo de las 7:43 viene casi siempre vacío, solo estamos un pequeño, que calculo tendrá unos ocho años como máximo y sobre la ropa habitual alguien le ha puesto también con una camiseta verde fluorescente y yo. Este regularmente viaja sólo y siempre retrasado, pues a estas horas todos los niños de la escuela próxima ya están alineados en sus asientos y tomando las clases. El, que ya me conoce me mira y sonríe, yo respondo igual, aunque nunca nos hemos hablado. Ambos descendemos en misma parada y tomamos rumbos separados.

A la entrada de la clínica las mujeres hablan habitualmente en italiano, mientras realizan la prolija tarea de la limpieza. Como siempre han colocado unos carteles amarillos: "Cuidado que el piso está mojado". Yo que hoy traigo buen humor, hago que me caigo: Ayyyy, las mujeres se dan la vuelta y me sonríen.

-          Buen día Dra.
-          Bongiorno señoras.

Una vez en la Arztzimmer, mientras termino de colocarme el uniforme y me calzo las zapatillas, èsas que se usan para correr la maratòn, una voz se asoma por la puerta.

-          Buen día. ¿No ha encendido todavía su teléfono?
-          Buenos Días Schwester Julia, le digo sonriente, mientras termino de sujetar mis cabellos largos en una coleta y le señalo el reloj con un dedo: 7:50, pues teóricamente mi trabajo comienza a las 8:00.
-          Ahhh ¿Comenzamos primero en “el Balcón”? El señor Speck necesita una nueva vía, y ya está aquí el señor Sokolov.
-          Ok. Allá voy, le digo mientras me coloco mis anteojos con una mano y con la otra voy encendiendo el teléfono.

Corresponde explicar que en éste lado del mundo la colocación de vías periféricas, toma de sangre, administración de quimioterapia entre otras, que en otros lugares son facultad del personal de enfermería, son confiados únicamente a las manos de un médico titulado, ni siquiera un practicante puede hacer dicha tarea.

“El Balcón” es una especie de sala de espera, donde también podemos administrar medicación a nuestros pacientes ambulantes que requieren un estricto cuidado, sencillamente porque tienen alguna patología muy especial o una personalidad tal, que no nos podemos dar el lujo de mandarlos al hospital de día.

Por ejemplo: los brazos del Señor Speck no tienen vena alguna, al menos no una que se pueda ver, en parte porque tiene mucho sobrepeso y por otra parte ya ha recibido tantos ciclos de quimioterapia que no ha quedado ninguna relativamente asequible. Si estuviera en el hospital de día me llamarían por teléfono cada diez minutos porque las venas del pobre no resistirían. Le tomo con suavidad el brazo derecho y ahí la arteria humeral late con fuerza, sólo basta recordar que al lado corre siempre una vena y aunque no puedo verla, sé que está allí. Tomo la más gruesa de las cánulas y mientras le distraigo con las noticias de todo lo que está pasando en Ucrania, en un abrir y cerrar de ojos la deposito debajo de la piel que ni tiempo le doy para quejarse, unos segundos después la sangre fluye correctamente en los tubos de laboratorio y al final puedo conectarle la vía que le administrará el medicamento adecuado. Mientras voy terminando de sujetar adecuadamente la cánula para evitar algún posterior inconveniente, oigo el quisquilloso sonido de mi teléfono.

-          Romero hallo…
-          Hallo. Aquí Schwester Anna. La Señora Alter-Teigeler pregunta si ya tiene listas sus recetas y la historia clínica pues quiere irse a su casa.

La señora ha venido ayer por la tarde sólo a una colonoscopía anual de control, que en términos generales fue normal, pero la radiografía de tórax que conjuntamente se le ha ordenado ha resultado en un hallazgo de una nueva imagen en el pulmón izquierdo, lo cual sugiere la posibilidad de metástasis, ha casi 5 años de la cirugía y quimioterapia o un nuevo tumor. Pero esa información es tan delicada que no puedo ser yo la encarga de transmitirla, sino mi Jefe.

-          No Schwester Anna. La paciente no puede irse ahora pues debe esperar a la visita médica…
-          Bueno, le aviso.

Continúo en “el Balcón”  bajo la mirada atenta del señor Sokolov, me pongo los guantes especiales y comienzo la quimioterapia. Me quedo durante un rato observando atenta la cara del paciente, ya que este no entiende ni una sola palabra de alemán, pues su idioma nativo es el ruso y no quiero que haya ningún problema con la vía y la solución que le administro. Le pregunto con la ayuda de la Dolmetscherin (traductora) si tiene dolor o ardor o alguna otra sensación extraña en la zona. Nada, todo bien, responde. Entonces les enseño el botón de apagado de la máquina por si hubiera algún problema y yo no pudiera acudir a tiempo.

-          Dra...dice una vocecita muy débil a mis espaldas.
-          ¿Ummm? Le contesto mientras termino de verificar que todo marche como está planificado.
-          Dra…repite.
-          ¿Si? me doy la vuelta. Una de las estudiantes de enfermería está parada rígida como una estatua de la cual cuelgan un estetoscopio y un aparato de control de la presión arterial.
-          La señora de la habitación 110 está vomitando sangre…
-          ¡¿Qué?! La señora Hann…salgo corriendo de la sala de espera y me dirijo a la habitación 110. La joven paciente está semisentada en la cama y sostiene una riñonera que contiene sangre roja con coágulos. Me mira sin poder hablar pues tiene la boca llena de sangre, llora desde sus ojos abiertos a más no poder.
-          Tranquila señora Hann…todo estará bien…mientras me calzo unos guantes y con una gasa le voy limpiando la boca…
La familiar me aclara que hace unos minutos se sintió mareada y con nauseas y de pronto le vino el vómito…pero no es nada grave ¿No? ¿Dra?
-          Vaya a la sala de enfermería y tráigame a una enfermera le digo a la estudiante que permanece a mi lado anhelante. Acto seguido le voy tomando la presión a la señora Hann: 100/60, todavía no está en shock, el sangrado es reciente, todavía hay tiempo. Taquicardia 110 latidos por minuto. Apago la infusión de quimioterapia.
-          Dra. ¡Qué ha pasado! Dice la Schwester Bernadet al ver tamaño cuadro.
-          Le explico conciso y le digo que necesito urgente 80 miligramos de pantoprazol endovenoso, 10 miligramos de Vit. K, 1 litro de solución fisiológica, dos unidades de sangre para transfusión ahora y otras dos en reserva para más tarde y hay que cargar en la computadora una Endoscopia alta urgente… mientras le voy sacando sangre: rutina y grupo sanguíneo, que como regla del Hospital se debe renovar cada tres días.
-          Entendido, ya vuelvo. Sale de la habitación rápido.

Relleno con una letra desdibujada por el apuro el pedido de las unidades de sangre y le alcanzo a la estudiante que ha retornado de nuevo, esta vez más tranquila.

-          Rápido, lleve esto al primer subsuelo, mientras voy marcando desde mi teléfono el número de endoscopia. Buen día. Romero A1 aquí.
-          Buenos días Dra. ¿Que podemos hacer por Ud.? me contesta una totalmente relajada voz del otro lado.
-          Necesito con urgencia una endoscopia, pero de inmediato, es de vida o muerte le aclaro.
-          Entendido, dígame el nombre del paciente.
-          Frau Hann. Habitación 110. Station A1.
-          Ok, enseguida mandamos a buscarla.

Ni bien he colgado, está entrando otra llamada:

-          Romero hallo…
-          Si, Dieterle aquí, hemoterapia. Las unidades de sangre ya están en camino desde Baden-Baden, porque ¿Tienen que ser irradiadas no?
-          No necesariamente, es una urgencia…
-          Bueno, entonces en un par de minutos ya le mandamos.
-          Ok, gracias.

Le doy la mano nuevamente a la paciente y le explico que pienso que hay un sangrado en el estómago o en el duodeno y que corresponde una endoscopia que nos dará la posibilidad de instilar una medicación en el sitio del sangrado y poder pararlo de inmediato. Le aclaro los pro y contra de la maniobra, relleno toda la medicación que está tomando, los resultados de laboratorio, firmo y le pido una firma también con su consentimiento. Los camilleros ya están aquí para el traslado de la paciente hacia endoscopia. Un minuto les pido, mientras viene una enfermera, después salgo rápido formulario en mano con dirección a la sala de enfermería pues debo registrar en el Kardex todos los medicamentos que he ordenado, mientras voy caminando en el pasillo veo a los nuevos pacientes de hoy, que vienen con sus maletas, como quien se va de vacaciones, pues habitualmente la quimioterapia dura entre tres y cinco días. Algunos de ellos que ya me conocen me saludan. Guten Morgen a todos.

Mi Jefe ya está en la sala de enfermería, hoy ha llegado antes de lo previsto y ya tiene las manos puestas en el Kardex de la señora Hann y me dice mirándome desde su seño fruncido:

-          Mmm el hecho de que usted no documente debidamente en el Kardex los medicamentos que le ha administrado a la paciente reduce sustancialmente mi expectativa de vida...

Yo quiero explicarle que no he podido, pero que ya iba ha hacerlo…pero no puedo continuar porque alguien ya me está llamando por el teléfono.

-          Romero hallo…


viernes, 14 de febrero de 2014


 „Die Kollegen haben Vertrauen zu mir“
UniKlinik Mannheim Magazin


Internationaler – und tätigkeitsübergreifender – geht es kaum noch: Die bolivianische Ärztin Teresa Romero Cruz (Mitte) absolvierte ein journalistisches Praktikum beim „Mannheimer Morgen“. In diesem Zusammenhang unterhielt sie sich in der Universitätsmedizin Mannheim mit der Aserbeidschanerin Sabina Nuriyeva (links) und der Russin Valerie Shlyakhto (rechts) darüber, welche Erfahrungen Ärztinnen aus dem Ausland in einem deutschen Universitätsklinikum machen. Hier Ihr Bericht.


„Positiv finde ich die Kollegialität, die ordentliche Forschungsarbeit und die Möglichkeit, an einer europäischen Studiengruppe teilnehmen zu dürfen. Hier kann man gut vorankommen.“ So lautet die Zwischenbilanz von Valeria Shlyakhto. Die zielstrebige 28-Jährige hat in Sankt Petersburg, also in ihrer russischen Heimat, Medizin studiert. Nun arbeitet sie in der Universitätsmedizin Mannheim an ihrer Doktorarbeit über Chronische Myeloische Leukämien. In der Studiengruppe von Professor Dr. Rüdiger Hehlmann fühlt sie sich sehr wohl, lobt das in Deutschland angetroffene hohe akademische Niveau. Und sie bekräftigt: „Ich habe eine sehr gute Beziehung zu den Kolleginnen und Kollegen, sie sind alle sehr freundlich.“
Auch Sabina Nuriyeva gehört zu den mehr als einhundert Medizinern, die an der UMM arbeiten. Ihr Einsatzgebiet ist ein ganz anderes – sie arbeitet in der von Professor Dr. Stefan Schönberg geleiteten Radiologie und Nuklearmedizin, hat jeden Tag Kontakt mit Patienten. Ganz ähnlich sind aber die Erfahrungen der fröhlichen 25-Jährigen in diesem Universitätsklinikum: „Unsere Kollegen sind immer dazu bereit, uns bei schwierigen Sprachangelegenheiten zu helfen“, schildert die junge Frau aus Aserbeidschan ihren Eindruck. „Die Kollegen geben deutschen Ärzte keinen Vorzug, sondern sie haben Vertrauen zu mir.“ 
„Ich finde, dass wir eine multikulturelle Leistung erbringen,“ lautet die Einschätzung von Sabina Nuriyeva. In der aserbeidschanischen Hauptstadt Baku hat sie Medizin studiert. Das aufgrund der Erdöl-Vorkommen durchaus wohlhabende Land kann sich moderne Medizintechnologie leisten, doch es fehlt an ärztlichen Experten, die damit gut umgehen können. Daher stand der Entschluss für Sabina Nuriyeva fest, dazu beizutragen, dass sich diese Situation ändert: „Ich habe dieses Fachgebiet in Deutschland gewählt, weil es in meinem Land nur wenige Fachkräfte gibt, die so etwas machen.“
Sprachschwierigkeiten gehören logischerweise zu den Hürden, die Ärzte ausländischer Herkunft zu meistern haben. Als sie in Deutschland angekommen sei, habe sie nur „hallo“, „guten Tag“ und „Arbeit“ sagen können, berichtet Valerie Shlyakhto. Was folgte, war hartes, intensives Lernen im Goethe Institut, so dass sie nach neun Monaten die Stufe C1 der deutschen Sprache erreicht hat. Erforderliches Mindestlevel an Alltagsdeutsch ist die darunter liegende Stufe B2, die sich in etwa mit fließenden Sprachkenntnissen gleichsetzen lässt. Deutsch-Kenntnisse, die von hohem Nutzen sind für ein angemessenes Patient-Arzt-Gespräch, so wie für akkurate Diagnosen, für das Schreiben von Krankengeschichten der Patienten, für Untersuchungsberichte. Und auch Diskussionen mit den Kollegen werden dadurch erst wirklich ermöglicht.
Sabina Nuriyeva hat Deutsch schon in ihrer Heimat gelernt, und obwohl sie mittlerweile Deutsch fast so gut wie ihre Muttersprache beherrscht, sagt sie: „Manchmal können schon Verständigungsschwierigkeiten auftreten, meistens bei jungen Patienten, die sehr schnell sprechen, oder bei Leuten, die einen starken Dialekt haben.“
Bleiben oder zurückkehren? So lautet eine spannende Frage für die meisten der Ärztinnen und Ärzte aus dem Ausland. Zunächst einmal sei der Entschluss, ins Ausland zu gehen, keine einfache Entscheidung – dies hänge vor allem von dem Alter und der Motivation ab, versichern die Ärztinnen. „Am Anfang ist es sehr stressig, in ein neues Land zu ziehen. Dies kann dein ganzes Leben auf den Kopf stellen“, blickt Valerie Shlyakhto zurück.
Das bestätigt auch Sabina Nuriyeva: „Für uns jüngere Menschen mag dies vielleicht einfacher sein, und wenn der Wille und das Engagement da sind, dann ist alles möglich.“ Doch zugleich steht für sie schon jetzt fest: „Mit Abschluss meiner Fachausbildung muss und will ich in meine Heimat zurückkehren. Denn die Familie vermisse ich natürlich, und, ja, ich habe auch mal Heimweh.“ Valerie Shlyakhto sieht sich dagegen eher als eine Weltenbürgerin, die es dorthin zieht, wo sich ihr die besten medizinischen Arbeits- und Forschungsmöglichkeiten bieten: „Wenn ich wollte, könnte ich relativ einfach nach Russland fliegen. Aber zurzeit möchte ich hier bleiben.“