Dos Pistas
La semana pasada me invitaron a una fiesta de disfraces, fuí
vestida de lámpara de pie. La consigna era: tema libre. Al llegar al local
donde la habían organizado, un departamento enorme con terraza, ubicado en el
último piso de un edificio sobre la calle Kaiserstrasse, pasé un rato intentando
encontrar a Silke, quien era la que en verdad había recibido la invitación;
pero decía con acompañante y ésa era yo. Habíamos quedado de encontrarnos
directamente en la fiesta.
Después de comprobar que ni Silke o Rias Gremory, como había
anunciado que asistiría, se encontraban en el salón, me acerqué al Buffet y
mientras intentaba, difícilmente poner un poco de ensalada en mi plato, hecho
de verdad complicado por la mampara redondeada que le hacía un halo a mi
cabeza; noté que algunos de los demás invitados, al mirarme murmuraban algo bajito y se
reían entre sí. Los había de todo, vampiros y muertos vivientes, personajes de historietas
y otros varios, tan bien logrados, que de verdad parecía que hubieran salido de
una revista de Comics.
Al ver que mis intentos por comer habían fracasado penosamente,
decidí salir al balcón, que de hecho estaba desierto, quizás debido a las bajas
temperaturas de mitad de noviembre y me
senté, haciéndome de una mantita que yacía sobre una de las sillas. No se
sentía tanto frío como parecía, gracias en parte a varias estufas distribuidas en
las esquinas. Desde mi asiento podía observar directamente Kronenplatz, su
fuente de agua y las luces que la adornaban, violeta, verde y naranja. Estaba allí, observando en silencio el ir y venir de las
personas al rededor de la plaza, tratando de adivinar quienes eran o a dónde
irían a ésa hora, hasta que alguien abrió repentinamente la puerta corrediza. Se
trataba de un hombre de unos treinta y tantos años, relativamente alto,
pelo lacio y rubio. Vestía un saco negro,
camisa gris y pantalón jean oscuro. Como me quedé observándolo por un momento, sin
decir nada, él comenzó.
-
Puedo apostar que estarás pensando, ¡cómo
demonios no me disfracé de otra cosa! ¿No? Dijo mirándome, a tiempo de volver a
cerrar la puerta tras sí.
-
¿Perdón? Respondí.
-
Sí, te lo
digo por experiencia... dijo, tomando asiento en otra de las sillas que había a
mi lado.
-
¿Qué cosa?
-
Ah, nada ¡olvídalo! Esta no es una buena noche
para mí... continuó, dándole un trago a un vaso de whisky que tenía en la mano.
Y no digas nada, de todas maneras no podrías adivinar, de qué estoy disfrazado.
-
Si tú lo dices... respondí, volviendo a mirar en
dirección a la plaza.
-
¿Ah no? ¿Es que acaso lo reconoces? Preguntó
intrigado.
-
Puede que sí, pero no estoy segura... respondí,
cuando en realidad no lo sabía.
-
¡Eso sí que es interesante! Vamos, dime, quién
soy... dijo, poniéndose de mejor humor.
-
Antes tendría que hacerte un par de
preguntas..., le dije, siguiéndole el juego.
-
Adelante, tienes opción a sólo tres, ¿estamos?
-
De acuerdo, asentí, intentando formular bien la
primera pregunta. Déjame ver... ¿Eres un personaje de un libro? Dije al final.
-
Sí, lo soy, respondió. No lo haces nada mal,
¿Eh?, dijo mirándome, ésta vez sonriente, nada mal para ser una lámpara... ¡vamos
tira la segunda!
-
Bien, a ver..., déjame pensar... ¿Eres héroe o
villano?
-
Umm, no se podía decir a primeras que soy un
héroe..., respondió, pero diría definitivamente que soy de los buenos. Vamos,
continúa, la próxima pregunta..., y ésta, claro, es tu última oportunidad.
-
De los buenos ¿eh? Dije, pensando que la
verdad no tenía la menor idea de quien podría tratarse. Un personaje de un
libro y además de los buenos, repetí.
-
Sí, soy de los buenos, de verdad... y no sólo
cuando intento ser un personaje..., añadió, es por eso que me vá, como me vá...
-
Ahora me parece que exageras, dije, intentando no
reírme, por lo que quise taparme la boca, pero sólo conseguí apoyar la mano
sobre la tela rígida que hacía de mampara.
-
Ja ja ja vamos, en serio, hazme la última
pregunta..., dijo.
Y yo estaba pensando lo siguiente a preguntarle, cuando de
nuevo se abrió la puerta corrediza y una esbelta figura de larguísimos cabellos
rojizos, diminuta minifalda y botas de taco alto, se metió en el balcón: era
Silke o más bien Rias Gremory.
-
Así que te escondiste aquí, dijo reconociéndome,
ja ja ja, no lo puedo creer, ¡de verdad lo hiciste! Te ves muy tierna, añadió, intentando
abrazarme, lo cual no fué posible, por mi enorme circunferencia.
-
Hey Silke, respondí, ¡estás increíble!
-
Gracias amiga, dijo, perdón por la demora, no
sabía lo díficil que es tener cabellos tan largos, añadió, acomodándose un poco el flequillo. Ya veo que haz hecho nuevos amigos,
dirigiéndose al personaje del libro.
-
Ah perdona, le dije, mira te presento a...
-
Peter, dijo él, poniéndose de pie, Peter Lenz.
-
Mucho gusto Peter, soy Silke, dijo mi amiga,
dándole la mano sin dejar de mirarlo.
-
Ya sé, ya sé, no lo digas, tu también piensas
que no estoy disfrazado, dijo Peter. Pues debo decirte que precisamente...
-
Es un personaje de un libro y de los buenos,
interrumpí yo.
-
Sí, ése soy yo, continuó Peter. A propósito,
todavía no nos hemos presentado, Lamparita...
Se abrió nuevamente la puerta y era el compañero de trabajo
de Silke, quien había organizado la fiesta, invitándonos a pasar, así que
entramos. La música había subido de volumen y el DJ estaba dando oficialmente la
bienvenida a la pista de baile. Silke se dejó llevar y al rato estaba allí, bailando
en el medio. Yo me acerqué al Bar, aunque no estaba segura si podía beber. No es nada fácil la vida en forma de lámpara. Peter, que venía detrás, me preguntó si me apetecía una cerveza. Mejor
vino, le dije, blanco. Con las bebidas en la mano, nos ubicamos en uno de los
sillones que habían quedado libres, ya que la mayoría de los invitados estaban
bailando.
-
¡Salud Lamparita!, dijo sonriente Peter,
colocando un sorbete en mi vaso de vino, hecho que hacía posible que de verdad
pudiera tomarlo.
-
Gracias, respondí ¡Salud!
-
Lo estuve pensando y te voy a dar dos pistas más,
continúo Peter, si es que de verdad quieres saber quien soy.
-
La verdad es que nadie se podría negar, mucho
más si son dos pistas, le dije.
Se llevó la mano al bolsillo interno de su saco,
alcanzándome primero un pequeño cartón de unos ocho a diez centímetros de largo por cuatro o cinco de ancho, que simulaba ser una entrada, escrita con letras a mano: Rigoletto, Ópera de Ystad, y
después otro objeto, algo así como una credencial, confeccionado en plástico que decía: POLIS. ¡Y fue ahí que lo supe!
-
Ja ja ja, ya sé quien eres, le dije.
-
¿En serio? Respondió Peter, ¿en serio lo sabes?
-
Sí, claro que lo sé, dije y sin poder contenerme
me eché a reír.
-
¡Sabía que era un buen disfraz! Decía Peter mientras
también reía.
Horas más tarde, pasadas las tres de la madrugada, aguardábamos en la parada del tranvía número dos que me llevaría a casa. Peter, mientras intentaba ayudarme con mi bufanda de lana, que el viento insistía en arrebatarme, preguntó por qué me
había disfrazado de lámpara. Y yo le respondí: éste caso no va a ser nada fácil,
señor comisario de la policía criminal Kurt Wallander, pero estoy dispuesta a darle dos pistas...