Nueve años
By
Pseudomona
El taxi se
detuvo justo en la esquina y el, que viaja en el asiento trasero mira a su
derecha a través de la ventana. Rivadavia y Cerrito a medio día, no es
precisamente un lugar tranquilo, todo lo contrario, el pleno ajetreo de microcentro
pasa por ésta esquina…una esquina que le es del todo familiar. Hace tanto
tiempo, si, serán unos años que ha dejado la pensión que está a la vuelta,
donde se vio obligado a pasar sus días más miserables de recién llegado.
Buenos
Aires siempre le había parecido fascinante, especialmente cuando la miraba de
lejos, desde aquel país que está lindando al Norte, será por eso que cuando
terminó la facultad se alistó en seguida para trabajar en el campo y algo poder
ahorrar para después hacer el viaje, el que lo llevaría a la especialidad.
Sonríe de
repente porque todavía está allí, con sus letras rojas y blancas: Ugi´s, el
local de pizza, claro que sólo lo conoce quien ha sido pobre y enseguida le
parece que el tiempo no ha pasado por ésta vereda, aunque sí mucho por su vida.
Cómo han cambiado las cosas ¿Será que los recuerdos se endulzan conforme pasan
los años?
Se vio de
repente llegando exhausto del trabajo a la una de la mañana con el Ugi´s todavía
abierto y listo para ofrecerle lo de siempre, la cuarta pizza que en aquel
entonces costaba 1.50 centavos.
Es que en
ésos días, dígase el año 2004, eran pocos los médicos que habían venido del
extranjero y quizás por ello era muy difícil que las clínicas pudieran
ofrecerles algún trabajo. Ni hablar de lo mucho que se tenía que esperar para
conseguir primero el documento y después la habilitación para ejercer en un
país, que después de otorgarles la homologación del título los llamaba despectivamente:
médicos sudamericanos, cómo si Argentina no estuviera también en el mismo
continente. Había que pasar largas horas en salas de espera de los consultorios
y pequeñas clínicas donde para suavizar el rechazo simplemente decían que no
estaban autorizados para contratar a ningún médico que hubiera terminado su
preparación en el extranjero, independientemente de su nacionalidad. ¡Ja! Sí,
tampoco en aquel tiempo existía aún el INADI.
Entonces
había que salir de capital, donde ofrecían los trabajos despreciados, aquellos que
no toman los locales, perderse allá en el Sur, desde Avellaneda a Long Champs, subirse
a una destartalada ambulancia desde las 7 de la mañana a las 11 de la noche y
de nuevo volver al día siguiente y así un día y otro, todos los días, con un
salario que apenas alcanzaba. Entrar en el Dock Sud sólo en compañía de un chofer
que hacía también de enfermero a veces con una patrulla policial, otras tantas
no…
El coche se
mueve nuevamente porque la luz del semáforo y los bocinazos avivan un poco al
taxista que conduce distraído y a el también que mira su reloj: 13:15, va tan
bien con el tiempo piensa, que seguro se tomará un cortado en jarrito antes de
comenzar a asistir a sus pacientes en su consultorio de Quintana y Callao en Recoleta.