Translate

lunes, 10 de septiembre de 2018


El viejo truco

Parte 1 

Llevo un par de años acá, como médico residente del hospital y he logrado identificar, sin que nadie me lo haya dicho o haya llegado siquiera a insinuar, porque no sería de buena educación hablar de ello, y todo el mundo sabe que los médicos son seres muy educados, lo que yo llamo: “el viejo truco”. (Y que conste que ni siquiera yo lo he comentado hasta ahora con otra persona, recién lo hago ahora, aquí, a solas y por escrito).
Todo aquel que tiene planificada su vacación o vuelve de ella tiene elevadas posibilidades de caer desgraciadamente enfermo, con un lapso que es variable, algunos padecerán una enfermedad leve “resfrío, dolor abdominal sin causa aparente, diarrea” otros, los más desgraciados y que los hay, sufrirán “bronquitis aguda, infección urinaria complicada, fiebre de origen desconocido”. Por lo cual el lapso más o menos estimable de que lleguen a faltar al trabajo suele oscilar entre tres y siete días hábiles, aunque ha habido casos graves que han requerido semanas. Todo ello sucederá con increíble cálculo, (o no...) de tal modo que quien sale de vacaciones se reportará enfermo más o menos una semana antes y el que vuelve, lo hará inmediatamente después.
Aquí, se debe considerar el hecho de que estamos hablando de una población joven, que ha aprobado todos los rigurosos exámenes pre-ocupacionales que exige el Ministerio de Salud y cuya edad oscila entre veinticinco y treinta y cinco años ¿Qué será lo que les pasa? A veces me pregunto... ¿Será lo mismo que todas las mañanas me hace querer subirme a la S-Bahn rumbo a la estación principal?

Que no se piense que el problema es general, no, también están aquellos que jamás habrán de faltar a sus obligaciones, que se presentan a trabajar aunque apenas puedan abrir los ojos durante un minuto completo, tenga la voz como un hilo o estén volando de fiebre. 

Lunes, 10 de septiembre de 2018

Sophie tiene que volver hoy de vacaciones, han sido tres semanas de libertad y paz para ella, de muchísimas horas extras para los que quedamos acá. “Suerte con todo hermosa, a la vuelta te cuento cómo estuvo Sud Africa” se despidió.

“Debe haber vuelto” me digo, pero cuando entro al vestuario general donde los residentes nos mudamos de ropa; sus zapatitos, pequeños y blancos, como dos conejitos que acaban de nacer, yacen todavía ahí inmóviles, perfectamente alineados, al lado de otros de diversas formas y colores que los colegas han ido dejando al ponerse el uniforme. Son las ocho pasadas y el controlador automático de huellas dactilares no tolera ni un segundo de impuntualidad. “¿Lo ves?” pienso con fastidio, “el viejo truco”.
Continuará...