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viernes, 27 de abril de 2012


Al final del día

By Pseudomona

La lluvia, que hasta hace un rato se lamentaba impasible, comenzó a arreciar justo en el momento en que ella dejaba el edificio. La gente que no traía paraguas corría presurosa por la calle y los que salieron precavidos también transitaban apurados aunque a resguardo.
Ella, de todos era sin duda la más desprevenida, no sólo no traía paraguas sino que la envolvía un delgadísimo vestido y en los pies: chatitas de moños coloreados. Otra en su lugar hubiera esperado un taxi o quizás se hubiese quedado más tiempo en el umbral de la puerta esperando que pase el aguacero. Pero no, continuó caminando como si no pasara nada y pronto, primero su pelo, después su vestido se empaparon por completo, pero no le importó, siguió lentamente su camino como si fuera una noche de luna llena y nadie la estuviera esperando, especialmente porque éste último era realmente cierto. No es que disfrutara de la lluvia, nada menos que eso, era que éste día en particular todo le había salido mal ¿Qué más le podían hacer unas inofensivas gotas de agua hasta la parada del colectivo?
El, suele consultar el pronóstico del tiempo tres días por adelantado, así sabe que: hoy viernes 27 de abril se espera tiempo inestable, nubarrones aislados por la mañana, precipitaciones por la tarde, a la noche alerta metereológico. Obvio que no sólo trae un paraguas, sino que guarda otro en el trabajo por si éste no funcionara. Y nunca se enoja cuando la predicción resulta desacertada, pues el defiende ideas como: más vale que sobre a que falte o importa más el exceso que el defecto o cosas por el estilo.
Así que este día de lluvia no le sorprendió, tan pronto como salió del trabajo, se fue tranquilo caminando para tomar el 10 hasta casa, al llegar seguro prepararía una sopa caliente, de las que vienen en sobre que sería perfecta. Es más haría dos, una para él y otra para la soledad de una noche como ésta.
Buenos Aires se divierte durante las noches de tormenta, porque sabe que no hay peor tortura que el transporte público. Hay que hacer una larga cola para esperar al 10 que no viene durante unos 30 minutos y cuando aparece sigue de largo, pues viene tan cargado que es imposible que pudiera caber alguien más.
No hay otra salida, hay que esperar, ella piensa que es una buena opción ponerse a escuchar algo de música y él considera que puede aprovechar el tiempo para sólo pensar. Aunque uno tenga que pensar en forma obligatoria cerca de dos horas, todos los días en la parada del colectivo.
Bueno, al fin cerca de casa. El toca el timbre en la esquina de Chacabuco y Humberto Primo, justo donde también ella debe descender. Sin saberlo ambos viven sólo a doscientos metros de distancia, en el corazón de San Telmo, cerca del hostel “Aún te amo” y el bar “¿Qué te he hecho para que me trates así?”
Ya la lluvia ha cesado, pero la vereda ha quedado tan lustrosa que un calzado como el de ella no puede soportarlo, tal vez tampoco el destino que sonríe tentado y le tiene preparado una sorpresa esa noche, por eso ella se ha precipitado de cabeza contra el suelo mojado. Cuando se hubo despertado, pudo ver la cara de un amable extraño que le sonreía con sus dientes torcidos pero muy simpáticos.

-          No te preocupes, sólo fue un golpe. ¿Te duele mucho la cabeza?
-          Sólo un poco, creo…gracias.
-          Soy Joaquín
-          Ximena…vivo acá cerca…
-          Yo también, acá al frente, tal vez quieras pasar…te invito una sopa mientras te recuperás…

¿Por qué no? Pensó ella ¿Qué más da una sopa caliente en un día tan malo?