Minero
By Pseudomona
Se detuvo
pensativo a la entrada del socavón donde la imagen idólatra del Tío lo recibía
con una silenciosa carcajada de bienvenida eterna, fijó su atención en aquel
menudo hilo de agua sucia que se desprendía gota a gota desde una vasija rota con flores
marchitas que enseguida lo transportó a un gran río de aguas límpidas que dejaba
ver las piedras redondeadas de múltiples colores en su vasto lecho y de
corriente tan mansa que cualquiera se podía quitar las ojotas y caminar
relajado río arriba…
Una
bocanada de aire frío le abofeteó la cara para recordarle que hacía muchos años
que había dejado su río, que a estas horas se encontraba de pie cerca de la
boca oscura de la montaña y era tiempo de ingresar de nuevo al seno profundo para
comenzar su interminable jornada. Despacio se acomodó su destartalado casco y
con un escupitajo de desprecio nunca de resignación, soltó con fuerza la masa
verde de acullico sobre el enorme basural que formaba un gran montículo y ésta
vez también como hace ya tiempo se le escapó un coágulo de sangre junto con un
profuso ataque de tos. Le dolía crónicamente la espalda y tenía los brazos exhaustos,
pero ahora parecía que su pecho quería desgarrarse, sería casi seguro a
consecuencia de la pena, la pena de dejar pasar los días, meses, años y años trabajando
en condiciones miserables, no poder ahorrar un solo peso para volverse de nuevo
a su pueblo, comprarse un pedacito de tierra y ponerse a sembrar maíz o quizás
alfalfa como había sido inicialmente su plan al mudarse para acá, atraído por
las oportunidades imperdibles que decía tener la mina y todo lo que se podía atesorar
trabajando en ella.
Aunque antes
tampoco había sido fácil al menos era más joven y más tonto para sobrellevar su
situación de manera más o menos tranquila, pero ahora cada vez que terminaba su
extenuante jornada se sentía mucho más débil y cansado, que sólo caminaba el
corto recorrido a casa y se tiraba a dormir unas horas para luego tener que
retornar casi enseguida. Se había dado cuenta que nada había
cambiado en cientos de años en esta patria olvidada, porque lo que habían dispuesto
los españoles hace más de medio siglo con su sangre Quechua ahora lo estaban
haciendo los empresarios del estaño.
Por eso recién,
luego de haber pasado tanto tiempo con la cabeza baja y la voluntad apoyada en el barreno buscando voluntarioso
un filón de metal o una nueva veta de estaño, el, que había sido uno de los
primeros en llegar al asentamiento, había decidido promover un movimiento genuino
de trabajadores que protegieran sus derechos de hombres y de mineros. La noche
anterior luego de tantos intentos, se había reunido al fin clandestinamente con
cincuenta y nueve barreteros, casi la mitad de los trabajadores del pulmón de la
Compañía La Esperanza, todos ellos seguro no pasarían de los cuarenta años,
pero ya tenían el pelo entrecano, los hombros abatidos y los labios tiznados de
un tinte verduzco por la costumbre ancestral de masticar coca para tolerar sus
exigentes labores. También había asistido el maestro de la escuela y con su
ayuda luego de haber deliberado sus parcas inquietudes, pudieron redactar por
escrito las peticiones básicas que proponían los obreros junto con una carta en
la que solicitaban una junta con el capataz de la empresa para explicarle
personalmente sus aspiraciones.
Todos ellos
al ser analfabetos habían dejado la impronta azul de su pulgar derecho al final
del documento, en señal de estar de acuerdo con algo que después de una escueta
salutación rezaba más o menos así:
-
Disminución de cantidad de horas de trabajo.
Señores consideramos que el actual horario es inhumano.
-
Exigimos una mejoría en cuanto al
sueldo. La plata no alcanza para la canasta básica y sabemos que otras compañías de la región ya han
tomado medidas al respecto.
-
Pedimos que la escuela prolongue un
poco más sus clases a los niños más grandes para que puedan continuar sus estudios y aprendan algún oficio.
-
Consideramos urgente la presencia de
un doctor y una enfermera. Está mal tener que esperar a morirse sin siquiera
saber de qué uno se ha enfermado.
-
…
Continuará