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jueves, 12 de abril de 2012


Fiebre

By Pseudomona

Se despertó de repente, la congestión nasal apenas le dejaba respirar y además como miles de hormigas pequeñas le mordían la garganta decidió levantarse, al parecer a estas horas de la madrugada también a todos sus males se le había agregado un terrible dolor de cabeza. Ya iban dos días de guardar cama y en lugar de mejorar ella parecía haber empeorado.

Cortar de golpe con sus actividades realmente no le hacía gracia, más cuando había tenido que decirle al chico que hace tiempo le gustaba que éste viernes no podía salir, que quizás en otra ocasión, ni siquiera le había querido mencionar que estaba con gripe, porque no quería que el pensara que era una chica enfermiza.

Hace sólo un mes se había mudado a su propio departamento en un antiguo edificio de los años 50 entre las calles Juncal y Montevideo, que fue comprado casi instantáneamente porque los anteriores dueños habían aceptado la primera oferta, no tanto porque se trataba de un vetusto lugar clausurado sino porque como eran varios los herederos, estaban desesperados de poder disponer del dinero que podían pagar por el. En realidad al final la inversión terminó saliendo más cara de lo que hubiera imaginado y ella tuvo que pedir un préstamo al banco porque deseaba acondicionarlo a su manera por ello hizo algunas transformaciones para darle un aire más moderno. Un arquitecto le había dicho que se podía dar al recinto la forma que ella quisiera dado que la construcción original tenía paredes lo suficientemente macizas, permitiría cerrar una puerta aquí o abrir otra allá. Así de un pincelazo habían clausurado una que comunicaba el dormitorio directamente con el pasillo principal porque a ella no le gustaba como estaba ubicado, justo en medio de la habitación y prefirió ponerla de costado para que quedara más cerca del baño.

Resignada a pasar el resto de la noche despierta, ya que de pie o sentada podía respirar mejor, había ido hasta la cocina para prepararse un té con unas gotas de limón y mientras volvía despacio sintió la presencia de alguien más, pudo observar entonces la silueta de una sombra que caminaba sigilosamente cruzando el dormitorio, se trataba de una mujer de mediana edad que tenía el pelo enredado y un largo camisón de dormir exageradamente adornado con volados que se arrastraban por el piso y sólo en cuestión de segundos desaparecía por el lugar donde estaba ubicada la antigua puerta, que ahora formaba parte de la nueva pared.

Cuando se despertó de nuevo en su cama, supo que Roberto el encargado del edificio la había encontrado delirante en la escalera y había tenido que llamar al médico de urgencias que justo le estaba tomando el pulso y al verla sobresaltada, le decía muy serio mientras observaba detenidamente el termómetro:

-          ¡Cálmese no es para tanto! Se trata sólo de algunas líneas de fiebre.