Del otro lado del río
By Pseudomona
Las mansas
aguas extienden sus brazos en la distancia, no se agitan ni su sufren y reposan
al final del viaje en los hombros de un cielo también gris y un poco nostálgico.
La mañana apenas despierta se predispone animosa, porque aunque no hay sol que se lo recuerde igual debe prepararse y hay que darle marcha al comienzo del fin de semana.
Serpentea a éstas horas muy despacio la gran avenida, sólo se ve alguno que otro escarabajo que
también tiene lomo dorado y un par de transeúntes que van de pies a cabeza abrigados.
De todos, es el
puerto el que más se afana porque en la madrugada han llegado 2 buques con sus
misteriosas cargas sobre las que giran diligentes poleas de cuellos muy largos,
que se acercan cual si fueran jirafas, llevándose vistas desde lejos geométricas cajitas de colores; una naranja para allá, otra de color verde para
acá y así seguirán hasta ponerle fin a la descarga.
Del otro
lado, curiosa se levanta la Plaza Independencia, justo hoy no está tan adornada
porque ha comenzado a perder sus gemas, igual ella como toda
mujer, quiere ponerse más bonita pues sabe que en un sábado como éste vendrán a
verla visitantes de muchos lados. Así se lo comenta a su vecino y amigo: el
Teatro Solís que sí se ha preparado y luce un porte magnífico, como su hermano
Colón cruzando el río.