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viernes, 22 de junio de 2012


Femenina

By Pseudomona

Las torres se alzan cuan altas y soberbias son, sobre la calle De María. El conserje del edificio envuelto en un uniforme oscuro me acompaña a través de un amplio corredor que huele a vainilla.
Las puertas me esperan abiertas, las alcanzo a pasitos cortos casi corriendo y me toma un segundo subir deprisa y marcar el piso 34. Un instante más y el ascensor se eleva despacio, de inmediato siento que hay alguien más conmigo, me doy la vuelta despacio y pronto estoy cara a cara con una mujer que tiene el pelo castaño casi negro y muy largo, un flequillo desparejo le cae en medio de la frente en la que también comienzan a dibujarse una par de arrugas, ella me parece familiar, pero ¿Quién es? Sus ojos no pueden mentirme, son como dos granos de café que se destilan lentamente. A pesar de que lleva un abrigo largo, es más bien bajita aunque levante bien la cabeza. 
Es simplemente hermoso. Me doy cuenta y sonrío. Sólo es mi reflejo, soy toda una mujer y acabo de darme cuenta.

Se termina mi viaje, un timbre de bienvenida resuena suavemente, he llegado a mi destino y sólo yo puedo saber lo que me he enterado. Una anciana cara amigable me recibe del otro lado extendiendo sus manos cariñosamente hacia mí:
           
            -      Dra. ¡La estábamos esperando!