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domingo, 2 de diciembre de 2012


He vuelto

By Pseudomona

Son casi las 14 horas de un soleado día de primavera en Buenos Aires. Camino bajo el sol en la espaciosa avenida del Libertador, llevo ésta vez un sombrero de ala ancha y anteojos de sol, infaltable la música electrónica en la radio, un libro bajo el brazo y conservo el paso tranquilo pero seguro.
Jardines florecientes se alzan a ambos lados de la avenida, aquí la vida parece no tener ningún aprieto, no sabe de problemas, no se quiere mudar a ningún lado, sólo sonríe.

Levanto mi mano derecha y saludo al paso veloz del autobús amarillo lleno de turistas, y también algunos de ellos me responden con un movimiento de manos, lo que me recuerda a mí cuando estaba de viaje. Lo cual me recuerda, digo y mi repito, sólo me recuerda, porque he vuelto de nuevo al lugar, a un lugar en el que vivo hace ya varios años, pero que tampoco es el mío.
Después de un largo rato caminando, veo que nada ha cambiado en éstos noventa días que estuve afuera, todo sigue tal cual lo he dejado. Casi automáticamente doblo en Ortiz de Ocampo en dirección hacia Figueroa Alcorta porque es sábado y hora del almuerzo.

El museo Malba se levanta arrogante justo a la derecha y como es costumbre esta temporada está repleto de turistas que deseosos de conocer la cultura latinoamericana visitan sus lujosas instalaciones, sin saber que más bien convendría viajar un poco más y palpar la realidad en la que viven los pueblos olvidados bien al Norte, ésos pueblos llenos de pobreza de los que yo también escapé. Esos, que me traen recuerdos que yo no quiero recordar…

Entro al limpísimo lugar y enseguida me dirijo al sanitario, porque antes de almorzar estaría bueno lavarse las manos ¿No?

En el toilette de damas me parece escuchar algo familiar como: Oder? Schön?...son dos mujeres que están conversando mientras se lavan las manos y yo de inmediato recuerdo que estoy en Argentina donde se acostumbra hablar, molestar a cuanto ser camine por delante y romper todo protocolo es regla, por eso despreocupada pregunto a la señora que está más cerca de mí:

-          Sprechen Sie Deutsch?
-          Ja…me responde extrañada y sobre todo desconfiada.
-          Letzte Montag bin ich von Mannheim angekommen…digo como si la conociera de hace mucho tiempo, la mujer me mira y pregunta:
-          Wohnen Sie jetzt in Buenos Aires?
-          Ja, ich wohne hier, aber ich möchte in Deutschland leben...la mujer ahora se ríe y yo no sé si es por mi acento o porque cree que yo no puedo vivir en un país como Alemania.
-          Aber…dice, haciendo una señal sobre su cara, como indicándome que no cree que hubiera nacido aquí en Buenos Aires.
-          Ah nein, ich wurde in Bolivien geboren, le digo rápidamente.
-          Ah, ich dachte vielleicht in...
-          Asien?...nein in Bolivien, digo yo terminando de secarme las manos. Ich freue dich ein schön Urlaub hier…
-          Ich wünschte Ihnen...me corrige.
-          Danke gracias, pienso y rectifico muy segura: Ich wünschte Ihnen ein schön Urlaub in Buenos Aires.
-          Vielen dank, me responde cortés y se me queda mirando sonriente.
-          Auf wiedersehen, me despido y salgo, mientras pienso fuertemente: Yo voy a volver y vivir en Alemania, carajo!

Me dirijo ahora al restaurante, hay una larga fila que espera entrar…había olvidado que los fines de semana esto suele pasar. Pero yo igual me adelanto hasta donde está el guardia de seguridad, éste en seguida me abre paso y familiarmente me sonríe, aunque no puede hablar.
Ya adentro, me dirijo a la mesa de siempre, que tiene un papelito doblado y dice seriamente: RESERVADO. Llego y me siento, porque es mi mesa y desde hace tiempo. Extrañados los dos mozos rápidamente se acercan y preguntan:
-          ¡Cuanto tiempo! ¿Estuviste enferma? Me dice Sebastian preocupado.
-          ¡Seguro viajaste! Argumenta Leonardo.
-          Si, estuve afuera…pero he vuelto, digo yo, si querer explicar nada.

La primera señora de la fila se queja y exige que la dejen pasar, el Mâitre le explica que soy una clienta regular y que tengo la mesa reservada.

Yo, rompiendo el elegante y constipado ambiente del restaurante pongo mi celular y después mi libro sobre el blanquísimo mantel, mientras Sebastian me cambia la copa de vino:

-          Te traigo ésta que tiene la boca más ancha y es más grande…la mala noticia es que Catena Zapata Chardonnay, ya no tenemos más por copa, sólo por botella…
-          ¿Y eso? Pregunto
-          No sé, cosas del restaurante…pero Casa Séptima no está mal…
-          Bueno, la pruebo, ¿Dale?
-          Dale, seguro quieres lo de siempre ¿No?
-          Si. Lo cual significa: salmón rosado ahumado, colchón de hierbas variadas, chucrut, tomatitos cherry, queso crema y panecillos…¡Ricos panecillos!
-          Leonardo viene rápido y me dice: mirá que el vino Catena Zapata Chardonnay, por ser vos, hay por copa y me regala una linda sonrisa.
-          Qué bueno, entonces Catena Zapata digo.

Y entre Sebastian y Leonardo, enseguida me sirven el agua, el vino, el salmón…y aunque todo es como antes…yo no dejo de pensar en el Currywurst servido en un platillo de papel y comido en la vereda de un lugar cualquiera en Berlín, viendo cómo pasa la gente o el caliente y embriagador Glühwein en Konstablerwache en una mañana de frío en Frankfurt. ¡Maldita sea! Miro a mi alrededor, este lugar ya no es el mío.

Debo volver, y se me carga el pecho de tristeza, debo volver a mi hogar…