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sábado, 14 de julio de 2012


Labio leporino
(Primera Parte)
By Pseudomona

Aquel día había comenzado como otros tantos, la costumbre de no tomar el desayuno estaba instaurada tan sólo por la rebeldía de no hacer lo que estaba estipulado, lo que todo el mundo hace. Comer debería ser algo antes que necesario, placentero requisito que no se cumple apenas levantado. Claro que eso no se lo recomiendo a mis pacientes. Revisé rápidamente mi maletín, para comprobar que nada faltara, tensiómetro, estetoscopio, bajalenguas, sacudí fuertemente el otoscopio sólo para comprobar que funcionara correctamente, guantes, termómetro, recetarios, sello.  Como siempre puse especial atención a mi pequeño sobre de medicamentos, donde guardo sólo los más útiles: antibióticos, calmantes, mi infaltable ampolla de adrenalina. Cargué mi pesado maletín sobre mi dolorido y ya acostumbrado hombro y salí.
Era una mañana de jueves, como era habitual me tocaba recorrer el barrio de Almagro, lindo barrio, esto me saca de la rutina del hospital, me deja respirar un poco, aparte puedo pasear mientras hago mi trabajo, no tengo que manejar, simplemente ir de casa en casa caminando, cuando más, tomar un taxi. Me gusta particularmente detenerme, entre visita y visita, en los puestos de libros usados, siempre me doy con alguno que estaba buscando.

Su cuerpo se sacudía violentamente, estaba todo traspirado, mojado, se aferraba fuertemente con ambas manos a la gruesa colcha que lo cubría. Sus ojos pedían a gritos que el dolor pasara, que los temblores se fueran, pero éstos arremetían con mayor ímpetu haciendo todos sus músculos se contrajesen hasta arrancarle su imparable gemido una y otra vez.

-          Yo, ya no puedo verlo así, haz algo, ya van dos días y la fiebre no le baja, creo que está empeorando, mirale la pierna. Dijo asustada la mujer, mientras se agarraba la cabeza.
-          Ya te dije que no puedo hacer nada, si lo llevamos al hospital se darán cuenta, no podemos, vos sabes que lo están buscando. Decía el hombre alto y robusto, que tenía una extraña cicatriz en el labio superior. No pienso entregar a mi hijo.
-          Pero algo hay que hacer Pablo, yo ya no lo puedo ver así…claro, vos porque no lo pariste…decía la mujer, colmando una cuchara con un líquido rojizo mientras se arrodillaba para darle de beber al enfermo, lo cual era imposible ya que la medicina se derramaba parte en el piso y parte por toda la cara del enfermo.

El sonido acostumbrado del Nextel marca mi ritmo de trabajo. Nuevo mensaje: Potosí 321, casa, femenina 54, control clínico. Era lo habitual, tocar el timbre y esperar. Normalmente acude algún familiar o a veces el mismo paciente. Siempre lo mismo. Buen día. Que tal de ida y vuelta. De ahí al interrogatorio y después a un escueto examen físico. Prescripción, indicaciones, certificado de reposo laboral y nuevamente a la calle, a un húmedo día de verano o a un soleado día de otoño.
Buenos días. Buenos. Adelante, es al fondo. Me recibió un hombre que tenía la mano derecha tratando de ocultar su cicatriz labial. Labio leporino, pensé. Federico siguió caminando, hasta encontrarse al final del pasillo, con una puerta entreabierta, pase Doctor, mi esposa lo está esperando…

Continuará