Autopsia
(Segunda
parte)
By Pseudomona
Veo caer la
llovizna detrás del viejo cristal de la sala de estar asignada a los médicos
legistas. Afuera en el patio trasero de la morgue Judicial puedo observar el
constante ir venir de las ambulancias aunque sin prisa porque a éstas
instancias sólo arriban los casos que no apuran para nada. Pienso un poco y reparo
que hoy es día de lluvia…mal presagio para la gente que trabaja con cuerpos sin
vida, porque así como en los días de luna llena se suceden más alumbramientos,
pasa que en los de lluvia suelen haber más fallecimientos, la mayor parte de
las veces en condiciones violentas como en éste caso.
Minutos más
tarde, hago el recorrido habitual a la sala de autopsias donde ya me espera mi
querido profesor Héctor Vásquez Fanego envuelto en su uniforme de trabajo y presto
a comenzar la tarea diaria.
Sobre la
mesa, debidamente ubicado está el cadáver de un hombre joven a quien ya se le
retiraron todas las tenencias personales. Se puede observar claramente, por las
lesiones que le fueron infringidas la causa casi instantánea de la muerte pues
varios oscuros orificios ingresan por su hipocondrio izquierdo.
-
Adivine,
Usted que es buena mi querida discípula, dice mi maestro con toda la
seriedad que le caracteriza. ¿Cuál será la causa de la muerte?
-
Por
cómo están ubicadas las heridas se podría decir que seguramente la muerte fue secundaria
a un shock hipovolémico y…
-
No,
no, no. Olvídese por un momento de la clínica. A ver inténtelo de nuevo, con
más ganas.
-
El
bazo.
-
No
esperaba menos. Si, se podría decir que anatómicamente correspondería a una
lesión del bazo. Pero ésta vez se equivoca, la causa de la muerte es la pereza
mi querida, la pereza.
-
¿La
pereza?
-
Sí,
como todos los otros pecados la pereza puede resultar peligrosa, afirma mirándome misterioso como
desafiándome a que lo interrogue, porque aparte de enseñarme Tanatología
gustaba de darme alguna que otra lección de filosofía popular de vida. Yo que lo
conocía tan bien, entonces digo, segura de que él ya sabe las circunstancias
del hecho.
- Vamos,
déle cuénteme.
-
Varón,
28 años, nombre: lo llamaremos mmm M, el señor M, trabajo: ninguno, bueno
corrijo: le gustaba adueñarse de lo ajeno. La historia comenzó esta mañana cuando
quiso asaltar un consultorio odontológico al cual ingresó
haciéndose pasar por un paciente y una vez en el lugar, sacó un arma que ni siquiera
tenía balas, se podrá Usted imaginar el grado de pereza que carcomía su
cerebro, para amenazar a nada menos que un experto cazador, que aparte era
odontólogo por supuesto, y justo tenía, contrariamente a lo que su mujer
deseara un revólver guardado en su caja fuerte. Y bueno, se podrá imaginar mi
niña que en un santiamén a nuestro pobre occiso le pasó lo que Usted decía, eso…lo
del shock hipovolémico.
Aún ahora
que ya pasaron varios años y mi maestro no se encuentra más…cada vez que pienso
en la pereza, no puedo negar que le tengo un poco de miedo porque ya vi lo
mortal que puede llegar a ser.