Translate

viernes, 30 de marzo de 2012


Guardia

By Pseudomona

El radio de urgencias comenzó a vibrar insistente entregando un mensaje que decía “código rojo en la puerta de la clínica”, sin  pensarlo dejé lo que estaba haciendo y bajé corriendo los tres pisos por escalera hasta la entrada principal, lo primero que consigo ver es a la gente del Servicio de Atención Médica de Emergencia que dificultosamente trataba de bajar una camilla desde una ambulancia rotulada: SAME, donde seguramente venía un paciente muy malherido, tanto que no podía esperar para llegar al hospital público y debía atenderse aquí.
Analía Jones, mi compañera de guardia y yo nos apuramos para ayudar, tengo la costumbre que heredé de mis días de ambulancia de llevar siempre dos guantes de látex en el bolsillo derecho de mi guardapolvo, me los calzo a tiempo que la enfermera me entrega también un barbijo. Analía es la primera que entra en contacto con el paciente, mientras yo pregunto algunos datos al médico de la ambulancia, que en realidad me explica no sabe bien de qué se trata: masculino de aproximadamente 50 años, fue encontrado en su casa con falta de aire y dolor de pecho, como no puede hablar español, fue muy poco lo que se pudo indagar. Me entrega un largo electrocardiograma que había sido realizado en domicilio que constata ritmo sinusal con un poco de taquicardia, pero nada más, ninguna onda anormal que indicara la presencia de un infarto en curso o algo parecido, por lo que el dolor de pecho debía tener otro origen, pensando en ello lo estaban trasladando al Hospital Fernández para hacerle una radiografía de tórax y todos los análisis de rutina. Súbitamente el paciente comenzó a quejarse mientras se tomaba el pecho tornándose cianótico, la saturación al aire ambiental marcaba sólo 86% al mismo tiempo que le caía la tensión arterial y le aumentaba aún más la frecuencia cardiaca, en cosa de segundos el paciente se les vino abajo, no daba tiempo para llegar al lugar establecido y había que parar aquí, que justo quedaba a mitad de camino.
Hay muy pocas enfermedades exceptuando el infarto de miocardio que pueden comprometer tan rápidamente la vida de un enfermo, una posibilidad es el tromboembolismo masivo de pulmón otra la disección de aorta, ambas situaciones son casi insalvables al momento del diagnóstico.

Mientras que junto a los camilleros lo llevábamos al shock room número 5, las enfermeras ya nos estaban esperando allí con el carro de paro abierto y el laringoscopio preparado. Fueron cosa de unos minutos entre intubarlo, conectarlo rápidamente al respirador, monitorearle la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y colocarle una vía endovenosa, sólo 2 segundos más tarde el paciente entró en el temido paro cardiorespiratorio. Protocolo de resucitación avanzada de inmediato, movilización de todo el equipo de enfermeras, auxiliares y nosotras, una vez, otra y otra más, firme masaje cardiopulmonar, adrenalina casi 5 miligramos en ciclos de 1 minuto, sin poder arrancarle un solo latido cardiaco, ni siquiera ritmo de fibrilación ventricular en el monitor, nada, línea isoeléctrica, cero de tensión arterial, ventilación efectiva pero de nada sirve si el corazón se niega a latir en forma espontánea, 35 minutos de rabiosa labor, un poco más de lo establecido porque no queríamos que se nos muriera así de fácil, no de ésa manera, sin darnos tiempo de nada, ni siquiera saber la causa.
Tuvimos que parar porque más de 25 minutos sin una buena irrigación cerebral resulta ser un doble riesgo, ya que podemos resucitar a una persona que no será jamás la misma y que probablemente no viva como tal. Hora de la muerte 18:45, que quede constancia en el certificado, causa a determinar.

Cuesta abandonar al paciente, bajar los brazos y serenarse un poco. Suele suceder que derrochar tanta energía y presenciar que una vida se escapó de nuestras manos nos deja una ácida sensación de ser inservibles y de no haber podido evitar aquello que no avisa. Después, salir del shock room y pararse frente al hijo que no entiende nada que piensa que el padre tuvo un resfrío que quizás se había enfriado en el avión, porque había venido desde la India la noche anterior a presenciar su boda con su novia argentina. Tener que poner cara de acero mientras le miras a los ojos y le vas diciendo que lo podrá ver en unos minutos, que quizás, casi seguro tengamos que hacerle una autopsia porque no sabemos el motivo del deceso, que lo siento mucho, de verdad lo siento.

Volver lentamente al estar médico para hacer la orden de autopsia y el traslado al primer subsuelo, mirar a mi compañera que está sentada con la cabeza baja y los hombros caídos, acercarme a darle un abrazo, no te pongas a llorar Analía le digo mientras trato de contener mis lágrimas, te traigo un café, ¿bueno?