Guardia
By Pseudomona
El radio de
urgencias comenzó a vibrar insistente entregando un mensaje que decía “código rojo
en la puerta de la clínica”, sin
pensarlo dejé lo que estaba haciendo y bajé corriendo los tres pisos por
escalera hasta la entrada principal, lo primero que consigo ver es a la gente
del Servicio de Atención Médica de Emergencia que dificultosamente trataba de
bajar una camilla desde una ambulancia rotulada: SAME, donde seguramente venía
un paciente muy malherido, tanto que no podía esperar para llegar al hospital
público y debía atenderse aquí.
Analía
Jones, mi compañera de guardia y yo nos apuramos para ayudar, tengo la costumbre
que heredé de mis días de ambulancia de llevar siempre dos guantes de látex en
el bolsillo derecho de mi guardapolvo, me los calzo a tiempo que la enfermera
me entrega también un barbijo. Analía es la primera que entra en contacto con
el paciente, mientras yo pregunto algunos
datos al médico de la ambulancia, que en realidad me explica no sabe bien de
qué se trata: masculino de aproximadamente 50 años, fue encontrado en su casa
con falta de aire y dolor de pecho, como no puede hablar español, fue muy poco
lo que se pudo indagar. Me entrega un largo electrocardiograma que había sido
realizado en domicilio que constata ritmo sinusal con un poco de taquicardia,
pero nada más, ninguna onda anormal que indicara la presencia de un infarto en curso
o algo parecido, por lo que el dolor de pecho debía tener otro origen, pensando
en ello lo estaban trasladando al Hospital Fernández para hacerle una
radiografía de tórax y todos los análisis de rutina. Súbitamente el paciente
comenzó a quejarse mientras se tomaba el pecho tornándose cianótico, la
saturación al aire ambiental marcaba sólo 86% al mismo tiempo que le caía la
tensión arterial y le aumentaba aún más la frecuencia cardiaca, en cosa de
segundos el paciente se les vino abajo, no daba tiempo para llegar al lugar
establecido y había que parar aquí, que justo quedaba a mitad de camino.
Hay muy
pocas enfermedades exceptuando el infarto de miocardio que pueden comprometer
tan rápidamente la vida de un enfermo, una posibilidad es el tromboembolismo
masivo de pulmón otra la disección de aorta, ambas situaciones son casi
insalvables al momento del diagnóstico.
Mientras que
junto a los camilleros lo llevábamos al shock room número 5, las enfermeras ya nos
estaban esperando allí con el carro de paro abierto y el laringoscopio
preparado. Fueron cosa de unos minutos entre intubarlo, conectarlo rápidamente
al respirador, monitorearle la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y colocarle
una vía endovenosa, sólo 2 segundos más tarde el paciente entró en el temido paro
cardiorespiratorio. Protocolo de resucitación avanzada de inmediato,
movilización de todo el equipo de enfermeras, auxiliares y nosotras, una vez,
otra y otra más, firme masaje cardiopulmonar, adrenalina casi 5 miligramos en
ciclos de 1 minuto, sin poder arrancarle un solo latido cardiaco, ni siquiera
ritmo de fibrilación ventricular en el monitor, nada, línea isoeléctrica, cero
de tensión arterial, ventilación efectiva pero de nada sirve si el corazón se
niega a latir en forma espontánea, 35 minutos de rabiosa labor, un poco más de
lo establecido porque no queríamos que se nos muriera así de fácil, no de ésa
manera, sin darnos tiempo de nada, ni siquiera saber la causa.
Tuvimos que
parar porque más de 25 minutos sin una buena irrigación cerebral resulta ser un
doble riesgo, ya que podemos resucitar a una persona que no será jamás la misma
y que probablemente no viva como tal. Hora de la muerte 18:45, que quede
constancia en el certificado, causa a determinar.
Cuesta
abandonar al paciente, bajar los brazos y serenarse un poco. Suele suceder que derrochar
tanta energía y presenciar que una vida se escapó de nuestras manos nos deja
una ácida sensación de ser inservibles y de no haber podido evitar aquello que no
avisa. Después, salir del shock room y pararse frente al hijo que no entiende
nada que piensa que el padre tuvo un resfrío que quizás se había enfriado en el
avión, porque había venido desde la India la noche anterior a presenciar su
boda con su novia argentina. Tener que poner cara de acero mientras le miras a
los ojos y le vas diciendo que lo podrá ver en unos minutos, que quizás, casi
seguro tengamos que hacerle una autopsia porque no sabemos el motivo del
deceso, que lo siento mucho, de verdad lo siento.
Volver
lentamente al estar médico para hacer la orden de autopsia y el traslado al
primer subsuelo, mirar a mi compañera que está sentada con la cabeza baja y los
hombros caídos, acercarme a darle un abrazo, no te pongas a llorar Analía le
digo mientras trato de contener mis lágrimas, te traigo un café, ¿bueno?