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martes, 13 de marzo de 2012


El lugar del hecho

By Pseudomona

Avanzábamos decididamente por el estrecho pasillo, con mi mano derecha me acomodaba el barbijo mientras que con la izquierda sostenía mi maletín con las cosas indispensables para hacer el reconocimiento minucioso, como suelo hacerlo cada vez que desempeño mi trabajo.
Yo, el más nuevo de los forenses del equipo me había formado en el Instituto Médico Legista de la Policía Federal Argentina y gracias a mi mentor el querido gallego Dr. Héctor Vásquez Fanego había conseguido éste puesto hace menos de un año.
Nos llamaron cerca de las tres de la madrugada, justo cuando estaba profundamente dormido como sólo consigo hacerlo aquí durante mis guardias porque cuando estoy en casa entre mi mujer y mis dos gemelos casi siempre paso las noches en vela.
Como es costumbre salimos rápidamente, es nuestro deber acompañar al móvil de refuerzo que es enviado luego de un llamado policial de auxilio o caso contrario de una ambulancia de emergencias que requiere nuestro concurso porque ha constatado algún óbito cuyas circunstancias no encuadran en uno de causa natural, a veces es tan obvio, otras no lo es tanto, que recién hasta mucho después de la autopsia uno recién puede saber que fue lo que realmente pasó.
Allí nos encontramos con los dos policías que acudieron al primer llamado, están de pie al lado de una mujer rubia de unos 40 años, que viste sólo un indiscreto camisón de dormir, habla constantemente mientras sostiene en sus manos a un gato de ojos sagaces. Se trata de la vecina del 4to B que está diciendo cuánto se había alarmado cuando sacó el gato al balcón y vio que un oscuro líquido rojo caía del piso superior sobre sus geranios.
Ellos ya habían acordonado prolijamente el piso de departamentos para evitar que los demás vecinos curiosos se entrometieran. Este simple gesto facilita enormemente mi trabajo y es la primera cosa más importante que uno aprende durante la carrera: cuidar la escena del crimen. Ya lo decía el gallego, por cada persona que se acerca hay que multiplicar las posibilidades de contaminación por 2 zapatos y luego hacer una resta, el resultado serán las veces que disminuirán las posibilidades de encontrar algo.
Se trataba de un apartamento de dos piezas, en el primer cuarto instalado un escueto bar junto un viejo sillón y una mesa de madera, acto seguido una asimétrica habitación oficiaba de dormitorio con una espaciosa cama y de ahí a un pequeño balcón de cerámicas sepia que miraba hacia un patio interno. Nuestra enemiga la oscuridad normalmente nos hace dificultoso el trabajo a ésas horas, a pesar de ello se podía observar el cuerpo globuloso de un masculino de mediana edad que se hallaba en decúbito ventral en medio de un coagulado magma sanguíneo, una formidable tijera de ésas que me imagino se utilizan muy raras veces había atravesado la región temporal derecha del occiso destrozándole todo el cráneo y triunfante aún se hallaba incrustada dejando que la masa encefálica se confundiera con el gris del piso.
Estaba completamente vestido, ni siquiera los zapatos se había quitado, mientras mis compañeros tomaban las fotos de rutina y hacían la grabación correspondiente, me puse a inspeccionar detenidamente la existencia de las indispensables huellas dactilares, pisadas, pelos u objetos personales que pudieran existir cerca del cadáver. Trabajamos exhaustivamente, hasta el sol nos encontró investigando aquel balcón y aún así curiosamente no había quedado nada, parecía que habían limpiado en forma cuidadosa toda la escena desde las habitaciones hasta el muerto, cuya ropa estaba completamente limpia, podía ser inclusive que el homicida hubiera pasado un quitamotas por toda la superficie de aquel hombre, porque inversamente a mis reiterados intentos no pude rescatar una sola huella dactilar, ni siquiera incompleta. La violencia infringida durante el acto que le produjo la muerte no parecía ser un acto premeditado y luego que el cadáver aparezca libre de rastros sin duda me dejó extrañado.
La autopsia de rigor se llevó a cabo en la Morgue Judicial, el espectrómetro de masas reveló grandes cantidades de benzodiazepinas y alcohol en sangre. Deduje las suficientes como para producir un sueño muy profundo y permitir después cargar al individuo hacia al balcón para luego precipitarlo al vacío, que garantizaría una muerte segura desde aquel 5to piso, pero como éste era tan obeso o quizás el asesino carecía de fuerzas suficientes se optó entonces por aquel desenlace macabro.

Durante el juicio la vecina rubia del 4to piso quiso alegar emoción violenta, dijo haberse ofuscado terriblemente porque habían estado saliendo en secreto durante 2 años e imagínese señor juez el me estaba engañando con otra mujer, mientras yo le preparaba el almuerzo, la cena y hasta le lavaba la ropa, el salía con una chica más joven que yo, una amiga los vio muy juntitos en un bar de Las Cañitas, yo lo amaba tanto que no podía soportar que fuera de otra, ay señor juez…
Um, mejor yo trato bien a mi mujer, me levanto sin chistar para prepararles la mamadera a los chicos, porque si las mujeres aman demasiado hay que cuidarse. ¿No?