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sábado, 17 de marzo de 2012


Universos
(Parte II)
By Pseudomona

¿Qué hacer cuando un personaje de una narración se revela a la orden implícita de permanecer en su función dentro de los hilvanes consentidos? ¿Y decide rebelde salir a explorar el mundo exterior y probar de tu vino para quedar tan satisfecho que ya no piensa más en volver? ¿Y encima te lo hace saber con su hermosa sonrisa de perlados dientes? Bueno, es muy difícil pensarlo porque nunca antes ha pasado o al menos yo nunca me enteré. La única idea que se me ocurría era que había que hablar con el para hacerle entrar en razón y tratar de convencerlo para empujarlo a volver, aunque conocedores de las características de su curiosa naturaleza dudamos que pudiera resultar, porque nosotros mismos le dotamos de testarudas reflexiones y mañas difíciles de olvidar y sabemos que será muy difícil persuadirlo.
Más bien es mejor ofrecerle un trato, algo conveniente a los dos, así que yo lo propuse y el lo aceptó, juntos lo acordamos: el no podría salir jamás del departamento y nunca lo haría mientras yo estuviera en él.
Nuestro tiempo quedó repartido según la conveniencia de mi horario laboral, yo por mi parte me iba cada día a realizar mi actividad como asistente en una editorial, porque uno tiene que pagar las cuentas cada mes y con sólo garabatear algunos cuentos que nunca serán publicados no alcanza y al retornar muy tarde en la noche no había ni un solo vestigio del pelirrojo y tenía el departamento nuevamente para mí aunque de todas maneras sentía que una parte de mi vida ya no me pertenecía.
Las cosas anduvieron bien así al menos durante las primeras semanas hasta que un día llegué al edificio y el encargado me dijo que había notado ruidos extraños en mi ausencia, que el vecino del 5to A había presentado una queja formal al consorcio por reiterados sonidos molestos, que por favor tuviera cuidado, que quizás pronto llegaría a oídos del dueño y ése podría ser el fin de mi estancia en mi hogar en el que yo había vivido casi cerca de 10 años.
Entonces opté por permanecer más tiempo en casa, lo cual hubiera sido imposible sin faltar al trabajo por lo cual primero agoté todos mis días libres por motivos personales luego los de enfermedad y finalmente cuando ya habían pasado como 4 meses se me acabaron las excusas y decidí renunciar porque todavía me quedaba algo de dignidad, era eso o que me mandaran la carta documento.
Es muy duro volver a comenzar, conseguir trabajo desde aquí, cada tanto recibo algún texto para corregir, fruto del anuncio que puse en El Clarín y obvio tuve que ajustarme a mi escaso presupuesto, se acabaron las medialunas y el café con leche de todos los días en aquel Martinez de la esquina.
No obstante mi frágil tranquilidad no habría de durar mucho tiempo, ésta mañana cuando el encargado me tocó el timbre yo de antemano sabía que algo extraño pasaba porque en todos los años que llevo en Rodriguez Peña esquina Vicente López jamás lo había hecho antes. Nuestra conversación sólo me deja una salida, ya que de un modo u otro el pelirrojo continúa ingeniándoselas para escaparse y ahora había optado por salir de su demarcación aún en mi presencia y empezaba a explorar el edificio donde de improviso comenzaron a suscitarse hechos de todo tipo, primero las prendas de ropa arruinadas en la azotea del 7mo B, las macetas partidas del vecino de la planta baja y finalmente anoche había muerto en extrañas circunstancias el lindo pequinés del 3ro A.

Es por ello el ruido ensordecedor de la sirena del cuerpo bomberos que trabaja incansablemente para sofocar el inexplicable incendio que arrasa con el 5to B y la presencia del Servicio de Emergencias constatando la expiración calcinada de su única solitaria ocupante, porque creo que al fin y al cabo uno debe hacerse responsable de la creación de sus universos.