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lunes, 7 de octubre de 2019


Einzelgänger

Ya antes de llegar a Alghero ella había imaginado aquella visita. El viñedo no se encontraba precisamente cerca de la ciudad, pero a ella le apasionaba la cata de vinos. Siempre que se encontraba de vacaciones, acostumbraba poner en su agenda, al menos cinco actividades imprescindibles: una pieza de teatro, mejor si se trataba de una ópera, una visita a algún sitio arqueológico, un concierto de jazz, blues o soul, una excursión a la montaña, pero de todas ellas indudablemente la cata de vinos era su favorita; alguna que otra vez tuvo obligatoriamente que reemplazarla, por ejemplo por uno de whisky cuando estuvo en Irlanda o por cerveza artesanal en Bélgica.
Si bien podía alquilar un auto o pagar con toda tranquilidad un taxi para movilizarse, ella elegía siempre el transporte público, aunque a veces eso era un tanto imposible cuando estaba en lo más profundo de Malta o Gozo, allá arriba en las Sierras de Mallorca, o como en éste caso, en la parte norte de Cerdeña. Habíase de notar también su pasión por descubrir cualquier isla, había elaborado una larga lista con los nombres de las que en el futuro inmediato pensaba explorar. Le gustaba viajar sola, o más bien lo que ella pensaba, acompañada consigo misma: die zweisamkeit der Einzelgänger.
La cata estaba prevista para las cinco de la tarde, pero ella salió del hotel rumbo a la Avenida Cataluña donde se disponía a tomar el Bus 9321 que la dejaría más o menos a unos diez kilómetros de Sella y Mosca, una de las cavas más importantes de la isla, cuando apenas había terminado de almorzar. Acostumbrada a caminar demasiado, solía obviar a propósito el vestirse como para ir al gimnasio, detestaba parecer una turista. Ésa tarde llevaba unos shorts azules, una camisa blanca de seda con cadenas doradas y banderas marinas azules entrelazadas, un sombrero de rafia, unos espadriles y una bandolera de piel con una cantidad tal de dinero en efectivo, que doblaba con facilidad el sueldo básico de cualquier isleño.
Le fascinaban los idiomas, dominaba además del alemán, su idioma materno, el inglés (como casi todo alemán), el francés y español, y ahora desde su última visita a Bari, se encontraba estudiando el italiano: un biglietto di andata e ritorno, le dijo con toda seguridad a la expendedora de boletos. Una vez dentro del bus, activó como siempre el google maps de su celular, así fué siguiendo exactamente la ruta; se bajó en la intersección donde la nada cruza a la nada, allá en el norte de Cerdeña, a más o menos diez kilométros de Sella y Mosca.
El intenso, fuerte y vigoroso cantar de las cigarras desde los campos de olivos le pareció increíble, se quedó escuchándolo atentamente por algunos minutos y se sintió muy afortunada de estar allí, sobre todo por no tener que estar compartiéndolo con nadie. Tomó un sendero que se abría serpenteante hacia el Oeste, le encantó ver su sombra, la de ella únicamente, acompañándola, su sombra, único testigo a lo largo del camino repleto de arbustos de tuna. Habría hecho quizás la mitad del camino cuando le pareció escuchar a lo lejos un ruido peculiar, como el galopar de caballos, observó para todos lados, sin lograr ver nada, pero al cabo de un rato efectivamente, no era un caballo, sino dos. Dos jinetes que podían verse un poco difuminados acercándose a lo lejos. Le molestó un poco que estuvieran allí, contaminando el contacto íntimo entre la naturaleza y ella misma, pero ni modo, hay situaciones que no pueden evitarse, se dijo, cuando ya podía sentir en la boca, el sabor a tierra salada que iba levantando aquel furioso galopar de caballos, acercándose a ella vertiginosamente. Dentro de lo que le parecieron segundos reconoció dos figuras masculinas galopando en el sol de la tarde, una sensación inexplicable la hizo primero retroceder despacio, poniéndose de lado y después comenzar a correr desesperadamente, intentando huir en vano, en medio de los campos olivares.
El miércoles nueve de octubre de 2019, siete días más tarde, la embajada alemana en Italia hizo oficial la desaparición de Alexandra Müller, de 32 años, natural de Karlsruhe, Baden-Württemberg; la última vez que se supo de ella se dirigía a una cata de vinos cerca de Alghero, al norte de Cerdeña.