Cambio de Habitat
La página oficial de la embajada alemana recomienda en caso de poder
evitarlo, no viajar a Buenos Aires. La califica de alto riesgo, alerta inclusive,
en pleno día ocurren robos a mano armada, aún en los barrios calificados como
seguros. No, no vaya o al menos procure no ir, dice. Y ¿qué es lo que
hago yo? ¡Pues, claro! Venir.
No se piense que desconozco la ciudad, no. Viví muchos años aquí y para
colmo me ví obligada a trabajar durante largas temporadas como médico de ambulancia,
y ni siquiera exclusivamente en Capital Federal, sino hasta en el Gran Buenos
Aires. No sólo en la zona cheta de Lomas de Zamora, sino que en caso de urgencias
entrábamos incluso en el Dock Sud de Avellaneda. O sea, hasta antes de llegar, consideraba
que los riesgos me eran familiares.
No obstante, el cuerpo humano y sus reacciones parecen adaptarse a un
determinado habitat. El mío, ahora, en la seguridad de una pequeña ciudad al
sur de Alemania y entonces todo lo anteriormente aprendido, ahora se me ha
olvidado por completo.
No lleve ropa de marca. No se suba al Subte. No hable con extraños. No preste
ayuda en vía pública. No porte cámaras fotográficas. No lleve la mochila en la espalda. No
pierda de vista su tarjeta. No responda al timbre. No conteste a un número desconocido al teléfono de
línea, etc., etc. No haga ésto, no haga lo otro. Con tanto NO, es imposible ser yo
misma.
-
¿Adónde vas vestida así? Me dice mi
hermana (ella tiene residencia permanente acá) cuando voy dirigiéndome a la
puerta.
-
Voy a ir a encontrarme con Gretel, le
digo. (Gretel es amiga mía y quedamos de encontrarnos en su casa, en pleno barrio de Congreso).
-
Pero, ¿de dónde sacaste ésas ropas? Dice
mirándome despectiva, observando detenidamente mis jeans negros y remera bien gastados,
mis espadriles que ya andaron kilómetros varios y mi bandolera “vintage” de
cuero.
-
¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? Respondo,
defendiéndome, no me gusta el tono con el que me está hablando.
-
Pareces cualquiera, añade molesta, ¿no
sabes que como te ven te tratan, y si te ven mal te maltratan?
-
Es a propósito, le digo, para que no
me roben...
-
¿No te das cuenta que te van a robar igual si
vas mal vestida?
-
Así me siento más cómoda..., trato de
justificarme.
-
¡Pero qué dices! Andate a cambiar ya mismo, con
ésa ropa parece que la ladrona fueras vos.
Al final fuí a cambiarme y ya en la calle, me ví caminando
con la cartera cruzada, bien agarrada bajo el brazo, atenta al más mínimo movimiento extraño. Tomé el 102 hasta Congreso, bajé, crucé la plaza casi corriendo y así continué hasta llegar a lo de Gretel, mirando desconfiada para
todos lados.