Visita
By Pseudomona
Hoy pude al fin ir a visitarla,
pasó casi un mes desde la última vez que la vi, aquella noche de martes nuestra
última guardia, ella pediatra yo generalista. Compartíamos el trabajo de equipo
junto a otros, que de seis de la tarde a la medianoche no era tan fluido, pero
bastaba que en el reloj se dieran las doce y nos veíamos atiborrados de
pacientes hasta por las orejas.
Consultas que habían aguantado
al horario nocturno por creer que a estas horas casi a nadie se le iba a
ocurrir lo mismo, es así que la esquina conocida donde está ubicado nuestro
sanatorio en pleno Barrio Norte estallaba de un rato al otro, la sala de
espera colmada de pacientes y sus familiares que solían sentarse a esperar incluso
en las escaleras.
Patologías de todas clases: otalgias,
faringitis, gripe, dedos magullados, accidentes deportivos, ataques de pánico, problemas
para dormir e infinidad de las más variadas afecciones.
Algunos pacientes de tanto ir y
venir eran ya viejos conocidos, por ejemplo sabíamos que a eso de las tres de
la madrugada nos visitaba casi siempre el Sr. López, excepto cuando estaba de
vacaciones, con intenso dolor precordial que un poco era el miedo a morirse y
otro poco también a la soledad, así que él consultaba y nosotros le hacíamos todos
los exámenes no vaya a ser justo que hoy pudiera sufrir un infarto y nosotros
ni enterados.
Íbamos y veníamos durante la noche y parte de la madrugada, a eso de las cinco hasta los
pacientes también se habían ido a dormir y generalmente la calma se arrimaba
también a la guardia. Pero aquel día no había de ser típico, casi cerca de las seis se
escucharon gritos desesperados y bocinazos en la entrada. Del auto mal
estacionado descendió un hombre con un nene en brazos, venía corriendo y
vociferando, escoltado por los administrativos que tratan de guiarlo al
consultorio de pediatría.
No volví a verla después de
aquella madrugada, primero por cobarde, nunca quise ir a visitarla mientras
estuvo internada en Terapia Intensiva a consecuencia de un traumatismo encéfalo craneal grave, segundo
porque me sentía responsable. Porque cuando ella le explicaba aquel hombre que el
nene había llegado sin vida, que era probable que hubiera sufrido una
intoxicación con jarabe para la tos…que...
No pudo terminar su explicación,
aquel hombre la zarandeaba con fuerza y de improviso la empujó contra la pared.
Sólo pude reaccionar cuando ella
se desplomó inconsciente…