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viernes, 18 de mayo de 2012


Visita

By Pseudomona

Hoy pude al fin ir a visitarla, pasó casi un mes desde la última vez que la vi, aquella noche de martes nuestra última guardia, ella pediatra yo generalista. Compartíamos el trabajo de equipo junto a otros, que de seis de la tarde a la medianoche no era tan fluido, pero bastaba que en el reloj se dieran las doce y nos veíamos atiborrados de pacientes hasta por las orejas.
Consultas que habían aguantado al horario nocturno por creer que a estas horas casi a nadie se le iba a ocurrir lo mismo, es así que la esquina conocida donde está ubicado nuestro sanatorio en pleno Barrio Norte estallaba de un rato al otro, la sala de espera colmada de pacientes y sus familiares que solían sentarse a esperar incluso en las escaleras.
Patologías de todas clases: otalgias, faringitis, gripe, dedos magullados, accidentes deportivos, ataques de pánico, problemas para dormir e infinidad de las más variadas afecciones.
Algunos pacientes de tanto ir y venir eran ya viejos conocidos, por ejemplo sabíamos que a eso de las tres de la madrugada nos visitaba casi siempre el Sr. López, excepto cuando estaba de vacaciones, con intenso dolor precordial que un poco era el miedo a morirse y otro poco también a la soledad, así que él consultaba y nosotros le hacíamos todos los exámenes no vaya a ser justo que hoy pudiera sufrir un infarto y nosotros ni enterados.
Íbamos y veníamos durante la noche y parte de la madrugada, a eso de las cinco hasta los pacientes también se habían ido a dormir y generalmente la calma se arrimaba también a la guardia. Pero aquel día no había de ser típico, casi cerca de las seis se escucharon gritos desesperados y bocinazos en la entrada. Del auto mal estacionado descendió un hombre con un nene en brazos, venía corriendo y vociferando, escoltado por los administrativos que tratan de guiarlo al consultorio de pediatría.

No volví a verla después de aquella madrugada, primero por cobarde, nunca quise ir a visitarla mientras estuvo internada en Terapia Intensiva a consecuencia de un  traumatismo encéfalo craneal grave, segundo porque me sentía responsable. Porque cuando ella le explicaba aquel hombre que el nene había llegado sin vida, que era probable que hubiera sufrido una intoxicación con jarabe para la tos…que...
No pudo terminar su explicación, aquel hombre la zarandeaba con fuerza y de improviso la empujó contra la pared.

Sólo pude reaccionar cuando ella se desplomó inconsciente…