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viernes, 11 de mayo de 2012


El por qué de los carteles rojos

By Pseudomona

Aquella tarde se habían sentado por primera vez en la mesa de negociaciones. Tardaron mucho tiempo en animarse a formar un gremio, uno que convoque a todos los galenos de la actividad privada, pero al fin estaban el Presidente, el secretario general y el asesor legal sentados en la mesa de paritarias. De tantos motivos que se pueden mencionar para justificar no haberlo hecho antes, probablemente sería más sincero reconocer que internamente estuvieron muchos años desorganizados. Pero de un modo u otro a más de tres décadas de que se sucedieran los cambios sociales que modificaron sus actividades, ellos también quisieron hacer oír sus demandas.
¿Qué los habrá llevado ésta vez ha cometer éste acto de total rebeldía? Será tal vez el cansancio de tantos años de mantenerse al margen.

El pasado fue un tiempo crucial en la toma de decisiones gubernamentales respecto de las políticas de salud, en aquel entonces se aceptó de buen grado el advenimiento de la medicina prepaga con múltiples convenios que desviaban fondos que antes estaban destinados a dotar de recursos a los hospitales públicos. Todos los cambios se sucedieron solamente hace pocos años cuando se instalaron en el país grandes empresas de capitales.

Ellos estaban allí, en representación de la gran mayoría de profesionales de la capital que al fin había reconocido al reclamo como único remedio de ésta incurable enfermedad. En medio del abuso y el descontento, casi todos se habían adherido al movimiento, logrando que se les reconozca la personería jurídica como agrupación sindical única en su género, por primera vez en la historia de Argentina.

Cuando les tocó hablar, presentaron con lujo de detalles un exhaustivo informe que dejaba ver cómo habían crecido las ganancias del sector a lo largo de los últimos años, cuánto había aumentado la cuota de los afiliados y cuánto era lo que realmente a ellos les estaban pagando, denunciando además el trabajo en negro al que se hallaban sometidos muchos colegas. Esto último sin duda puso la piel anserina a los representantes y empresarios de las entidades mencionadas, que jamás pensaron que se podían tabular así los datos y evidenciar en forma clara que habían enriquecido sus arcas a costa de pagarles un salario vergonzoso, mientras siguen pululando por doquier clínicas que dicen llamarse privadas.
La cosa no terminó ahí, el Presidente de la asociación, exigió que el sector reconozca los años de antigüedad trabajados, los títulos de la especialidad, las licencias para la asistencia a jornadas y congresos, el trato preferencial a las unidades de guardia y fin de semana, etc, etc.
Habían aguantado tantas décadas y en sólo una tarde, no les tembló la voz para denunciar lo que ya no puede aguantarse.

Llovió durante toda la semana, apenas se podía ver a causa de la tormenta cuando ésa noche el Presidente salía de la clínica habiendo finalizado su guardia y mientras se dirigía al estacionamiento donde había guardado su coche, según las noticias, fue interceptado por dos delincuentes armados que en cuestión de segundos lo llenaron de balazos. En vano se lo trasladó a sala de urgencias para intentar reanimarlo, fue muy tarde, pues él ya había cruzado el río en la barca oscura del barquero. Lo que no dijeron los medios es que a él no le habían robado nada y que también desapareció el cuidacoches que en principio indicó que al parecer lo estaban esperando.

Es por ello que Buenos Aires hoy amaneció con grandes carteles de letras rojas empapelando sus principales esquinas. Porque no habrá más voz silenciosa. ¡Nunca más!