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martes, 8 de mayo de 2012

Un pequeño paraíso

By Pseudomona

Hoy de mañana estuve de visita en uno, no muy grande, yo diría que hasta chiquito, de ésos que aún podemos soñar nosotros los simples lectores. Escaleras de madera que invitan a acercarse y no se puede evitar sentir aunque tan sólo un ratito, el enorme placer de estar curioseando aquí y allá interminable.
De pronto lo veo, apretado en medio de dos más grandes y fornidos que él. Quizás porque también soy menuda o tal vez media indiscreta me incliné a mirarlo, observarlo de nuevo y al final liberarlo del gastado estante de libros usados.
Lucía tan frágil y descuidado, puntas ajadas, hojas pajizas. De su cubierta original no quedaba más que un delgado tapiz magullado. Al mirarlo se puede adivinar de inmediato que por él han pasado miles de ojos con sus dedos hasta que al final quedara sólo, en el flagrante descuido. Y seguro que entonces habrá hecho felices a no pocos muchos.

Si bien su cuerpo antes fuera recio y ahora desvalido, sorprendente aún conserva su alma rebelde, que ha soportado de pie e impasible la llegada de alguien que lo acaricie un poco, lo huela también y al final en la noche de nuevo lo lea.