Un pequeño paraíso
By
Pseudomona
Hoy de
mañana estuve de visita en uno, no muy grande, yo diría que hasta chiquito, de
ésos que aún podemos soñar nosotros los simples lectores. Escaleras de madera que invitan
a acercarse y no se puede evitar sentir aunque tan sólo un ratito, el enorme
placer de estar curioseando aquí y allá interminable.
De pronto
lo veo, apretado en medio de dos más grandes y fornidos que él. Quizás porque
también soy menuda o tal vez media indiscreta me incliné a mirarlo, observarlo
de nuevo y al final liberarlo del gastado estante de libros usados.
Lucía tan
frágil y descuidado, puntas ajadas, hojas pajizas. De su cubierta original no
quedaba más que un delgado tapiz magullado. Al mirarlo se puede adivinar de
inmediato que por él han pasado miles de ojos con sus dedos hasta que al final
quedara sólo, en el flagrante descuido. Y seguro que entonces habrá hecho
felices a no pocos muchos.
Si bien
su cuerpo antes fuera recio y ahora desvalido, sorprendente aún conserva su
alma rebelde, que ha soportado de pie e impasible la llegada de alguien que lo
acaricie un poco, lo huela también y al final en la noche de nuevo lo lea.