Hacia el Norte
Son casi las seis de la mañana, cuando Lucía
llega corriendo a la terminal de autobuses. Ella sabe que a ésta hora, alguno
que otro partirá. Va vestida ligera y como único equipaje carga una mochila pequeña.
Observa detenidamente los vehículos, alguno de los cuales van cargando mercadería.
A un costado, divisa un autobús que parece estar disponiéndose a partir. Se
acerca rápidamente a él, justo cuando un muchacho está retirando el letrero que
decía: “A la Zafra en Santa Cruz” y que hasta entonces, colgaba a un lado del bus.
Lucía se aproxima a la ventanilla abierta,
donde el chofer se está frotando las manos sentado frente al volante.
- Señor ¿me lleva? Dice ella.
- Sólo si vas a la Zafra…, responde aquel
sin prestarle mucha atención.
- Sí..., lo que pasa es que no tengo con qué
pagarle...
- Veamos…, dice el hombre, volviéndose a
ella, mirándola bien, achinando los ojos ¿Cuántos años tienes?
- Dieciocho, miente Lucía.
- Hmmm ¿Sabes cocinar?
- Sí señor.
- Entonces subí, dice el chofer, a tiempo de
encender el motor.
El bus se pone lentamente en marcha y va
repleto. Los pasajeros, en su gran mayoría varones, ya están dormitando en sus
asientos. Lucía busca algún
lugar donde ubicarse, mientras el autobús se sacude a tiempo de abandonar la
terminal.
La voz de una mujer se escucha desde el
fondo y parece estar hablándole.
-¡Ey! Tú, niña... ¡Vení! Aquí hay lugar...
Ella se acerca despacio, se quita la mochila
y se sienta al lado de la mujer.
-Tomá, dice aquella, ofreciéndole una parte
de su manta. Trata de dormir, éste será un largo viaje.