Antes de la recorrida de Sala
¡Inútiles!
Eso son todos ustedes, todos los residentes, incluidos los de tercer año, todos
sátrapas... Al final no sé qué es lo que estamos haciendo aquí Vico y yo. Nosotros
dos..., éramos cómo dioses allá en el Instituto Modelo, ¡Cómo querían obligar a
quedarnos! ¿Te acordás Vico? ¡Ésos eran buenos tiempos! Allá en el Modelo...,
sí, éramos jóvenes, qué jóvenes éramos, dos dioses jóvenes, sumalo al Maestro
Lloveras que en paz descance. ¡Qué vá!, más que dioses éramos..., nosotros de jóvenes.
Ahora tratando día a día ad honorem y sin el más mínimo resultado contagiarles
algo a ustedes, de i-no-cu-lar-les un poquito de espíritu médico, de ése fuego
sagrado, el fuego sagrado de la medicina del que la Universidad no entiende. Porque
con éso se nace, ¡Negro!, se tiene o no se tiene y ustedes manga de mediocres, ¡qué
fuego, ni nada! Nada tienen, ¡Médicos melones!, ni siquiera una chispita de
todo éso conocen..., y encima ahora me ponen además de residentes, dizque a
becarios, “dotores” cómo ésta..., hijita, sí a vos te hablo, vos deberías
sentarte en la vereda de la calle, así como hacen los tuyos y ponerte a vender
verdura, o más bien ¿por qué no te dedicas a la costura? ¡Eh! Aquí, jugando de
mediquita sólo me estás haciendo perder el tiempo..., ¿Qué me controle, Vico? ¿Que
me controle? ¿Yo? Pero si estoy de lo más bien ¡Negro!, de lo más tranquilo...,
mirá lo tranquilo que estoy... Y sólo estoy diciendo la verdad. Zapatero a tu
zapato, dice el refrán, ¿o es que acaso no dice éso? ¿Discriminador, yo, Cayolcito?
Cómo te atrevés a decirme éso, vos que ni siquiera deberías atreverte a dirijirme
la palabra. Vos..., Cayolcito ¿Qué hacés acá, de residente? Yo creo que deberías
andar allá lejos en la Patagonia, bien perdido entre los indios, redactando el
diccionario de la lengua Mapuche, tal cual hace hace tu papito. ¿Qué, Vico? ¿Que
tenga cuidado con lo que digo? ¿Que Cayolcito es medalla de oro del CEMIC? ¡Pero
a mí que me importa! ¡¿Cómo se atreven a hacer estúpidas comparaciones entre el
CEMIC y el Hospital de Clínicas?! Si son como el agua y el aceite, nada tienen
que ver... Nosotros Vico, tú yo yo somos la vieja escuela o... lo que queda de ella,
la escuela de la Medicina Interna, no de la Clínica Médica como la hacen llamar
ahora, ¡no!, Me-di-ci-na - In-ter-na ¡Negro! Fijate vos Vico, hoy por la mañana,
justo cuando iba saliendo para acá, se atreven a llamarme del juzgado y dicen: debe
presentarse a declarar... Caso Lainez-Mujica..., sospecha de mala praxis,
dicen, Mala Praxis, ¡lo podés creer Vico! Ni siquiera Latín entienden,
pero saben decir: Mala praxis a nosotros, que no hacemos nada más que desvivirnos
por los pacientes, por todos, aún por los de PAMI, sobre todo por ellos, aquí en
el piso 11 de la gloriosa Cuarta Cátedra de Medicina Interna del Hospital de Clínicas
José de San Martín de Buenos Aires. Decime vos Vico, qué mala praxis puede
haber en que un paciente con antecedentes clínicos más largo que un rollo
completo de papel higiénico, haya fallecido a los 95 años..., no te estoy
diciendo a los 21 ni siquiera a los 50, no, falleció a los no-ven-ta y cin-co años,
de una falla multiorgánica a consecuencia de la sepsis a punto de partida de
una neumonía bilateral, en pleno invierno de Buenos Aires. Ni siquiera falleció
en nuestro piso, sino en la Terapia Intensiva. ¡Pero claro! Yo, el Dr. C.C.
jefe de Internación de la cuarta cátedra
de Medicina Interna debe presentarse también a declarar, pues la familia Lainez-Mujica
le ha hecho el juicio al Servicio de Ambulancias, al Médico de Ambulancia, a la
Guardia de Emergencias, a la Sala de Internación, a la Terapia intensiva, a los
Interconsultores Privados, summa summarum: juicio a todo el mundo. A
todos, Vico. A nosotros que éramos más que dioses, ahora se atreven a acusarnos
de criminales. ¿En qué tiempos vivimos? Vico, ¡En qué tiempos! Sí, Vico, ya entendí,
que baje un cambio y le agarre el mate a ésta chica..., bueno, venga ése mate...
y bizcochitos de grasa, ¿todavía tienen? Qué rico está, el mate, calentito... Y
vos hijita, disculpame por todo lo que dije, eso de vender verdura de hace rato...,
no era con ésa intención... Yo pienso que si te levantás todos los días como a
las cuatro de la mañana y te comés hoja por hoja la decimoquinta edición del
Harrison de Medicina Interna, te leés a diario y con devoción todos los
artículos de la New England Journal of Medicin, venís acá como lo venís
haciendo, bien temprano y te vás como a la media noche, prestás atención en la
recorrida de sala y vas cultivando en tu interior el fuego sagrado..., yo creo
que tenés alguna posibilidad de colgar un día el título de especialista en
la puerta de tu consultorio privado o quizás, si te esforzás más, podrías llegar
aún más lejos... ¡Quién sabe hasta dónde podrías llegar!..., lo mismo a vos
Cayolcito, y a todos ustedes sacrificados médicos residentes, éste hospital es y seguirá siendo grande gracias
a las nuevas generaciones de cerebros argentinos como los suyos, que van forjando
mancomunadamente nuestro hospital, no por nada somos el Olimpo de los
Dioses..., no por nada nos derivan pacientes desde Tierra de Fuego, no por
nada... basta decir “recibido en el Clínicas” y se nos abren las
puertas... Bueno, basta de charlas, los pacientes esperan ¡Qué decís Vico! ¿Comenzamos
la recorrida? ¿Te parece que hoy comencemos por la sala de inmunocomprometidos?
Vení, levantate que vamos yendo, te cuento que anoche apenas dormí, me leí de Pe
a Pa el último consenso que publicó la Infectious Diseases Society of America sobre
la Neutropenia Febril..., ni sabés las cosas nuevas que dicen, ésos americanos del
demonio ¡Vico! ¡Ni sabés!