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martes, 28 de octubre de 2014

Octubre

El pequeño letrero colgado en la otra cara de la puerta de vidrio dice: Empuje, por eso pongo mi mano izquierda en su verde marco y la empujo primero suavito y después con mas fuerza sin conseguir que se mueva un milímetro, en eso reparo que efectivamente la única claridad que hay dentro del local es la que proviene del nuevo día que recién comienza en la esquina de Las Heras y Pueyrredón, si, el local esta cerrado a pesar que el reloj en la esquina de enfrente dice que ya son las 7:35 de la mañana. Me quedo pensando que hacer, si volver a casa o esperar bajo la mirada curiosa del portero del edificio de al lado que ha dejado de lado su tarea de pasarle el trapo a los botones dorados del llamador y me inspecciona de arriba para abajo.

Y es que habitualmente cuando no debo ir a trabajar es cuando suelo despertarme mas temprano y hoy debe ser eso, el cambio de horario o quizás solo las ganas de tomar un café, sea esto o lo otro será mejor seguir caminando sobre avenida las Heras y cerca al Hospital Rivadavia encontrar otro local de la misma cadena. Ponerse a caminar es una gran idea en esta mañana de Primavera cuando la ciudad ya esta comenzado una ajetreada jornada de trabajo y apenas hacen 21 grados.

Paso dos veces por la esquina de Tagle solo para comprobar que no me he equivocado de dirección, lo que pasa es que no encuentro ninguno otro local de café, al menos no ese el que estoy buscando. Pero por si acaso le pregunto a una señora justo en ese momento pasa por mi lado mientras va paseado a un gracioso caniche blanco. 

-          Disculpe, sabe que ha pasado con el café que había aquí en la esquina?
-          Ah nena, el Martínez decís, que se yo…hace como medio año que esta cerrado, con esos precios también, que esperas…vení para acá Princesa…

Bueno, de vuelta encuentro que en la Biblioteca Nacional han colgado una gran fotografía de Cortazar que me mira serio desde el humo de su cigarrillo, como diciendo, anda a leer Rayuela, porque el sabe que aunque es mi escritor favorito por encima de todos, lo mío no son las novelas.

Me siento en la mesa de siempre, en el café desierto, otrora completamente repleto. Apenas me mira, la mesera me hace un ademán con la mano como si yo no me hubiera ido ni un solo día y se acerca rápida trayéndome el diario.

-          Hola, buen día.
Y me pregunta si voy a querer las tres media lunas de manteca y el café con leche en tazón de campo.
-          Si, por favor.
-          Lo de siempre entonces.

Si, lo de siempre. Hoy el diario habla de cómo un grupo de hombres “pincha ruedas” fueron atrapados cinematográficamente por la policía mientras intentaban asaltar en plena autopista Illia a un millonario de quien no trascendió el nombre, de cómo la inflación ha alcanzado cifras impensables y muchas otras noticias habituales…

Le tuve que pedir a la mesera tres medias lunas más, porque ahora los porteños hacen dieta y aquellas se han vuelto al menos un 30 por ciento más pequeñas. Y bueno, algunas cosas han cambiado un poco.