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domingo, 23 de junio de 2013

Al llegar la noche


Hoy ha sido un día muy largo, estoy completamente agotada entre todas las actividades que habitualmente caracterizan a un primer día en una nueva ciudad y la necesidad de cargar yo sola con mis dos pesadas maletas. He llegado un poco después del medio día, en el IC desde Mannheim y he sido bien recibida en mi nuevo hogar, que lejos de ser un edificio de departamentos como decía el anuncio es una casa de huéspedes, pero que cumple felizmente con el único requisito que me preocupaba: un baño para mí sola. La casona queda a 19 minutos de la estación principal de Bonn como me habían prometido en el e-mail, pero no en S-Bahn o en Bus, sino en un tren de larga distancia que obviamente no pasa cada 15 minutos como se me había sido dicho sino cada hora. Es decir, mi morada no queda precisamente en la ciudad sino en las afueras, en un pequeño poblado de madera y callejuelas estrechas, que por un lado tiene unas colinas verdes salpicadas de casitas totalmente blancas y por el otro deja pasar al Rhin tranquilo y cristalino que a ésa altura hace como una U, trayendo consigo también algunos coloridos botecitos de vela. Un lugar realmente precioso, cuya visión desde el mirador es como un sueño.

Me recuesto pasada la media noche, luego de haber acomodado todas las cosas que necesitaré, pues mañana tendré mi primera clase. Sin mucho esfuerzo y casi enseguida consigo conciliar el sueño, no puedo precisar cuanto tiempo después violentamente me despierto porque alguien me sujeta de las caderas y los brazos, abro bien los ojos y distingo a una sombra completamente obscura que recortada entre la pared blanca recién pintada y las sábanas color naranja me observa, yo quiero gritar pero ésta fácilmente logra colocarme una bolsa de plástico en la cabeza, mientras yo no puedo moverme, gritar o escurrirme porque estoy completamente paralizada. No puedo precisar si se trata de un hombre o quizás una mujer de tamañas dimensiones que con ambas manos logra sostenerme la cabeza. Yo que tengo los ojos bien abiertos no consigo distinguirle los rasgos de la cara, procuro respirar lentito pero siento que cada vez me va quedando menos aire y la bolsa transparente se va pegando a mi cabeza, impidiéndome también cerrar los ojos que me arden al contacto con el plástico, mientras mis tejidos ávidos de oxígeno comienzan a temblar y yo no puedo siquiera realizar un movimiento…me despierto, de un brinco enciendo todas las luces, incluso las de la cocina, no hay sombra, no hay bolsa de plástico. Verifico las cerraduras de las puertas, me acerco a la ventana que está igual como la he dejado pero igual la abro y echo un vistazo a la escalera de emergencia pero no hay nadie. Reviso en el baño, en el placard, debajo de la cama…nadie. Casi las cuatro de la madrugada, un silencio sepulcral envuelve el lugar, quizás sólo fue sólo un sueño, pero igual me quedaron doliendo los brazos, la garganta, los ojos…

Al día siguiente al final de la doble jornada de clases la cabeza me da vueltas, conocer a los nuevos compañeros casi todos venidos de países completamente desconocidos para mí fue una experiencia un poco extraña, todavía no puedo pronunciar sus nombres, algunos escritos en árabe, en chino, nigeriano, y otros tantos más.
Paso por el único supermercado del pueblo, la cajera que seguramente conoce a todo el mundo me mira extrañada, yo como vengo de Sudamérica donde no tenemos ningún problema de entablar conversaciones que aquí se consideran inapropiadas le digo que es mi segundo día aquí, que vivo en la casa de huéspedes y le pregunto hasta qué hora están abiertos. Ella me sonríe y me contesta amable y al finalizar me dice: Shönen Tag noch!

Caigo como en un profundo abismo, escucho voces por todos los lados repitiendo los conectores de tiempo gramaticales, los componentes de la oración y demás cosas nuevas aprendidas…pero yo considero que es hora de ir al baño y abro los ojos, retiro la sábana, y cuando me dispongo a bajarme de la cama, la escasa luz que se cuela por la ventana alumbra directamente sobre mi pierna izquierda, o sobre lo que queda de ella, pues cientos de gusanos blancos se retuercen ágilmente sobre los restos de mi piel desgarrada dejando ver casi por completo mi Cuadriceps Crural, puedo observar fácilmente todo el recorrido de los tendones hasta su inserción. Las fibras musculares han quedado totalmente descubiertas, el tejido rosado de vida no sangra, no duele, parece que estuviera de nuevo en el Anfiteatro como cuando experimentábamos en nuestras clases de Anatomía…

De nuevo un mal sueño, ahora son las tres de la madrugada. Me lavo la cara con un chorro de agua fría y abro de par en par las ventanas que dan al tejado, no quiero volver a dormir. Mejor me voy a la cocina, me preparo un café y hasta las siete escucho música en los audífonos de mi computadora mientras me pongo al tanto de todo lo que pasa en la región.

El tercer día pasó igual que el segundo, y en la noche un nuevo mal sueño, y al cuarto día no quiero dormir, no debo dormir, me distraigo haciendo otras cosas, pensando, planeando…pero al quinto día ya no puedo luchar más contra ésta necesidad de descanso y luego de que hoy mi estómago comenzara a vomitar todo el café que estuve tomando, enciendo un par de velas en la mesita de luz para no estar por completo en la obscuridad y me meto de nuevo entre las sábanas.

Esta vez no es una sombra, ni son los gusanos los que me despiertan, sino una sirena, que tiene un timbre tan alto que parece estar justo en mi habitación, parece como que algo terriblemente malo está pasando en el pueblo porque se le suman otras pequeñas sirenas que se escuchan a lo lejos que parecen todas correr al mismo tiempo al auxilio de algo que quien sabe que pueda ser, yo que ya estoy acostumbrada a éstos malos sueños, procuro disociarme y no pensar, aunque el humo inunda toda la habitación…

El General Anzeiger del 17 de junio da cuenta de todos los hechos que se sucedieron, y el pueblo innominado de repente cobra importancia a raíz de un incendio que comenzó en la habitación de la única víctima fatal, cuyo motivo aún no está establecido, pero todo hacer pensar que el fuego fue intencionalmente provocado por un par de velas que ardieron sin parar en la mesita de luz de una habitación de huéspedes…