Anibal Barca
Siempre he
sentido una fascinación por las tareas imposibles. Cuando estaba en la escuela
me obsesionaba la idea de Sísifo y su piedra. Mientras más pensaba en él, más admiraba
su tarea solitaria, sufrida y eterna. Más tarde Camus me ayudó a entenderlo
mejor, desde su perspectiva, quizás a Sísifo aquello no le parecía del todo un
castigo, si bien estaban sólo él y su piedra, montaña arriba, montaña abajo,
todos los infinitos días. El mismo esfuerzo de acarrear la piedra y depositarla
allá en lo alto, le haría sentirse productivo en el proceso, una fuerza
impulsora le haría sentir hasta, pensó Camus, un sentimiento cercano a la
felicidad.
Años más
tarde pasó mi fascinación de Sísifo a Anibal Barca, que me lo encontré mientras
estudiaba el legado de los Cártagos, los hombres púrpura, que sacaban el color
de los crustáceos marinos y eran los global player de la edad antigua,
navegando desafiantes en su barcos, metódicamente construidos y a gran escala
(que después serían copiados por los Romanos, siendo el comienzo de su fin) y
creadores de la escritura, más o menos parecida a lo que conocemos ahora, con
el fin de hacerse entender, pues se dice de ellos eran también unos
comerciantes magníficos, de ésos que sí sabían negociar.
Anibal
Barca ha sido desde aquel entonces una constante en mi vida, una presencia
inspiradora perenne y resiliente. Él habría nacido unos 250 años antes de Cristo, en una colonia cártaga ubicada en
el norte de áfrica, en el medio de la guerra punicia, ésa que enfrentaron durante
décadas Romanos y Cártagos. Su padre Amilcar Barca habría sido un ejemplar
general guerrero, como él mismo sería años más tarde, que resistía a los Romanos
en Europa y se atrincheró en lo que ahora sería España. Se dice que Anibal Barca
a sus nueve años de edad, fue llevado a un templo cártago y su padre le hizo
jurar, que nunca, jamás, hasta el fin de sus días sería amigo de los Romanos,
hecho que, todos sabemos cumplió. Y yo mi imagino, que ésa fue idea motriz, su
fuerza motivadora.
Durante su
niñez habría recibido una amplia educación de su Tutor personal: Sosilo, un
erudito espartano, que no sólo le versó en las ciencias básicas, sino también le
preparó en el arte de la guerra estratégica y las lenguas. Anibal Barca hablaba
fluidamente cuatro idiomas: griego, cartaginés, latin y la lengua de las tribus
ibéricas. Se dice de él que además poseía un carisma extraordinario.
A mi modo
de entender si bien fue un hombre, un mortal de carne y hueso, no obstante por todo
lo sobrehumano que llevó a cabo, se acerca más bien a ser como un dios, como
uno de ésos dioses de la mitología griega. Quizás por ello su historia es a la
vez de fascinadora, también una inspiración eterna.
Una manana
de primavera del año 218 antes de Cristo, partió Anibal Barca desde Cartagena
en la península ibérica, por tierra, rumbo a Roma. Junto a él iban unos 100.000 guerreros y
sus 37 legendarios elefantes de lucha. Siempre me he preguntado, qué se le habrá pasado
por la cabeza, a Anibal, mientras comenzaba su épica marcha.