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martes, 9 de abril de 2013


Konjunktiv II

By Pseudomona



Hoy, después del largo feriado, volvemos a las clases. Al final de las casi cuatro horas, estamos cansados, agotados mentalmente y un poco angustiados. Debemos aprender rápido éste idioma para darle continuidad a nuestros proyectos y empujar siempre hacia adelante nuestras vidas. Así estamos, en mesa de cuatro: Marcelo, que pronto desea hacer el viaje que lo lleve a establecerse en un pequeño pueblo cerca del Schwarzwald del que quedó prendado, Federico que quisiera aplicar para aquella beca y necesariamente debe presentar un certificado, Sasha de Europa del Este que ha tenido que aprender español y ahora ha descubierto que en realidad no fue tan buena idea haber migrado para acá y necesita rehacer las maletas y emprender el viaje de regreso pero esta vez con otra dirección y estoy yo, que también tengo un proyecto metido en mi cabeza o quizás ya la habré perdido…

Mi profesor, un alemán, ha nacido en Kassel pero ha vivido más tiempo en Buenos Aires que en su propio pueblo, que sólo él sabe porque lo ha dejado. Al vernos tan cabizbajos procura encontrar una pausa en la clase y nos pregunta la edad y ante cada respuesta se ríe a carcajadas y nos dice con un aire y acentos propios del porteño más porteño: ¿Viste? ¡Yo llegué a Buenos Aires antes de que nacieras! Y con todo el derecho, el es más de aquí de lo que podría ser alguno de nosotros, aunque siempre lo traicionen sus ojos verdes cristalinos y su pelo intensamente rubio, ahora casi blanquecino, aunque sí sabe conservar intacto el idioma materno que procura enseñarnos cada tarde en el Instituto. Que él lo intente con todas sus ganas no significa que nosotros podamos aprender más rápido, dado que es un lenguaje endemoniado que difícil es, siquiera poder acercarse a amansarlo.

Y hoy que debe introducir un tema más bien irreal, se la ponemos re-complicada, porque apenas damos tumbos y tumbos con el tiempo presente que él parece imaginarse como será poder trabajar sobre el idioma del mundo irreal. Entonces comienza con un cuento, porque el se sabe todos los cuentos del mundo y encima en alemán: Estaba una hermosa reina bordando en la ventana de su palacio cuando de repente se pinchó un dedo, al ver caer la gota de sangre sobre la nieve blanquecina pidió un deseo…y comienza a explicarnos cómo se pueden construir las oraciones de un mundo de fantasía. Yo pienso que es justo lo que necesitamos para hilvanar nuestras ideas que después crecerán hasta ser sueños y luego, seguramente verdades, o no. Por lo pronto yo escribo y luego lo comparto en voz alta: Ich würde in Deutschland bleiben, y el me corrige. No, bleiben no, puede ser más bien leben, si, mirá: Ich würde in Deutschland leben, ¿Ves? Queda mejor. Pero yo también quiero bleiben, digo. ¿Puede ser eso? Mis compañeros se ríen de mí, pero él seguramente entiende lo que yo le quiero decir, y me dice muy serio, dándome ánimo: ¡Pero por supuesto que puede ser bleiben!