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viernes, 7 de noviembre de 2025

 

Rosseta – Primera parte

Estoy parada frente a la parada del Bus número 4 rumbo al Schloß Ettersburg. Maleta en mano me felicito a mí misma por haber llegado, no obstante muchas horas de viaje y trasbordos, por haber hecho una admirable distancia, partiendo en la madrugada desde Düsseldorf hasta Weimar y todo el trayecto completamente en un  trencito regional, lo cual significa: con el Deutschland-Ticket en mano, no tuve que pagar un sólo centavo y hasta conseguí dormir en el trayecto. ¡Bien hecho! Me digo y el hecho de haber acabado de tomar un café de filtro intenso, que ofrecían en la estación al llegar, no hizo más que aumentar mi sensación de bienestar. 

El cálido, inesperado y agradable sol del otono me dá de lleno en la cara, tanto que me obliga a ponerme de lado, para al mismo tiempo conseguir disfrutarlo, pero también evitar que me haga daño. Un sentimiento de felicidad me llena completamente el espíritu, un centellazo pleno, tan corto, tan intenso,  que solamente duró el tiempo en que caí en cuenta que estoy parada en la misma posición, sosteniendo una maleta y hasta estoy vestida de la misma manera (un abrigo largo, gris a cuadros), que aquella mujer que aparecía en la cubierta del libro que Rosseta me regaló, ahh Rosseta...

Mi cuerpo está aún de pie en la parada de autobús, pero mis recuerdos me trasladan immediatamente a aquel intenso verano, el verano de Boedo, el verano del Tango y la Milonga en Buenos Aires. Si pienso bien, ya hacen más de diez anos que yo conocí a Rosseta, la mujer más extraordinariamente hermosa, que yo habría de conocer en mi vida, hasta ahora. Ella acababa de llegar de la Costa  Sud de Francia, de un pueblito cerca de Cannes, donde había nacido y yo, ése año por segunda vez había postulado, y por igual vez había sido rechazada, para acceder a una beca en una especialidad médica, que en ésos entonces me apasionaba: la infectología, justamente en un hospital de ésa región.

El hecho de ésa simple conección y también el que yo hablaba, en aquel entonces, fluídamente francés, hicieron que instantáneamente nos hiciéramos inseparables.

                                                                                                                                             Continuará