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sábado, 29 de junio de 2024

Lo que no se vé

Apenas puedo enfocar a lo lejos la mancha rojiza con pequeños puntos azules alejados unos de otros, que yace borrosa debajo del objetivo número 10 del microscopio. Estoy tan nerviosa que mientras intento ajustar más la lente, rotando primero a la derecha, y notando que con ésto la mancha no hace sino que desaparecer, comienzo a darle a la izquierda, pero tan rápido, (aunque a mí me parece que lo hago más bien muy lento), que de nuevo vuelvo a perder la muestra. Mis manos están húmedas y resbalozas, mientras trato de respirar espaciadamente y calmarme, intentando consolarme en el hecho que no debo ser la única con semejante problema; levanto la cabeza para sólo constatar que las otras personas del examen, ya se encuentran en plena tarea y parecen saber perfectamente lo que hacen. Observo con desesperación todas las miradas sumergidas en los microscopios y aquello no hace más que aumentar mi angustia. Trato de recordar la voz experimentada de mi tutora, la doctora Asimissen, diciéndome: "Trata de trabajar en forma ordenada, con el primer objetivo (el número 10), deberás hacer un paneo completo del portaobjetos, comenzando en forma ordenada de derecha a izquierda, de abajo hacia arriba, de manera que deberás calcular primero la celularidad de la muestra y dividirla en tres: normocelular, hipercelular e hipocelular..."

La morfología microscópica, fue y seguirá siendo una parte fundamental del diagnóstico de las enfermedades hematológicas, a pesar de lo que diga la nueva clasificación de la WHO, aún ocupa un lugar imprescindible en el diario quehacer hospitalario. Si bien la confirmación definitiva de las mismas ha evolucionado tanto que se necesitan hoy en día otros exámenes complementarios como la citometría de flujo y el panel de las alteraciones genéticas; la microscopía aún nos permite arribar a un diagnóstico presuntivo e iniciar un tratamiento, mientras llegan los otros estudios confirmatorios. Por ello el anuncio decía, entre otros: "Se requiere un médico especialista con vasta experiencia en la morfología celular".

Yo, no obstante haberme preparado incansablemente para éste momento, había estado temiendo a su vez tanto fracasar, que la tarde anterior al examen resolví de sopetón repasar de Pe a Pa todas las enfermedades hematológicas junto con sus respectivas pruebas microscópicas con la ayuda de un atlas digital y para lograrlo, para estar más concentrada, me tomé una tras otra, incontables tazas de café, que al final, a pesar de estar rendida de cansancio apenas pude conciliar el sueno, con las carótidas latiéndome incansables. Pero a pesar de todo, en algún momento me hube quedado dormida, para sólo despertarme sobresaltada, con la garganta totalmente seca y los ojos llenos de lágrimas. A media luz, palpé mi entorno y  caí en cuenta que me encontraba en mi habitación y lejos de todo lo que me hubiese imaginado, estaba bien segura, recostada aún en mi cama. Todo había sido sólo un mal sueno, un mal recuerdo, porque nada realmente malo me había pasado. 

Con el paso de los minutos intenté recordar, de dónde venía ésta extrana sensación de tener aún sobre mi piel una capa líquida, pegajosa y densa. Me incorporé para mirar el reloj, tratando de concentrarme, y no fue que sólo estando bajo la ducha llegaron a mí las imágenes de mí misma atrapada en un espacio voluble, líquido, inmenso, intensamente azul, lleno de gránulos metacromáticos característicos en el citoplasma de una célula en particular. Enseguida, dando rienda suelta a mi capacidad diagnóstica cito-morfológica supe que había estado atrapada en una célula mastoide, una que es posible ver en una enfermedad mastocítica generalizada, cuya característica sería la expresión de la Mutation KIT D816V, cuyo tratamiento sería primeramente el empleo de medicamentos que bloqueen el receptor HR1 o HR2, ante su fracaso se debería iniciar de inmediato la administración de midostaurina y ..., etc., etc.

Y a pesar de todo lo aprendido y estudiado, estaba yo allí, totalmente despierta, con el cabello recojido, mis viejos anteojos, luciendo un guardapolvo impecable planchado, ya en plena prueba, intentando aún lidiar con el mecanismo tan conocido para mí como lo es el microscopio.